Niños armados contra el crimen

S. Kaufman (EFE)
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La escalada de violencia en el conflictivo estado de Guerrero ha llevado a la Policía comunitaria a alistar a una veintena de chavales de entre seis y 14 años que se encargan de la seguridad de la zona

Niños armados contra el crimen - Foto: José Luis de la Cruz

En manos de niños y adolescentes, las armas y los fusiles normalmente son de mentira y sirven para jugar. No así en la comunidad de Alcozacán, en el municipio de Chilapa de Álvarez del sureño estado mexicano de Guerrero, donde ahora los menores se han armado para proteger la comunidad.

En los últimos días, el nombre de Alcozacán ha dado la vuelta al mundo después de que una veintena de chavales de entre seis y 14 años fueran presentados como agentes comunitarios.

Armados, uniformados con camisetas de la Policía Local, con el rostro cubierto y el miedo reflejado en sus miradas, los críos se encargan con los adultos de la seguridad en su pueblo.

La Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Pueblos Fundadores (CRAC-PF) ha «reclutado y entrenado» -si caben los términos- a esos menores para que ayuden en labores de seguridad en esta región azotada por grupos violentos. Días antes de que presentaran a estos nuevos agentes del orden, un grupo armado acabó con la vida de 10 músicos indígenas en esa misma región.

Alcozacán, conocida como la Puerta de la Montaña, es popular por sus artesanos, así como por sus usos y costumbres característicos, y ahora también por los pequeños integrantes de la CRAC-PF (la autoridad policial del lugar y de otras 16 comunidades nahuas).

"Se prepara y entrena a estos niños para que, por lo menos, puedan defender a su mamá o a sus hermanitas de un posible ataque", justifica el fundador de la policía comunitaria de la región montaña baja, Bernardino Sánchez.

Ante la creciente repetición de hechos violentos en la región, a la coordinadora no le ha quedado otra opción que "alistar" a estos 20 menores.

Si para los adultos de la comunidad ser parte de esa policía es motivo de orgullo, para los chavales es una enorme responsabilidad y, al mismo tiempo, una posibilidad de supervivencia.

Jaime, un crío de 13 años que hace tres meses comenzó con los entrenamientos junto con sus hermanos, pretende proteger su territorio y, a pesar de su corta edad, se expresa con cierta madurez al valorar su propia vida.

"Me siento algo seguro, sí siento un poco de miedo porque el cargar un arma es una responsabilidad grande", asegura, al tiempo que recuerda que esta actividad es una de las maneras más comunes en su localidad de poner su vida en riesgo.

En el mismo caso está Alexander, un chico que, en comparación con Jaime, «ya se armó de valor» y lo único que le importa es proteger su pueblo. En ambos casos, nadie obligó a los menores a ser parte de la policía, ellos mismos decidieron alistarse.

"Hablé con mis papás, porque no querían, y ya después se animaron, dijeron que sí y ya comencé a entrenar; yo con esta -señala su arma-, me puedo defender de cualquier peligro que haya", asegura convencido.

Estos niños tenían como sueño común llegar a ser maestros, pero la violenta realidad de la región que habitan los alcanzó y ahora lo único que les queda es dedicarse a trabajar el campo y ser integrantes de la CRAC-PF.

"Prefiero traer un arma para que me pueda yo defender porque con el cuaderno no se puede, solo sirve para escribir", subraya, con voz firme, Alexander.

Sin opciones

Según un informe de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) dado a conocer a mediados del pasado mes de enero, en México mueren al día de media 3,6 niños y adolescentes por causas vinculadas a la violencia.

En su análisis anual Infancia y Adolescencia en México, entre la invisibilidad y violencia de 2019, la Red publicó que entre el año 2000 y el cierre de 2019 el cirmen ha alcanzado a cerca de 21.000 críos y jóvenes víctimas de homicidio doloso y a más de 7.000 que han desaparecido.

Guerrero es uno de los estados más pobres y violentos de México. Las oportunidades de salir adelante en Alcozacán son escasas, la educación es un privilegio. Los padres de los ahora niños policías querían un futuro mejor para ellos y no el que ahora les va a tocar vivir.

"Están ahí porque no nos queda de otra, nosotros les damos consejos para que sepan distinguir a la delincuencia; ellos ven que cualquier hombre portar un arma y piensan que son iguales pero para nosotros no", apunta Antonio Toribio, padre de dos integrantes, de nueve y 12 años, respectivamente.

El reclutamiento consta de tres fases. En la primera, se les adiestra con una imitación de las armas fabricadas con madera y en el caso de los niños más pequeños, su "arma" llega a ser de su misma altura. La segunda es patrullar las calles del pueblo y la última es convertirse en policía comunitario de la CRAC-PF.

A pesar de que el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) expresó su rechazo al reclutamiento de menores por parte de grupos u organizaciones armadas, en Alcozacán consideran que esto es una especie de aprendizaje para los niños.

"Esto es para que cuando sean grandes no sean delincuentes, sino que sepan para qué sirven las armas y sepan respetar al prójimo, a sus compañeros, porque se les enseña que las armas no son para amenazar, no es para intimidar, son para respetar la vida", añade uno de los padres.

Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, México registró 34.582 asesinatos el pasado año y 1.875 de estos crímenes tuvieron lugar en el conflictivo estado de Guerrero.