Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Feliz Navidad

22/12/2021

Un año más el curso del tiempo culmina su recorrido anual con la llegada de la Navidad. Un momento entrañable, evocador, pleno de recuerdos y henchido de ilusiones. Quizá el periodo más bello del año, con sus ritos religiosos y profanos, con sus remembranzas inexcusables de la niñez y las melancolías del recuerdo de los que ya no están. Unas fiestas nacidas de la vivencia profunda de la fe, pero que se han transformado en uno de los momentos más secularizados del año, con unas connotaciones consumistas que desdibujan su autenticidad, el recuerdo actualizado del nacimiento de un niño, en medio de la pobreza y la marginalidad, que con su vida y mensaje cambió la historia, aquel que para los creyentes es el cumplimiento de las promesas hechas por Dios a su pueblo, y para el agnóstico o ateo, una figura que oscila desde el gurú que invita a una ética elevada, al revolucionario que pone en cuestión el orden social.
En cualquier caso, Navidad tiene sentido desde la memoria de la figura polisémica de Jesús de Nazaret. No es, a pesar de la tontería de algunos, una celebración del solsticio de verano –dudo mucho que haya alguien que lo celebre, aunque de todo hay en la viña de Odín-, ni unas asépticas fiestas, como aparece en algunas felicitaciones que son un 'sí pero no', y que cuando me llegan, vía física   -qué bonito recibir aún christmas en formato material- u online, me hacen dudar si se refieren a los Sanfermines o a la Tomatina de Buñol. Navidad es recordar para unos, y hacer anamnesis, es decir, actualización del Misterio, para otros, del nacimiento de Jesús, el hijo de María, el Hijo de Dios para los cristianos, el mayor profeta después de Mahoma para los musulmanes. Ese diluir la esencia de la Navidad a causa de un deseo de no ofender -¿a quién? Porque mis alumnos musulmanes en la Universidad también me han deseado feliz Navidad, como yo les desearía feliz Ramadán o si fueran judíos feliz Pésaj o feliz Hanukkah- no es sino fruto de la ignorancia o de la mala fe. La polémica generada en la Unión Europea hace unas semanas me hace dudar cuál de las dos explicaciones es más plausible, aunque es una buena muestra de la creciente distancia entre las burocracias de Bruselas y la ciudadanía.
La vivencia secular de la Navidad, más allá de lo que uno crea o deje de creer, ha generado un patrimonio impresionante en la cultura europea, manifestado en el arte, la literatura, el folclore o las costumbres. Un legado que es preciso cuidar, conservar, transmitir y enriquecer. De él tomo una deliciosa letrilla de Luis de Góngora, escrita en 1621, con cuyo estribillo quiero felicitarles:
 «Caído se le ha un clavel/ hoy a la Aurora del seno:/ ¡Qué glorioso que está el heno,/ porque ha caído sobre él!»
¡Feliz Navidad! ¡Felices Pascuas!