De Semana Santa con Galdós

L.G.E.
-

A través de la novela 'Ángel Guerra' se puede visitar el Monumento Grande de la Catedral, hacer la ruta de los conventos y asistir a las procesiones que se hacían antes en Toledo

Parte del Monumento Grande de la Catedral se expone en el Museo de Tapices. - Foto: Víctor Ballesteros

Estos días no se puede disfrutar de la Semana Santa toledana en las calles. Pero el centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós nos permite disfrutarla de otra forma, a través de su novela más toledana ‘Angel Guerra’. El autor canario lleva al lector a asistir a las majestuosas ceremonias litúrgicas en la Catedral, a visitar el Monumento Grande, hacer la ruta de los conventos y también a ver alguna procesión. Algunas de las costumbres que relata siguen hoy en día.

El protagonista, Ángel Guerra, es un revolucionario que da un giro a su vida cuando se muere su madre y su hija. Vuelve a Toledo, donde ha heredado un cigarral, tras los pasos de Leré, la antigua maestra de su hija, que se convertirá en su guía espiritual. En Toledo, Guerra descubre su Semana Santa.

Domingo de Ramos. El protagonista asiste el Domingo de Ramos a la «función de las palmas, cuya solemnidad melancólica le embelesó». Siguió la lectura de la Pasión según el evangelio de San Mateo desde el presbiterio de la Catedral. «La liturgia no se contenta con el simbolismo del ritual ordinario, y aspira a producir las desgarradoras emociones del drama. Ángel no quitaba los ojos de los tres sacerdotes que en diferentes púlpitos, y revestidos de alba y estola atravesada, dialogan el texto evangélico, haciendo uno de Cristo, el otro de Evangelista, y el tercero de Turba».

Así lucía el Monumento Grande en la Catedral. Hace más de medio siglo que no se instala.Así lucía el Monumento Grande en la Catedral. Hace más de medio siglo que no se instala. - Foto: FONDO FOTOGRÁFICO CASA RODRÍGUEZEl Miércoles Santo volvió, cuando se leyó la Pasión según el Evangelio de San Lucas. El canto le pareció más hermoso incluso que el del Domingo de Ramos. «Cuando el pueblo, por boca de los seises acompañados de fagot, clamaba: Tolle hunc et dimitte nobis Barabbam.. Crucifixe eum... le faltó poco para perder el conocimiento», cuenta. A los mayores no les sorprenderá, pero es que antes las lecturas eran en latín.

Lavatorio y bendición de óleos. El Jueves Santo se presentaron en la Catedral a las ocho. La festividad In caena domini comenzaba con el lavatorio. «Ya campeaban los trece pobres en el tablado del crucero, vestidos de blanco, con una especie de toalla por la cabeza. Parecían realmente hebreos de los tiempos bíblicos», señala. Después se bendecían los óleos. ««Los curas de todas las parroquias, vestidos de casullas o dalmáticas blancas desfilaban  ante las ánforas entonando tres veces el Ave Sanctum Oleum. El acto resultaba lento, teatral, deslumbrador», apunta, «pero como grandiosidad patética, nada podía compararse a la procesión, con el incomparable himno Pange lingua».  

Monumento Grande y conventos. Después se iba a ver el Monumento Grande de la Catedral, «alumbrado con millares de luces y que fulguraba en el fondo de la nave obscura, entre terciopelos de color sangre cuajada». Precisamente un tío de Leré tenía una cojera porque subido al andamio «para colocar los listones de que pende la soberbia colgadura de sarga carmesí, tuvo la desgracia de marearse y se cayó. Milagro fue que de semejante salto quedara con vida;pero tuvo la suerte... relativa de ir a parar sobre un montón de telas arrolladas, y allí le recogieron con una pierna rota y una mano estropeadísima».  

Después se fue a visitar iglesias de conventos donde se vela el Santísimo, una costumbre que no se ha perdido. «En poco tiempo visitó bastantes iglesias de conventos, con toda la cera de sus sagrarios encendida, las ventanas tapadas para rodear de dulce obscuridad la urna resplandenciente. Algunas ostentaban paño estupendos, tiestos de flores y objetos de peregrino valor artístico», narra, «en todas reinaban un silencio y reposo dulcísimos que infundían la idea de profunda veneración al misterio. ‘Misterio’ decía el centelleo de las luces, formando como una constelación ininteligible; ‘misterio’ la obscuridad muda y las telas moradas que cubrían las imágenes;‘misterio’ los grupos que entraban y salían rezando entre dientes».

Carracas y procesión. Las carracas del campanario anunciaron la procesión del Jueves Santo. Galdós explica su sonido con la tormenta que cae luego ese día, pues «empezó a caer una lluvia torrencial, goterones como nueces que hacían al caer ruido semejante al de las carracas de los campanarios». Guerra vio la procesión subiendo por la calle Trinidad, abarrotada de gente: «Alcanzó a ver sobre la movible muchedumbre las figuras de los pasos, que avanzaban con ese balanceo peculiar de las imágenes llevadas al hombro, sacudiéndose a derecha e izquierda en su rigidez estatuaria».

Matraca recuperada de la Catedral.Matraca recuperada de la Catedral. - Foto: Yolanda RedondoUna tormenta cayó sobre Ángel Guerra en el Valle el Jueves Santo y el viernes lo tiene que pasar en su cigarral, aunque invita a los que trabajan con él en su proyecto que vayan a la Adoración de la Cruz. Por otros capítulos de la novela, se pueden deducir varios aspectos de cómo era la procesión del Viernes Santo.

Armados y Cristo de las Aguas. Se dice que salen guerreros en la procesión del Viernes Santo con armaduras, como se sigue haciendo ahora. También que procesionaban pasos con varias imágenes, incluyendo sayones (los verdugos), pues a un personaje se le describe como un hombre «doblado y rechoncho, de complexión serrana, nariz trompuda y corva, rostro judaico, velludo y sanguíneo a estilo de sayón de los pasos del Viernes Santo».

Más fotos:

El Cristo de las Aguas salía en procesión el Viernes Santo.
El Cristo de las Aguas salía en procesión el Viernes Santo. - Foto: FONDO FOTOGRÁFICO CASA RODRÍGUEZ
Galdós describe el balanceo de las imágenes portadas a hombros.
Galdós describe el balanceo de las imágenes portadas a hombros. - Foto: Yolanda Redondo
Bendición de óleos del Jueves Santo.
Bendición de óleos del Jueves Santo. - Foto: FONDO FOTOGRÁFICO CASA RODRÍGUEZ
La costumbre de visitar los conventos el Jueves Santo para velar al Santísimo se mantiene.
La costumbre de visitar los conventos el Jueves Santo para velar al Santísimo se mantiene. - Foto: David Pérez
Los guerreros armados ya salían en procesión en tiempos de Galdós.
Los guerreros armados ya salían en procesión en tiempos de Galdós. - Foto: FONDO FOTOGRÁFICO CASA RODRÍGUEZ

Pero si hay un protagonista del Viernes Santo, ese es el Cristo de las Aguas, destruido en la Guerra Civil. En su capilla en la Magdalena nunca faltaban velas ni exvotos «de cera entre lazos y cintas». Cuenta que «la cabellera de mujer que le cuelga en mechones por entre las espinas, velando en parte el rostro, en parte cayendo hasta el costado, le hacía más lúgubre, más muerto, más lastimoso».