Público en los campos, ¿sí o no?

J. M. Loeches
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La Junta asegura que estudiará su regreso tras la reunión con las federaciones, que presentaron sus propuestas de seguridad con el objetivo de garantizar la subsistencia de todos los clubes

Público en los campos, ¿sí o no? - Foto: Yolanda Lancha

La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha va a estudiar las propuestas de las federaciones deportivas de Castilla-La Mancha para que las instalaciones deportivas puedan acoger espectadores en las diferentes competiciones. Así lo ha manifestado la viceconsejera de Cultura y Deportes, Ana Muñoz, tras la reunión mantenida con los presidentes de las federaciones de fútbol, baloncesto, balonmano y voleibol, Pablo Burillo, José Esteban Gálvez, María López y Cruz Vicente Rodríguez, respectivamente.

Por tanto, sigue abierto un debate que, probablemente, no va a solucionarse hasta que se considere superada la pandemia. Siempre habrá quien encuentre razones para creer que no es adecuado, aunque como ha sucedido en otros ámbitos de la sociedad, la idea es encontrar el equilibrio, más que nada porque estas jornadas han demostrado que el fútbol modesto sin gente en las gradas, no es lo mismo.

Hace más o menos un mes que el ministro de Sanidad, Salvador Illa, fue tajante con este asunto. «La entrada de gente a los campos de fútbol, ahora mismo, es prescindible. Viendo cómo está la situación, lo podemos dejar para más adelante. En este momento no es prudente». Fueron sus palabras, claramente en alusión al fútbol profesional.

Asimismo, en condiciones normales, el deporte es un foco de concentración de personas, otro de los argumentos para imponer esta medida. A esto hay que unir la responsabilidad (o irresponsabilidad) de cada uno, incluso cuando existen unas normas que tienen que cumplirse.

De ahí que el deporte no profesional se considere poco o nada importante actualmente en un momento en el que las cifras de muertes por coronavirus no paran de subir. Dentro de esa clasificación de actividades esenciales o no esenciales, encajaría en el segundo grupo.

Pero lo cierto es que, en algunas categorías y ciertos deportes, hay deportistas que cuentan con esta fuente de ingresos, de ahí que se tomase la decisión de iniciar la competición. Por no hablar de que los clubes están perdiendo ingresos cada semana que no pueden contar con sus aficionados dentro de las instalaciones.

Y no solo en concepto de abonados y socios, también en la explotación de los bares o diferentes rifas y sorteos, habituales en los descansos. Obviamente, que los estadios, campos y pabellones se encuentren huérfanos de aficionados, está retirando los apoyos de los patrocinadores, otra parte importante a la hora de cuadrar el presupuesto de la temporada.

Estas semanas sin acceso a los partidos está demostrando también que no todas las entidades tienen respuesta para su afición. Las directivas se las están ingeniando para que se puedan ver sus encuentros por las redes sociales o YouTube, pero, en muchas ocasiones, los medios no les llegan para una transmisión con un mínimo de calidad.

Asimismo, un partido de fútbol, de fútbol sala o de baloncesto es un espectáculo con multitud de ingredientes, y uno de ellos son los seguidores, que aportan un ambiente fundamental a la hora de medirse al rival. De ahí que, últimamente, el factor ‘jugar en casa’ tenga menos sentido que nunca más allá de estar habituado a una superficie o unas dimensiones.

El caso es que si hay público en otros eventos, ¿por qué no puede haberlo en el deporte? Siempre con las medidas habituales, de distanciamiento, mascarilla e higiene con hidrogel. Han pasado ya ocho meses desde que la pandemia atropelló todo a su paso, pero se sabe bastante más. Y está comprobado que el aire libre mitiga la expansión del virus. Incluso, los pabellones son instalaciones grandes, con techos amplios y que se pueden ventilar con facilidad. A ello hay que sumar que los espectadores van a tener puesta la mascarilla en todo momento. Además, la duración de un encuentro puede ir desde la hora y media a las dos horas, a lo sumo. Aún así, si se diera un brote, los registros de personas permiten un rastreo sencillo de los casos. La decisión está en manos de las autoridades.