El difícil reto de vivir lejos de la casa de los padres

Álvaro de la Paz
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La mayor parte de los jóvenes veinteañeros de la región no se ha emancipado y continúa en el domicilio familiar. El paro, los bajos salarios y la falta de oportunidadeslaborales explican esta situación

La precariedad y la temporalidad en el empleo hace que para la mayoría de los jóvenes de la región la emancipación sea una quimera. - Foto: Ana M. Dí­ez

El último Observatorio de Emancipación publicado por el Consejo de la Juventud de España certifica las dificultades que encuentran los jóvenes de Castilla-La Mancha para poder emprender un proyecto vital propio. La mejoría en los principales indicadores económicos, ininterrumpida desde 2014, ha favorecido el descenso del paro en estas franjas de edad, aumentando las posibilidades de contratación y disminuyendo el riesgo de pobreza. Sin embargo,  el repunte de la riqueza no se ha traducido en un cambio significativo en el ámbito de emanciparse: abandonar el hogar familiar para fundar uno nuevo sigue siendo tan difícil como en el peor momento de la crisis.

La reducción de la tasa de paro juvenil, categoría en la que España tuvo uno de los peores datos de la Unión Europea y Castilla-La Mancha uno de los peores en el conjunto de la nación, ha permitido la incorporación de miles de jóvenes de la región al mercado laboral. Sin embargo, «la creación de empleo, leve pero continuada desde 2016, no ha ido acompañada de una mejora de las condiciones laborales en las personas jóvenes en el segundo trimestre de 2019», explica el Observatorio de Emancipación. Tener trabajo, por tanto, no se traduce en disponer de una renta suficiente para hacer frente al coste de comprar o alquilar una vivienda independiente.

La realidad de los jóvenes de la región en el mundo laboral viene marcada por la precariedad. Son habituales los salarios bajos, los contratos con fecha de caducidad y la falta de un horizonte estable en el medio y largo plazo. «Junto con un aumento de la temporalidad en la contratación, también han aumentado la parcialidad, la subocupación y la sobrecualificación», incide el Consejo de la Juventud de España. Veinteañeros y treintañeros, dos grupos marcados por su reciente incorporación al mercado de trabajo y por un acceso que coincidió en el tiempo con el epicentro de la crisis, siguen siendo los grandes damnificados.

«Un 47,1% de las personas jóvenes asalariadas en Castilla-La Mancha trabajan en la misma empresa desde hace menos de un año», asegura el informe. Tan elevada proporción, dos puntos por encima de la media nacional, confirma la falta de arraigo del trabajador temprano. Con pocas perspectivas de continuar durante un periodo más extenso en un mismo puesto, y sin un contrato indefinido, las opciones para vivir lejos del abrigo paterno se reducen drásticamente.

La emancipación es para muchos una quimera. «La proporción de personas jóvenes que han abandonado el hogar familiar para instalarse en uno propio continúa siendo muy reducida en Castilla-La Mancha (17,3%), anotando valores por debajo de la media estatal», reza el estudio. Asimismo, «el alquiler como vía de acceso a la vivienda supone la cota más baja del país».

Este cóctel de causas deviene en que la juventud castellano-manchega no puede, salvo excepciones, vivir de forma independiente. Y no tienen un camino claro hacia la emancipación pese a que en la región «se registra el menor valor del coste de acceso tanto en compra como alquiler de una vivienda libre para una persona asalariada entre 16 y 34 años».

La emigración se erige como la solución que muchos han de tomar para hallar una estabilidad que en las cinco provincias de la comunidad autónoma no encuentran. «Un 13,7% de las personas jóvenes entre 16 y 29 años y un 25,7% de las que tienen entre 30 y 34 años se ha trasladado a una provincia diferente a la de nacimiento». Rebasada la treintena, uno de cada cuatro castellano-manchegos se ha visto obligado a emigrar lejos de sus orígenes para buscar una vida autónoma. El saldo migratorio con el exterior muestra cómo entre los 16 y 29 positivo llegan más jóvenes de fuera de los que se ven llamados a salir (13,2%). Desde los 30 a los 34, los que se van suponen un 9,3% más que los que vienen.