El próximo 4 de noviembre se cumplirán cien años desde que, en 1922, Howard Carter, tras años de búsqueda, descubriera donde estaba enterrado Tutankamón, faraón de la XVIII Dinastía y que tan solo reino durante una década hace más de 3000 años.
Con ese motivo, han comenzado a circular noticias sobre actos y eventos dedicados a su conmemoración que me han traído recuerdos al presente. Pensé, comparada con la majestuosidad y riqueza de su ajuar funerario, en lo discreta que me pareció la entrada a su tumba, camuflada en el desértico ocre amarillo pajizo Valle de los Reyes. Hasta allí llegué hace algunos años, recorriendo el mundo, con mi amiga María. Árabe libanesa que creció en Venezuela donde llegó, siendo muy niña, con su familia exiliada por la guerra civil. Llevaba años, viviendo y trabajando en Europa, los mismos que tratando de obtener sin éxito una nacionalidad europea. Entonces, por primera vez, fui plenamente consciente de que tener un pasaporte de la UE era tener un tesoro, casi tan valioso como el del faraón.
Tuntakamón me recuerda, siempre, a mi abuela. Ingeniosa, culta y bien informada que, con buen provecho, era capaz de leer un libro o el periódico mientras escuchaba la radio. Ella nos contaba sobre la historia del hallazgo y las leyendas que sedujeron a Europa durante mucho tiempo. Alusivos al acontecimiento, guardaba libros, coloridas láminas, un juego de cartas y algunos vestidos de finales de los años veinte inspirados en los motivos geométricos egipcios y en las creaciones de Madeleine Vionnet.
La fascinación occidental por la cultura egipcia, con su halo de misterio y fantasía, no se había iniciado entonces. El mismo Heródoto en el siglo V a. C., en su afán por describir el mundo y los acontecimientos que marcaron su época, refirió su admiración por Egipto a sus contemporáneos en su Historia. La expedición de Napoleón en 1798, un fracaso en términos militares, fue un rotundo éxito científico que se plasmó en la monumental Description de l'Égypte, ou recueil des observations et des recherches qui ont été faites en Égypte pendant l'expédition de l'armée française. Obra que influyó notablemente en la creación del arquetipo egipcio europeo, aunque no llegó a todos los estamentos de la época.
En cambio, el descubrimiento de Carter fue una auténtica ola de egiptomanía que alcanzó todos los rincones. No solo por el interés que despertó una tumba que se había salvado de los saqueos, ofreciendo valiosa información y alimento para las leyendas, sino también por coincidir con la expansión de la revolución industrial y el periodismo de masas. La mecanización del trabajo y las grandes fábricas convirtieron la producción de objetos asociados con Egipto en bienes asequibles para las masas y los periódicos, convertidos en un artículo de consumo habitual, mantenían actualizados a cada vez más lectores.
Así, un faraón de breve gobierno, que parece ser una figura menor en la historia egipcia, ha llegado a dominar el imaginario europeo casi un siglo.