Cuando el novelista se convierte en personaje

EFE
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Joel Dicker, autor de 'El enigma de la habitación 622', se mete en su quinta historia, que arranca en un hotel donde aparece un cadáver. La acción principal transcurre en Ginebra

Joel Dicker - Foto: EUROPA PRESS

Con más de nueve millones de lectores en todo el mundo, Joël Dicker cree que tiene todavía por delante «mucho trabajo» en el oficio de escritor, ya que El enigma de la habitación 622 (Alfaguara) es «solo» su quinta novela editada. «No se trata de si he vendido muchos libros o si me han leído muchos sino de saber hasta qué punto domino lo que trato de hacer. Escribo mejor ahora que en mis primeras novelas, voy adquiriendo oficio, pero sigo pensando que tengo mucho trabajo por delante como escritor», asegura el literato, de 35 años.

Ganador del Premio Goncourt des Lycéens, del Gran Premio de Novela de la Academia Francesa o del Premio Lire, entre otros, Dicker, traducido en 42 países, ambienta por primera vez una novela en su Suiza natal y se introduce en la historia como uno de los protagonistas.

Aunque considera que el confinamiento por la pandemia ha sido menos difícil para sus compatriotas que en otros países, el escritor destaca lo duro que ha sido moralmente para él por ver a la gente que peor lo pasaba: «Y lo que nos queda por ver».

Asegura que está situación le está marcando enormemente porque ha comprobado la «fragilidad» de la sociedad que hemos construido ya que no está preparada para un trauma como el de la COVID-19. Y cree que ha anticipado cuestiones como la de un «ingreso universal» para las personas que se han quedado sin recursos.

También destacó la necesidad de que los Gobiernos intervengan para salvar la cultura, que se ha visto muy dañada por la pandemia: «Solamente la literatura es posible, las librerías han podido reabrir. Pero no podemos permitir que este parón genere la muerte de teatros, cines...».

Tras sus exitosas novelas La verdad sobre el caso Harry Quebert, El libro de los Baltimore y La desaparición de Stephanie Mayer, Dicker ha cambiado de escenario y ambienta su nueva obra en Ginebra. «Desde hacía mucho tiempo tenía ganas de contar una historia que ocurriera en esta ciudad porque nací y vivo aquí, y tenía muchas ganas de compartirla con mis lectores, pero no era fácil porque hay cierta diferencia entre el mundo de lo imaginario y la realidad».

Asimismo, expone que, aunque hay la sensación de que para que un libro funcione hace falta que tenga una «receta», es una mezcla de muchas cosas: «Escribir responde a una técnica, hay que saber escribir, contar un relato, crear personajes y un argumento, hacer que los lectores comprendan lo que uno quiere decir, como cualquier otro oficio. Pero saber qué es lo que hace falta para que una novela funcione es casi imposible».

Dice Dicker que El enigma de la habitación 622 es una obra muy especial para él y, sin duda, la más personal. Empezó como un homenaje a su editor, Bernard de Fallois, tras su fallecimiento, y en él aparece un escritor que se llama Jöel. Una noche de diciembre, un cadáver yace en el suelo de la habitación 622 del Palace de Verbier, un hotel de lujo en los Alpes suizos. La investigación policial no llegará nunca a término y el paso del tiempo hará que muchos olviden lo sucedido. Años más tarde, el escritor Joël Dicker llega a ese mismo establecimiento para pasar allí sus vacaciones, recuperarse de una ruptura sentimental y sobrellevar el duelo por la muerte de su editor, Bernard Fallois.

Aunque Dicker dice que es su alter ego y es ficción, será el lector el que decida si ese personaje, Jöel, es en realidad él o no porque «el que tiene el poder en una novela no es el escritor, sino el lector».

Hay que destacar que algunas de sus novelas han sido adaptadas al cine y considera que cuando uno ha leído el libro no hay que ir a ver la película esperando tener las mismas emociones que has sentido al leer: «Hay que establecer una diferencia entre el cine y la literatura, que son tan diferentes como la carne y el pescado». «El cine es una forma inferior a la literatura en la potencia que tiene porque cuando uno lee una novela, el lector crea o recrea algo y cada uno lo percibe de forma diferente, mientras que una película es la misma para todos».