Nick Kyrgios vuelve a ocupar las principales páginas de tenis de los medios de comunicación, aunque, casi como de costumbre, no por su juego. El australiano, considerado el chico malo del circuito ATP, volvió a montar un show en el Masters 1000 de Cincinnati, tras caer derrotado en segunda ronda por el ruso Karen Khachanov, con un resultado de 6-7 (3), 7-6 (4) y 6-2.
El tenista, llamado a ser uno de los mejores jugadores sino fuera por su discutible comportamiento, acabó el encuentro rompiendo dos raquetas, sin zapatillas, y encarándose al juez de silla, a quien insultó y lanzó un escupitajo.
Todo comenzó cuando Kyrgios, en un descanso en el segundo set, se levantó de su silla y anunció al juez que iba a hacer uso del toilet break, una pausa para orinar. El árbitro irlandés respondió que no tenía tiempo y Kyrgios comenzó a discutir, gritando a la nada y ganándose el segundo aviso del partido (el primero llegó tras no dejar de hablar entre punto y punto), lo que le valió un punto en contra. Acto seguido, se fue con dos raquetas debajo de su brazo y fue entonces cuando las imágenes de televisión lo mostraron cruzando una puerta de acceso a la pista y rompiendo violentamente sus raquetas, para luego volver a la pista y discutir con el juez. Sumando un nuevo warning a su tarjeta.
Al final del partido, el actual número 27 del mundo, escupió antes de negarse a darle la mano al árbitro de silla, al que insultó, y terminó lanzando sus zapatillas al público antes de ofrecer sus raquetas rotas a los espectadores.