"En arquitectura, mirar al pasado puede ser contemporáneo"

ADM/ FJR
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Roberto Pietrosanti (L'Aquila, 1967) es el artista que dará forma a Il Giardiano Italiano, la última obra que se incorporará a la Colección Polo con carácter permanente. Se trata de un homenaje a la memoria de su ciudad natal

"En arquitectura, mirar al pasado puede ser contemporáneo" - Foto: VÁ­ctor Ballesteros

Roberto Pietrosanti (L’Aquila, 1967) es el artista que dará forma a Il Giardiano Italiano, la última obra que se incorporará a la Colección Polo con carácter permanente. Se trata de un homenaje a la memoria de su ciudad natal (seriamente afectada por el terremoto del año 2019) que él ha concebido mediante la acumulación en seco, en la línea de Richard Long, de piezas desechadas de barro cocido. Con ellas configurará en el patio de Santa Fe un amplio diseño a partir del giglio florentino (la flor de lis).

¿Cuándo surgió su proyecto? ¿Fue justo después del terremoto que asoló L’Aquila, su ciudad natal, en 2009?

Supe muy pronto que quería darle forma a través de la idea de un jardín. De hecho, durante un tiempo intenté comprar un terreno para instalarlo allí mismo, pero no pudo ser por problemas de licencias. Después conocí a Roberto Polo a través de una amiga común, Barbara Rose, y surgió la posibilidad de integrar mi propuesta dentro de su colección.

¿Qué impresión le causa el conjunto de la colección?

Es muy bella. Pero también muy curiosa: posee la versatilidad de una colección privada, pero la escala de algunas de sus obras y el espacio donde se encuentra situada dan al espectador la sensación de estar en un museo. Yo destacaría también su interés por el arte europeo. Y por conjugar la obra de creadores muy importantes con propuestas de artistas que son menos conocidos.

¿Y el edificio?

Espléndido. Además, el diseño central del jardín será una composición inspirada en el giglio fiorentino -la flor de lis, muy abundante en la iconografía de la Florencia del siglo XVI-, cuya forma es similar a la de la Cruz de Santiago, que aparece por todas partes en Santa Fe [un edificio que perteneció a esta orden militar]. Toledo es muy semejante a algunas ciudades italianas, aunque allí no abunda tanto la minuciosidad decorativa propia de la arquitectura islámica. Me siento muy bien en España, en general. Es un país semejante a Italia, no hay lontananza entre ambos. Además, mis mejores trabajos en materia de museos y exposiciones han tenido lugar aquí.

Dos años después del terremoto de L’Aquila se produjo otro gran terremoto en Lorca, en España. También se perdió aquí un gran patrimonio artístico. En casos como este, surge el debate de si todo debe ser reconstruido o por el contrario es necesario dejar espacios a la contemporaneidad (o, incluso, a la propia ruina). ¿Qué opina?

Es un asunto complejo. Yo me considero un creador contemporáneo, pero al mismo tiempo opino que es necesario preservar el legado de la antigüedad. No existe lo uno sin lo otro. Sufrir un terremoto es enfrentarse a la pérdida de la memoria. Al igual que los edificios, parte de esta queda pulverizada, resquebrajada, sgretolata, como decimos en Italia. Ahora bien: también me parece valiosa nuestra capacidad intelectual para generar arte nuevamente a partir de la ruina. Y hacerlo, además, a partir del propio material de desecho.

La tradición cultural italiana convive con este tipo de propuestas desde hace muchísimo tiempo. ¿Cómo espera que reaccione el público español?

Eso depende siempre de la sensibilidad. No solamente de la del público, sino también de la del artista. Personalmente, siento una gran pasión por la arquitectura y no hago distinciones entre el pasado y el presente. No creo que haya un arte antiguo y un arte moderno: es más, a menudo el pasado se nos revela como más contemporáneo que el propio presente. Tengo el privilegio de estar en un edificio medieval, construido hace muchos siglos, y al mismo tiempo poder aportar una mirada propia de mi siglo. Creo que se trata de un único hilo. Pero no todo el mundo piensa así en Italia, como tampoco lo hará, seguramente, en España...

¿No es la propia Roma, precisamente, una paradoja entre la serenidad del arte clásico y el caos de su presente?

Los habitantes de Roma y todos los italianos, en general, estamos acostumbrados a convivir cotidianamente con lo antiguo. Incluidos los problemas que, hace dos mil años, también se producían. En el caso de Roma, eran los mismos: problemas de tráfico, coste de la vida… Es una ciudad fuera de cualquier escala, inmensa, que parece vibrar, como si hubiera sido construida sobre una base de la que emana una enorme energía.

¿Sucede lo mismo con el Renacimiento, en el que se ha inspirado precisamente para esta obra?

Sí, porque al igual que sucedió en el momento más floreciente de la época romana, existía una misma vocación por construir ideas y realidades en común. Eso provocó una gran expansión del pensamiento: eso que llamamos humanismo y que reunió, en apenas unos kilómetros, a figuras como Miguel Ángel, Rafael y otros tantos más. Eso con independencia de nuestras peculiaridades según la zona de Italia, porque en mi país conviven sensibilidades artísticas muy diferentes, lo mismo que tenemos hasta 3.500 nombres diferentes para el pan. Italia, lo mismo que mi jardín renacentista para Toledo, es un estado fragmentario con mentalidades muy distintas.

Sucede lo mismo en la política italiana, ¿no?

El gran problema de la política en Italia, lo mismo que en el resto de Europa, es el miedo al otro. Se tiene el temor de que unirse es disolverse. Desgraciadamente, cuando los italianos ya pensábamos haber tocado techo con Berlusconi, ahora… Siempre me he sentido afortunado por pensar, por tener una conciencia crítica. Y cuando veo que la masa se mueve por mentiras, por hechos que no se corresponden con la realidad…

¿Y la situación de España? ¿Cómo se ve desde allí?

Los italianos tenemos un dicho que es «tutto il mondo è paese», que significa más o menos que estas cosas forman parte de la naturaleza humana. No conozco bien la política española, pero supongo que pasará algo similar a la realidad de Italia, y es que los políticos van por un camino muy distinto al del resto de la gente. Sucede en Francia, en Inglaterra... Y más en el caso de la cultura. En este sentido, los políticos rara vez van por el mismo sitio que los artistas. Creo que la situación en España es mejor, al menos, desde mi propia experiencia. No veo en Italia planes a medio y largo plazo como los que sí he visto en España. De hecho, en mi país difícilmente habría espacio para la colección de un cubano-estadounidense como Roberto Polo desde la iniciativa privada. Y por parte del Estado, allí, sería directamente impensable.