Después de mantener una reunión en la Casa Blanca con su homólogo mexicano, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sorprendió a propios y extraños con una declaración en la que aseguraba que «los mexicanos son gente estupenda» y «muy trabajadora». Para, un día después, y ya en clave electoral, firmar un decreto para «expandir el acceso de los hispanos a oportunidades educativas y económicas». Parecía que el mandatario comenzaba a tender la mano a los migrantes, contra los que ha recelado desde la campaña electoral de 2016, pero todo fue un mero espejismo. Trump sigue adelante con un plan que limite la llegada de extranjeros al país.

Así, ayer aseguró que está preparando una reforma migratoria para imponer un sistema «basado en méritos» de cara a poder acceder a la ciudadanía estadounidense. Una medida que prevé sacar adelante a través de una orden ejecutiva, de modo que no tenga que depender de la aprobación del Congreso.

Además, en cuanto a su intención de acabar con el programa de Acción Diferida para los Llegados en Infancia (DACA, por sus siglas en ingles), manifestó que se está «haciendo cargo de él». «Van a ser parte de un proyecto de ley mayor sobre inmigración, un proyecto de ley basado en méritos que incluirá DACA», insistió el dirigente, que desde su llegada al poder ha tratado de acabar con ese plan impulsado por su predecesor, Barack Obama.

Además, y aunque fue un tema que evitó tratar con el presidente mexicano en la cita del pasado miércoles, volvió a destacar la necesidad del muro con su vecino del sur, una valla que, a su juicio, no solo ha frenado la entrada de inmigrantes, sino también «una inundación» de coronavirus procedente de una nación donde afrontan «graves problemas».

pena conmutada.