No es el tío Paco el que llega con las rebajas, sino Bruselas, y son ya palabras mayores. Se esperaba la reacción de las autoridades comunitarias, mientras Pedro Sánchez se las prometía muy felices anunciando medidas que alarmaban a todo el mundo excepto a él y a sus socios de gobierno más radicales, porque era de dominio público que cualquier propuesta del gobierno tenía que recibir el visto bueno de Bruselas, porque en caso de no hacerlo nos quedábamos sin los fondos de recuperación. En este momento, único salvavidas para mantenernos a flote.
De nada han servido las consideraciones que desde diferentes instancias profesionales se han hecho al presidente, tampoco los leves toques de atención que prudentemente lanzaba alguna autoridad comunitaria, e incluso las reflexiones que le trasladaban los pocos ministros sensatos con los que cuenta, comandados por una Nadie Calviño que ha tenido que soportar la demagogia insufrible de Yolanda Díaz. De nada han servido, Sánchez ha mantenido su deriva de aceptar todo lo que le proponían los podemitas, aunque fueran ideas de imposible cumplimiento. Finalmente ha llegado Bruselas con las rebajas cuando faltan pocas semanas para que se cumpla la fecha en la que la UE debe enviar a España 9 mil millones de euros de los fondos de recuperación.
Bruselas no se ha andado con paños calientes, ha atacado con todas sus armas: anuncio que el crecimiento de España va a estar muy por debajo del que preveía el gobierno, llamada de atención por el crecimiento desaforado de la deuda y del déficit, y vuelta a recordar que algo tiene que hacer España con las pensiones, porque en breve espacio de tiempo no va a haber dinero para pagarlas.
La prueba de la inconsistencia de este gobierno en algunas materias es que estos días críticos se ha comprobado que el ministro Escrivá no sabe qué hacer con lo que tiene entre manos, y eso que se incorporó al Ejecutivo con fama de buen gestor. Se ha metido en un laberinto sobre las pensiones con propuestas insólitas que debe rectificar en cuestión de horas, rectificaciones y marchas atrás, para acabar proponiendo una fórmula que Bruselas planteó hace tiempo, el PP defiende a capa y espada y los empresarios consideran efectiva: la famosa mochila austriaca, que recoge que los empresarios pagan parte del salario a sus empleados contribuyendo a un fondo que, en caso de despido, el trabajador puede cobrar, llevarse a la empresa donde le dan nuevo empleo … o hacer uso de él cuando le llega la jubilación.
A Pedro Sánchez se le está acabando el tiempo de mantenerse en su irritante actitud triunfalista y su aún más irritante arrogancia. Como le había advertido todo el mundo, Bruselas ha dicho "hasta aquí".
¿Es mala noticia? Quizá no. Supone apretarse aún más el cinturón, pero con las iniciativas que pensaba aplicar este gobierno, era prácticamente segura la quiebra del Estado.