'La Quinta' embiste y Nacho Torrejón triunfa en Esquivias

Mario Gómez
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'La Quinta' lidió un gran encierro donde casi todos los novillos fueron ovacionados en el arrastre. El sexto recibió una vuelta al ruedo. Raúl Puebla y Daniel Pérez mostraron voluntad y dejaron pasajes lucidos en sus actuaciones

Nacho Torrejón mostró mucho bagaje y cortó cuatro orejas. - Foto: Mario Gómez

Las ilusiones no se almacenan en frascos. Simplemente el ser humano deja volar sus anhelos y trata de materializarlos cuando se da la oportunidad.

Sin duda, las novilladas sin caballos son esas oportunidades, para aquellos que quieren ser torero y sus ilusiones pasan, muchas veces, por ayunas temporadas, o tardes desangeladas de toreo de salón. Por eso es tan importante que el aficionado las respalde, pues a pesar de todos los 'fallos' que puedan tener los noveles, la ilusión todo lo puede.

Esa bisoñez se viste de luces, se acartela para una fecha, trenza un paseíllo y aguarda el miedo hasta que sale el burel.

‘La Quinta’ envió un buen encierro con un sexto de vuelta al ruedo.‘La Quinta’ envió un buen encierro con un sexto de vuelta al ruedo. - Foto: Mario Gómez

Sin duda, si hubiera que reescribir el castellano, 'calidad' cuando a una embestida se refiriese, podría escribirse con 'Q'. Con 'Q' de La Quinta, esa vacada santacolomeña, de animales proporcionados, capas grises y entrepeladas, hocico achatado y defensas armónicas. Esos que cuando se emplean, siguen los flecos de las muletas haciendo surcos en el suelo y que se han hecho un hueco en los carteles de las ferias y en el corazón de los aficionados.

El sábado se acartelaban en Esquivias tres ilusiones aliñadas con el ingrediente de la familia Conradi. ¡Qué gozada!

Nacho Torrejón toreó suave. Muy suave de capa al que hizo tercero. Un animal algo agarradito al piso al que había que citarle de cerca. Tuvo la virtud de manejar perfectamente los tiempos. Los de las tandas, las entre-tandas y la duración global de la faena. Torrejón anduvo despejado de mente y en su segunda novillada de luces mostró que bagaje tiene sobrado. Ideas claras y mano baja, y tratando de llevar al novillo todo lo encauzado posible. Previo metisaca, un espadazo hasta la bola puso en su mano un doble trofeo que saboreó en una calurosa vuelta al ruedo. Al calor de los joviales sones de la música lanceó de salida al sexto. La guinda que redondeó el pastel en forma de encierro que llegó desde Andalucía. Un bravo animal que tuvo los honores póstumos de la vuelta al ruedo, y que valió en reconocimiento a sus hermanos. Entre tanto, Torrejón a lo suyo, componer y correr la mano. El espigado novillero de Pantoja, lo vio claro desde el comienzo del trasteo y no tuvo problemas en apostar en una faena que tuvo mucho eco en los tendidos. Faena en la que logró el acople y que rubricó con una estocada que quiso ser recibiendo, pero que entre que voy yo, y no vienes tú, y luego fuimos los dos, terminó siendo al encuentro, para recibir otros dos apéndices que paseó en compañía del mayoral de la vacada.

El de menos opciones fue el segundo. Un animal que correspondió en suerte a Daniel Pérez y ante el que quiso agradar a los presentes. Desplegó cualidades en banderillas, donde pareó sin apuros y se las vio con un novillo con más duración y ritmo que clase. Por ello quizá lo mejor de una faena que no terminó de coger vuelo, fueron las últimas tandas, donde más aposentados, toro y torero, pudo torear con mayor relajo el novillero de Méntrida. No anduvo certero con los aceros y todo quedó en ovación con saludos. Salió con muchos pies el que hizo quinto y buscaba con codicia las telas por abajo. Desistió de estirarse en el saludo capotero y optó por la efectividad frente a la plasticidad, y se salió hacia los medios tratando de enseñar a embestir al segundo de su lote. Humillación y codicia como cualidades destacadas de un novillo que permitió un toreo más templado de Pérez y que le permitió mostrar un buen concepto, principalmente por el lado derecho, pues a pesar de tomar la izquierda en varias ocasiones, por ahí faltó acople.

Abrió la tarde el novillero local Raúl Puebla. Intentó agradar a sus paisanos y desde el inicio de su actuación trató de hacer las cosas bien. El de La Quinta era un torrente y había que canalizarlo. Era necesario encauzar las embestidas de un animal que repetía con bravura para llegar a buen término. La voluntad no se puede poner en duda, y el hecho de que el animal nunca terminó de dejar atrás el defecto de soltar la cara tampoco. No anduvo efectivo con los aceros y el animal además aguantó la muerte antes de rodar en los medios, lo que dejó todo en ovación con saludos. Ante el cuarto, apuntó y dejó detalles, principalmente ante la complicidad de un animal que derrochó clase y resultó colaborador, aunque sin terminar de humillar. Puso un epílogo muy torero mediante ayudados por altos antes de pasear una oreja, que quizá resultase algo cariñosa.