Garrido y Serrano puntúan con los Murteiras

La Tribuna
-

Comenzó la feria taurina de Añover de Tajo con una seria corrida de Murteira Grave, a la que le cortaron tres orejas. Se cumplieron de manera escrupulosa, todas las medidas sanitarias, guardando distancias, mascarillas y prevenciones a la entrada

José Garrido cortó dos orejas al que cerró el festejo.

Con la noche ya entrada, salía José Garrido ovacionado por los presentes, que no a hombros del coso del ‘Tío Venancio’. Las normativas actuales, impiden que los aficionados se bajen al ruedo y la salida por la puerta grande de Añover se hubiese producido en el primer festejo de la localidad sagreña. La terna tuvo que sortear con un encierro de la ganadería portuguesa de Murteira Grave, que a la postre puso en manos de cada espada un toro potable.

Se abrían las puertas del coso dos horas antes, para dosificar el acceso de público a los tendidos. Filtro de temperatura corporal, higienización de manos y limpieza de los zapatos previos para poder acceder con la entrada preasignada. Organización férrea por parte del Ayuntamiento de Añover, que con su alcalde Alberto Rodríguez a la cabeza, ha sacado a adelante una feria taurina en un año atípico. Al final ha sido el último reducto en la comarca de la Sagra de los amantes del toro, de los animales con seriedad con trapío y con encastes variados.

La jota sagreña en los acordes de la banda de Añover de Tajo recibía a ‘Airoso’ quien levantó la misma ovación que había tenido al desembarcarse el día anterior. Alto, serio y con volumen fue recibido flexionando la rodilla por parte de Garrido por ambos pitones, atemperando en su capa el ímpetu inicial que se relajó hasta mecer su arboladura en la media de rodillas con lo que rubricó el recibo capotero. El torero sabedor de que tenía que tocar pelo doblemente, para ser el triunfador de la tarde, puso al burel de largo al equino y este se arrancó sin pensárselo recibiendo un largo puyazo mientras zarandeaba y empujaba al caballo por el tercio. Quedó bien picado y en el quite a la verónica se le observo la buena condición, pese a lo cual al comprobar el extremeño la entrega del público y las ganas por verle de nuevo ante el picador le puso esta vez más largo, yéndose de nuevo con alegría y recibiendo un segundo puyazo. Otro quite de Garrido, esta vez por chicuelinas precedieron al gran tercio de banderillas realizado por Antonio Cachón. Tras el brindis al tendido, gusto y plasticidad con trincheras por ambos pitones que sacaron al astado al centro del anillo. Tandas en principio cortas con la diestra que hicieron que se fuera afianzando el animal, volvió con la zurda y aquí el toro rompió por bajo a embestir con suavidad. Los finales y detalles de cada tanda fueron muy toreros y de cara a la galería lo que fue haciendo que se metiera a los tendidos en el bolsillo. Profundidad en el final de la faena, tirando largo y por bajo con derechazos arrastrando la franela por el albero añoverano. Se tiró a matar de verdad enterrando el acero entero en lo alto saliendo trastabillado doliéndose del cuello el espada. La petición de orejas fue unánime y los dos pañuelos asomaron al balcón convirtiéndole como triunfador del festejo.

Serrano recibiendo de capa a su primero.Serrano recibiendo de capa a su primero.En su primero, el tercero, un burraco, con menos cara y romana, se puso complicado desde el principio no pudiendo lucirse en demasía José Garrido. Se dobló con el animal que siempre salía con la cara por los aires, sin dejar ligar tandas de calado en el público. Tiró de oficio y pasaportó al toro siendo silenciada su labor.

El segundo triunfador en festejos de la tarde fue el albaceteño Sergio Serrano. Tuvo en el abre plaza un toro cinqueño, hondo, con cuajo y serio para plaza de primera, corroborado por a la ovación que se le propinó de salida al verle por los toriles. Con suavidad lo fue toreando a la verónica por ambos pitones, rematando el comienzo con la revolera correspondiente. Chicuelinas al paso para ponerle al caballo, tras lo cual vino un quite por chicuelinas de categoría, sin enmendarse, clavado en la arena y meciendo los vuelos del capote con las muecas, con una suavidad pasmosa. Dos cambiados por la espalda y dos pases de pecho, como tarjeta de visita con la franela, que luego siguió toreando a media altura con gusto al burel y cuidar que nos e derrumbase y cayese al suelo. Compuso la figura y creó un lienzo entre toro y torero que fue afianzándose a medida que la faena discurría. El toro iba a mas, conjugado con los tiempos y distancias que Serrano le suministraba, fue subiendo la temperatura llegando a niveles altos sobre todo con la muleta en la mano derecha. Por naturales consiguió dos tandas de nota que fueron rematadas con garbo por el manchego. Casi entera y descabello que le valieron para obtener la oreja de ‘Yerba Mate’.

En cuarto lugar, del festejo, sorteó un manso y geniudo animal que canto la gallina en los primeros momentos de la faena de muleta. Con el capote quería más arrollar que embestir, no surgiendo efecto el castigo del varilarguero, Sergio Serrano, se dobló de comienzo con el animal y este al sentirse podido, claudicó toda opción de lucimiento. Estuvo hábil con la tizona y recibió una ovación que correspondió saludando desde el tercio.

El francés Juan Leal, completaba la terna en Añover, y tras devolverle en banderillas a su primer titular, salió ‘Media Luna’, que estaba como sobrero en los chiqueros. Lo recibió con precaución estirándose un par de veces por verónicas. En el encuentro con el picador, derribó al equino, viéndose momentos de tensión que se solventaron al sacar al burel del celo, coleándole. El toro era carente de emoción, un tanto soso, pero con una nobleza que supo aprovechas Leal, toreando con despaciosidad por ambos pitones. Paro el tiempo y la muleta arrastrara más de una cuarta por la arena llevaba cosida el hocico del toro que la tomaba al ralentí. A la faena le faltó emoción, y transmisión a pesar de la voluntad y valor del francés, que enterró el acero al segundo intento, siendo ovacionado por el respetable.

Hay un dicho en el toro que dice que son como los melones, que hasta que no se catan, no se sabe si valen o no. Pues eso ocurrió con el quinto, un sardo que era una pintura, del que todos estaban encaprichados por su imagen exterior, el que protagonizó una larga espera la noche anterior en la desencajonada. Comenzó a tomar con celo el capote que lo meció con soltura Leal hasta llevar al animal al picador, donde recibió un gran castigo en un largo encuentro con el caballo. Al centro se fue el torero, llamando al toro de lejos que se vino como una bala saliendo con la cara por arriba y descompuesta. Desde ahí todo fue la voluntad del espada de agradar y porfiar por ambos pitones en lo debió ser un mero trámite más livianos antes de coger el estoque de verdad. Esa fue otra odisea, pues el animal, pasado de faena y avisado, no dejó al torero enterrar el acero, ya que no humilló ni una vez cuando intentaba hacer la cruz. Al final el toro se echó y el puntillero acertó de manera diligente, para acabar con este amargo trance, siendo silenciado Juan Leal.