La «espera» del profesor Heyman, candidata al MEIM2019

Mario G. Gutiérrez
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La reflexiva espera de un profesor universitario de ética en el gueto de Varsovia, da argumento a una trama reflexiva que adaptada al teatro, pugna por el MEIM2019

La reflexión frente al muro del gueto del Varsovia, hilo conductor de la obra - Foto: Mario Gómez

Agosto vine cargado de teatro a Talavera con la sexta edición del Festival Nacional de Teatro que lleva el nombre de la ciudad.

El pasado viernes tuvo lugar la segunda de las representaciones. Tras el éxito de asistencia registrado el viernes 16 en el estreno, con la puesta en escena de ‘Volando voy, volando vengo’ a cargo de la compañía barcelonesa Pura Vida, era el turno de Algazara y Punto, que trajo a escena su último trabajo,  ‘Los dilemas del profesor Heyman’, una obra escrita por filósofo, humanista, politólogo y mediador en conflictos Nicolás Paz Alcalde y recientemente publicada por la editorial La Moderna, en la que un hombre espera frente al muro del gueto de Varsovia. 

La ‘espera’ frente a un muro, sin esperar nada en concreto, pero esperando cualquier cosa a la vez. Rozar la locura desde la plena cordura de saber lo que aguarda al otro lado de un muro, en el que por el mero hecho de ser judíos, la guadaña nazi les quiere cercenar. 

El profesor Heyman, podría ser un personaje salido del teatro de Beckett o de Camus, pero su nombre es Samuel Heyman, antiguo profesor de ética en la Universidad de Leipzig. Ha elegido esperar sin esperanza. 

La obra transcurre entre la incertidumbre de no saber a quién espera, ¿A Dios? ¿A la humanidad? A su alrededor todos se preguntan si está loco, pero pronto se convertirá, a su pesar, en un icono de la resistencia. 

Ambientada en la primera mitad del siglo XX, corre el año 1942 y falta poco para que los nazis empiecen a deportar a los judíos hacia los campos de exterminio. 

La obra en su conjunto, busca la reflexión personal a través de formular preguntas para que el espectador se cuestione cómo actuaría ante las diferentes vicisitudes que se pueden plantear en la vida, ¿Debe la comunidad del gueto dar la poca comida que queda a los niños y enfermos más débiles? ¿O debe, por el contrario, dársela a los más fuertes, aquellos que tienen más posibilidades de sobrevivir y salvarse?.

 ¿Puede una joven embarazada dar a luz en tal mundo? ¿O no tiene más remedio que abortar? ¿Nos queda alguna libertad de elección cuando los acontecimientos nos superan? ¿O ya solo cabe esperar?.

 El espectador no encuentra  en la representación respuestas definitivas implícitas a tales dilemas, puesto que el conductor de la misma, el profesor Heyman no las tiene y lo único que pretende es encauzar a cada persona a cumplir lo que dicte su conciencia, pero lo que sí encontrará será en cambio, una llamada a la empatía con la que atravesar los muros que nos separan de los otros y una invitación radical a dejar de ser espectadores pasivos.

Con esta trama, todos los que  llenaron la Plaza de San Agustín el pasado viernes durante alrededor de dos horas, introspeccionaron en su interior  acerca de las decisiones a tomar en la vida, con esta obra tan controvertida. Además, en este maravilloso enclave, se cuenta con el hándicap de no contar con telón ni camerinos cercanos, sino con el ladrillo visto del liceo de San Agustín, datado en el siglo XVIII y la necesidad de imaginar por parte del público como  único atrezzo posible; en el caso de esta obra, la espera frente a un muro, lo que hace que se acerque sobremanera al teatro antiguo griego.