Cuando Messi empieza a sonreír

Diego Izco
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El Barça se rehace y recupera al genio, el que le devuelve al equipo licencia para soñar con imposibles. Puede que la nieve sea mala para el espectáculo, pero buena para no olvidar que el fútbol nació en la calle

Cuando Messi empieza a sonreír - Foto: AFP7 vía Europa Press

Leo Messi solo tiene que ser feliz para ser Leo Messi. Necesita una pelota y confianza, ya no solo en sí mismo sino en lo que tiene alrededor. Le falta «gente de casa», le falta «proyecto» (expresiones sacadas de aquella entrevista con Évole) pero le sobra ambición e ilusión por seguir aportando tardes memorables al fútbol. A sus 33 años ha encontrado un nuevo aliado en Pedri, un muchacho de 18 que juega a ese fútbol de magos con una naturalidad impropia de la edad. Los genios se atraen y se alimentan mutuamente. Incluso Griezmann parece otro. Y Dembélé, que ya no se le lesiona. Y De Jong, que ha crecido más cerca de la portería contraria... Todas las desgracias defensivas, donde se rompen los centrales sistemáticamente, quedan enterradas en la sonrisa de Messi. Y el Barça, tal vez engañándose un poquito, vuelve a soñar de nuevo.   

Nieve

Se quejaban miembros del Real Madrid del estado del césped de El Sadar. Decían que no debía haberse disputado el choque... Pero 40 operarios y lámparas de calor echaron el día y la tarde en una Pamplona gélida para permitir que la pelota rodase, botase y se pudiese jugar un partido que no fue bueno para el espectáculo, claro, pero sí para la memoria: este juego nace en patios irregulares, céspedes con socavones y barro y hielo en invierno, en plazas con losetas que resbalan, en lodazales de manual... El fútbol de élite ha llegado a cierto punto de soberbia (recordemos la indignación de Xavi con un «césped alto») en el que parecen haber olvidado de dónde venimos... y que nadie te pondrá una alfombra roja si eres el ‘guapo’. 

 

La fe

En-Nesyri es uno de esos jugadores empeñados en saltarse toda lógica. Marroquí de 23 años, perfil extremadamente bajo (llegó del Leganés para ser el último delantero)... y, sin embargo, una fe inquebrantable en sus posibilidades que le llevan a perseguir balones imposibles o crear tripletes (como ante la Real) cuando nadie lo espera. Otro ‘milagro’ de Monchi.