Editorial

El PSOE fracasa en otra moción de censura marcada por la sospecha de transfuguismo

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El plan orquestado por el PSOE para dar un golpe de mano en los equilibrios del poder autonómico por la vía de un pacto en la sombra con la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, llegaba con pobres justificaciones y en el peor momento posible, cuando todavía los gobiernos regionales están al mando de la cogobernanza para hacer frente a la crisis sanitaria y económica. Pero los extemporáneos propósitos de Pedro Sánchez se desmoronaron la semana pasada en Murcia y fracasaron estrepitosamente ayer. Las Cortes de Castilla y León tumbaron el segundo intento socialista de arrebatar una autonomía al PP, no sin dejar cerrada la puerta a la sospecha de intentos de compra de voluntades y amagos de transfuguismo, como en Murcia.

En Castilla y León solo alguna pirueta o cambio de chaqueta de última hora podría haber logrado que al socialista Luis Tudanca le sirviese el recurso parlamentario de la moción de censura para algo más que para regalarse un fútil mitin de varias horas desde el atril del parlamento regional. Casi desde el preciso momento en que se presentó esta moción, la líder naranja desbarató la posibilidad de intentar aprovechar el envite que le servían en bandeja en Ferraz para desquitarse y desbancar de la Vicepresidencia de Castilla y León a Francisco Igea, quien fuera hace un año su rival en las primarias de Ciudadanos. Y aunque hasta el mismo momento de la votación se mantuvieron todo tipo de suspicacias y desconfianzas sobre intentos de compras de voluntades, alimentadas incluso por el propio Igea en el debate al referir que se sabrán más detalles en breve, entre los liberales no hubo más fisuras que la conocida el pasado viernes de la procuradora María Montero. Ciudadanos puede aquí enarbolar la bandera de la honestidad que enterró en Murcia. «Déjennos morir en paz», exhaló ayer el portavoz naranja en las Cortes autonómicas. Y bien porque los socialistas han querido evitar quedar enfangados como otros en el mercadeo de voluntades o bien porque no han logrado doblegar las necesarias para sus intereses, Alfonso Fernández Mañueco seguirá presidiendo una Comunidad donde el PP gobierna desde hace 34 años, aunque su alianza con Cs ha perdido la mayoría en este camino. 

A falta de librarse la batalla de Madrid, la ciudadanía ha asistido perpleja durante las últimas dos semanas, salvo honrosas excepciones, al dislate de una política que parece más concebida para servir a intereses partidistas y personales que al servicio público. Se equivocarían gravemente quienes no entiendan que la brecha de desafección corre el riesgo de agigantarse si no se concretan medidas, por ejemplo, que impidan la consumación del transfuguismo y si se da el caso que no quede impune. Tampoco estaría fuera de lugar valorar la necesidad de cambiar el procedimiento de la moción de censura cuando a todas luces está condenada al fracaso. La cuota teatral que tiene la política ya está de sobra cubierta.