Prueba mi silla

I.G.Villota
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18 trabajadores juveniles de 7 países, en Toledo con un proyecto Erasmus, se pusieron en la piel de las personas con discapacidada y probaron las sillas de ruedas en el mercadillo del Martes, donde también hicieron un experimento sobre discriminación

Prueba mi silla - Foto: David Pérez

Mercadillo del Martes de Toledo. Uno de los espacios más concurridos de la ciudad. Decenas de puestos y centenares de personas que recorren el parque de la Vega, en pleno centro de la ciudad, en busca de alguna ganga. Son las doce de la mañana y un grupo de 18 trabajadores juveniles de siete países del mundo, que se encuentra de visita en la ciudad durante una semana, dentro de un programa de Erasmus+, se plantea un experimento para ver la reacción de los toledanos. ¿Discriminamos? ¿Ayudamos al diferente, en este caso a las personas con discapacidad física?

La prueba, desarrollada en colaboración con Aidiscam, la Asociación para la integración de las personas con discapacidad de Castilla-La Mancha, arranca con uno de los jóvenes, que no tiene problemas de movilidad, sentado en una silla de ruedas. Se acerca hasta uno de los puestos, especialmente concurrido a esas horas, y simula que se le caen los limones que lleva en una bolsa. ¿Le ayudarán las personas que están a su alrededor? Otro de los participantes en el proyecto graba la escena y luego la comparte con los demás.

En este caso la reacción de los ciudadanos fue positiva. Ayudaron a recoger los limones al chico y se ofrecieron con naturalidad a darle otra bolsa. Esta reacción no siempre es así. Lo comentaba Isabel Fernández, vicepresidenta de Aidiscam, y campeona mundial en para-kárate, quien recordaba un episodio duro para ella. Se cayó de la silla de ruedas en una cuesta, mientras llovía, y se encontró de frente a una señora que pasó por su lado sin inmutarse. Hace tiempo de eso pero no olvida la escena.

Prueba mi sillaPrueba mi silla - Foto: David PérezNo es lo habitual, sostiene, inciciendo en la importancia de desarrollar acciones de sensibilización para normalizar la discapacidad y reivindicar que la diferencia nos enriquece a todos.

Precisamente por eso, el acto de ayer también consistió en que los participantes del Erasmus, procedentes de Turquía, Italia, Rumanía, España, Macedonia, Litiania y Letonia, se pusieran en la piel de personas con movilidad reducida y se subiesen a la silla de ruedas para vivir la experiencia y conocer de primera mano las dificultades a las que se enfrentan quienes viven de esta forma.

Se encontraron con baldosas rotas y con la dificultad de andar en silla por zonas de arena, como las contiguas al templete de la Vega. «No es fácil, duelen los brazos y te quedas atascado, además de que tienes que sortear a la gente», comentaba Francisco, uno de los participantes.

Rachel Hurtado, encargada de la formación, destacó la relevancia de un proyecto que «nos pone en la piel de otro». El acto acabó con una foto de familia del grupo, posando con un lema universal: ‘Todos iguales, todos diferentes’.