La Puebla de Montalbán vista por su médico en 1887 (II)

José García Cano*
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El doctor Echevarría hizo una descripción del municipio en la que incluyó las especies vegetales y animales que se daban en término, así como una descripción de las aguas existentes en la comarca, incluidas las medicinales.

Portada del Palacio de los duques.

Dentro de la descripción topográfica que realizó el doctor Echevarría, también incluyó a las especies vegetales y animales del término de La Puebla de Montalbán. Por lo que respecta a las hierbas y plantas que por aquel año 1887 se encontraban en el término cita las adormideras, amapolas, abrojos, acebuches, ajenjo, ajos, albahaca, algarrobas, avena, cambronera, hinojo, madreselva, ruda, tomillo, etc., etc. Y en cuanto a animales entre otros zorros, topos, erizos, comadrejas, garduñas, hurones, cerdos, toros, lechuzas, cernícalos, abejarucos, grajos, urracas, mirlos, abubillas, tórtolas, vencejos, salamanquesas y culebras; de la familia de los anfibios ranas, sapos y salamandras acuáticas. Sobre la descripción de las aguas existentes en la comarca de La Puebla el médico informa que eran abundantes ya que cruzaba muy cerca el río Tajo, además de algún arrojo como el de las Cuevas y el Torcón. Las fuentes también eran numerosas y utilizadas por los propietarios de tierras de labranza. Dentro de la población se encontraban dos de ellas, una con tres caños y la otra con uno, que servían para el abastecimiento habitual de los vecinos, siendo la más antigua la primera de las dos con un caudal de 175.680 litros al día; había otra que denominaban Cañito construida en 1882 y formada por un pequeño pilón de mampostería que se ubicó en la parte sur de la población para abastecer a los vecinos de esta barriada. Las aguas de ambas fuentes eran «inodoras, claras, transparentes» y disolvían perfectamente el jabón y cocían bien las legumbres, afirma el facultativo.

Resaltamos la existencia de ciertas aguas medicinales sulfurosas frías, que Echevarría localiza cerca de la orilla izquierda del Tajo, en la dehesa que denomina del Bosque, propiedad de los marqueses de Berges. El olor que desprendían era señal inequívoca del contenido de azufre en las mismas y de ahí las posibles propiedades curativas de las mismas. Sobre el análisis climatológico de La Puebla de Montalbán destacamos la gran humedad que se registraba desde finales del otoño y durante todo el invierno, aumentando lógicamente en las épocas de lluvias, que normalmente se producían en los meses de noviembre, diciembre y febrero. De media se calculaban de unos 60 a 70 días de lluvia al año, produciéndose también de manera habitual, escarchas, nieblas y nieves. No faltaban tempestades ni lluvias torrenciales sobre todo en los meses de verano. Sobre la demografía y población de la villa en 1879 el número de varones era de 2.680 y el de mujeres 2.645, destacando una persona entre el rango de edad de 91 a 100 años, siendo el rango con más población (757) el comprendido entre los 6 a los 12. Por lo que respecta al estado civil de los vecinos, había 1.373 solteros, 1.290 solteras, 1.169 casados y 1.050 casadas. El número de viudos era de 138 y de viudas 305.

Los habitantes de La Puebla en aquellas fechas poseían buena estatura, estaban bien formados y robustos y predominaba «el temperamento sanguíneo»; la mayoría de las mujeres poseían unos ojos negros y expresivos; llevaban una buena vida y costumbres, y siempre que había oportunidad practicaban la caridad hacia los demás. Había en cambio, algunas carencias por lo que respecta a la educación siendo un tanto por ciento muy pequeño de los vecinos los que sabían leer y escribir, algo que era común en la mayor parte de las localidades de nuestra provincia, debido sobre todo a la temprana edad en la que los jóvenes comenzaban a trabajar.

Torre de San Miguel.Torre de San Miguel.La alimentación (pilar fundamental para una buena salud) era variada y sana en La Puebla; las hortalizas de excelente calidad, entre las que se encontraban los espárragos y los cardillos; en cuanto a las frutas en la localidad se producían uvas, melocotones, albaricoques, peras, higos, melones y sandías. Las bebidas principales eran el agua, el vino (de excelente calidad, por cierto) y el aguardiente que se traía de otras localidades. Apenas había consumo de licores, gaseosas o helados, los cuales en poca cantidad se degustaban en verano. Como ejemplo un jornalero cualquiera de La Puebla, desayunaba con aguardiente para después almorzar con su familia unas sopas que llaman de ajo o patatas, y se marchaba al trabajo. A mediodía consumiría un poco de pan, para luego al anochecer realizar la comida principal, compuesta de lo que entonces se denominaba cocido, formado por garbanzos cocidos con un poco de tocino para darle grasa y en cuyo caldo mojaban primeramente unas sopas de pan.

La base de los alimentos grasos era la carne de cerdo, siendo el pan uno de los elementos imprescindibles en la dieta de aquellos vecinos, a lo que había que sumar las patatas y algunas hortalizas. El ganado que se criaba era sobre todo lanar (5.874 cabezas), al que le seguía el ganado de cerda (582 cabezas) y el menor el vacuno (48 cabezas). Para el control sanitario de la localidad, se contaba con tres médicos cirujanos que asistían a todos los vecinos y vecinas; cada uno de ellos tenía un distrito diferente para atender mejor a la población, los cuales eran cambiados cada seis meses y así iban rotando de distrito. Había dos farmacias que eran regentadas por dos jóvenes farmacéuticos de la localidad. También había un practicante que se encargaba de la cirugía menor, así como de las inoculaciones de vacunas. Igualmente, cuatro veterinarios y un albéitar, ejercían libremente su profesión. Y aún sin tener titulación oficial, una partera asistía a los partos fisiológicos de las vecinas, sirviendo de ayuda al médico correspondiente.

*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.