Llega el momento de la verdad

M.R.Y. (SPC)
-

El nuevo curso político se abre con la imperiosa necesidad de que los negociadores de Londres y Bruselas alcancen un acuerdo que evite un Brexit duro a finales de este año

Boris Johnson podría endurecer su postura para recuperar el apoyo perdido por la gestión de la pandemia - Foto: ANDY RAIN

A pesar de que las autoridades británicas celebraron por todo lo alto el pasado 1 de febrero la salida oficiosa del Reino Unido de la UE, el Brexit sigue siendo una asignatura pendiente cuyo examen definitivo llegará a finales de este año, cuando se determinará si la ruptura, ya oficial, se hace con un acuerdo entre las partes o a las bravas, es decir, sin un pacto de divorcio.

Dejando a un lado la pandemia y la crisis económica que está ocasionando, la negociación para la futura relación comercial y de seguridad entre Londres y Bruselas es el gran desafío al que se enfrentan los responsables de ambos lados del Canal de Castilla, que el próximo lunes retoman el diálogo -la octava ronda de conversaciones- con unas perspectivas muy dispares.

El actual período de transición, es decir, el tiempo que tienen el Reino Unido y la Unión Europea para sellar un documento, concluye el próximo 31 de diciembre. Un plazo corto, a juicio del bloque comunitario, que pidió una extensión de medio año para poder seguir negociando, más aún tras el parón provocado por el coronavirus, consiguiendo una respuesta negativa por parte de su interlocutor. En Londres tienen prisa por consumar su salida definitiva del club europeo -actualmente se sigue aplicando la legislación común en suelo británico-, aunque sea sin llegar a un entendimiento.

Ambas partes coinciden en que apenas se han conseguido avances, principalmente por desacuerdos importantes como el acceso de la flota pesquera de la UE a las aguas británicas. Pero, sobre todo, existe un abismo en las posturas referentes a materia comercial para garantizar una competencia justa entre los dos bandos.

«Una vez más los negociadores británicos no han mostrado una voluntad real de prosperar en asuntos importantes para la UE (...). En ocasiones parecía que íbamos hacia atrás en lugar de avanzar. En este momento, un acuerdo entre el Reino Unido y la UE parece improbable», aseguró el negociador comunitario, Michel Barnier, tras la última ronda de contactos celebrada entre el 18 y 21 de agosto. Ahora, de cara a retomar el diálogo, y tras mantener esta misma semana un encuentro informal con su homólogo británico, David Frost, insiste en que la posición de Londres «no ha evolucionado».

«El Gobierno de Reino Unido parece que quiere seguir teniendo las ventajas de la UE y del mercado único, sin someterse a las obligaciones», lamentó. «Vamos a hacer todo lo que esté en nuestra mano para llegar a un pacto, hasta el último momento. Pero nunca sacrificaremos los intereses económicos y políticos de la Unión Europea por el mero beneficio del Reino Unido», aseveró.

Sin embargo, Frost aún mantiene la esperanza y, tras su encuentro con Barnier, apuntó que «el acuerdo todavía es posible», si bien reconoció que «es difícil de cuadrar». «Buscamos una relación que nos asegure que hemos recuperado el control soberano de nuestras leyes, fronteras y aguas», incidió.

Desde Bruselas, se considera que el acuerdo debería estar listo en octubre para que ambas partes tengan tiempo de ratificarlo y pueda entrar en vigor el 1 de enero. Algo que, al menos por el momento, se antoja impensable y una opción que cada vez descartan más en el seno del bloque comunitario, que insiste en que no se va a alcanzar un pacto «a cualquier precio».

Una postura similar a la que ha demostrado el primer ministro, Boris Johnson, desde el primer momento. «El Brexit será, con o sin acuerdo», es una de las grandes promesas de un mandatario que quiere mantenerse firme en la que fue su principal apuesta: la salida incondicional de la UE. Más aún ahora que sus giros en la gestión del coronavirus le están restando respaldos. La confianza de los británicos a su labor ha caído más de 40 puntos desde finales de marzo y ahora, con un apoyo de menos del 45 por ciento, debe resurgir con lo que mejor sabe: dar la batalla a una Unión Europea de la que no quiere volver a saber nada a partir del próximo 1 de enero.