El sorteo más solitario

Agencias-SPC
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La ilusión gana por unas horas a una pandemia que obliga a celebrar un acto sin público por primera vez en la Historia y con restricciones

Los niños de San Ildefonso tenían que llevar mascarilla en todo momento, menos cuando les tocaba cantar los números y los premios de los bombos. - Foto: Eduardo Parra

La diosa fortuna y la ilusión ganaron ayer por unas horas a la pandemia, a pesar de que se lo puso difícil, con un sorteo de Navidad como no se había visto hasta ahora: sin público, con mamparas y los niños con mascarillas, y con un Gordo que se hizo esperar hasta media mañana.

Pasadas las 09,15 horas daba comienzo un acto sin colas a las puertas del Teatro Real y, por tanto, sin público en la platea del coliseo para ovacionar a los 18 niños y niñas de la Residencia Internado de San Ildefonso de Madrid -habitualmente rondan la treintena, pero este año la participación de los pequeños se vio reducida por las medidas de prevención-. 

El protocolo obligó a modificar algunas rutinas. Por ejemplo, las bolas se introdujeron en los respectivos alambres en dos tiempos para evitar el contacto, en lugar de simultáneamente, como se hace normalmente. Un hecho que hizo que el sorteo fuera más largo que de costumbre, con una duración de casi cinco horas, cerca de media hora más que el del año pasado. La suerte la entonaron Unai Barón y Alexander René, aunque la llegada del Gordo estuvo muy lejos del bullicio de otros años. Los niños de San Ildefonso recibieron el calor del reducido grupo de periodistas que pudieron acudir al Real y que hicieron de público al aplaudir y animar a los chavales en una tarea que este año fue más complicada. Y es que el escenario registró los nervios propios de un patio de butacas casi vacío: más de una bola se cayó y alguna voz entrecortada fastidió la buena labor realizada en los ensayos de todo el año. Pese a todo, los pequeños volvieron a cumplir con nota su cometido. En todo momento mantuvieron la distancia de seguridad estipulada e hicieron uso de sus mascarillas, salvo cuando salieron a cantar los números y los premios. 

Manoli (i) y Juan no faltaron a su cita anual, aunque en esta ocasión se tuvieron que quedar a las puertas del coliseo madrileño por las restricciones sanitarias. Manoli (i) y Juan no faltaron a su cita anual, aunque en esta ocasión se tuvieron que quedar a las puertas del coliseo madrileño por las restricciones sanitarias. - Foto: J.J. GuillénNo hubo público, pero no faltaron incondicionales de esta tradición que da comienzo a las fiestas de Navidad. 

A primera hora de la mañana, sin que hubiera amanecido aún, a las puertas del Real se paseaban un hombre disfrazado de obispo de la lotería y una mujer vestida de bombo: Juan López y la segunda Doña Manolita, Manoli Sevilla, que acudieron a su cita anual aún a sabiendas de que este año no podrían enterar en el coliseo madrileño.

Esta era la séptima ocasión que Juan acudía al teatro, pero ayer lo hizo «muy apenado», ya que es muy «traumático no poder entrar», señaló este leonés, a quien le gusta «sentir la magia que hay dentro».

La platea del Teatro Real estuvo vacía y solo un reducido número de periodistas pudo contemplar ‘in situ’ el sorteo y ejercer de público para los pequeños. La platea del Teatro Real estuvo vacía y solo un reducido número de periodistas pudo contemplar ‘in situ’ el sorteo y ejercer de público para los pequeños. - Foto: Eduardo Parra Europa PressManoli lleva siguiendo el sorteo en la platea del teatro desde 2012 y este año, aunque en principio pensó quedarse en casa, al final se puso de acuerdo con Juan para ir a su cita a las siete de la mañana.

La pena inicial por no poder entrar en el Real se convirtió con el paso de la mañana en alegría para Manoli, que se convirtió en una de las protagonistas de la jornada al ser agraciada con uno de los quintos premios -en concreto, el 37.023-. 

El acto fue más largo de lo habitual -casi cinco horas- porque los niños tenían que depositar las bolas en diferentes tiempos para prevenir la distancia social.
El acto fue más largo de lo habitual -casi cinco horas- porque los niños tenían que depositar las bolas en diferentes tiempos para prevenir la distancia social. - Foto: Eduardo Parra Europa Press
«Madre mía, estoy que se me sale el corazón. No puedo creerme que el primer año que no puedo entrar al Teatro Real sea cuando me toque uno de los premios», manifestó Sevilla, de 84 años, quien, tras salir el Gordo, se despidió de la gente reunida a las afueras del Teatro con un «hasta el año que viene» y deseando que la normalidad también vuelva al Sorteo de Navidad.