Sánchez vende España a trozos

Carlos Dávila
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El presidente cede ante los partidos solo con el objetivo último de seguir en la Moncloa y lo continuará haciendo mientras le sea útil para su supervivencia

Sánchez vende España a trozos - Foto: STRINGER

Fíjense: en un solo día Sánchez se abrió en canal para formular tres cesiones fundamentales. Al PNV, que le había amenazado con mandarle (sic) «al carajo» le ha regalado la expulsión de San Sebastián del Regimiento de Infantería Tercio Viejo de Sicilia Número 67, el cuartel de Loyola que era, en resumidas cuentas, la última o la penúltima expresión de la presencia castrense en el País Vasco. El PNV ha conseguido que una parte básica de la Defensa de España en ese territorio quede eliminada. La segunda cesión es toda una agresión no solo al respeto a la organización regional del Estado, sino al propio sentido común; Esquerra Republicana de Cataluña, un partido nítidamente separatista, dará el sí a los Presupuestos gracias a que Sánchez le ha prometido nada menos que la voladura de la región de Madrid ¡como paraíso fiscal! o sea, el Gobierno de la nación y una formación que quiere destruir el sistema, han pactado entrometerse sin decoro alguno en la parte, generalmente el 30 por ciento, que cada autonomía administra de nuestros impuestos. Rendición total al separatismo, venta de España a trozos y por momentos. Tercera cesión: el mismo presidente, que había formado un grupo gubernamental sin Pablo Iglesias para regir los 140.000 millones que Europa nos enviará, eso sí, no se sabe cuándo, ha dado marcha atrás y tras una escandalera descomunal en la que llegó a amenazar con la quiebra del Ejecutivo de coalición, Sánchez se bajó los pantalones ante el leninista y se ha quedado casi como el tesorero del grupo. Como dice un miembro destacado de Podemos a este cronista: «Iglesias le tiene tomada la medida al presunto jefe, le atemoriza y Sánchez se desmorona».

 De esta forma el aún presidente se ha asegurado, con los votos más deleznables, los Presupuestos, o, mejor dicho: su continuidad en Moncloa, que es lo único que le importa a este gobernante desahogado que ha tomado como rehén a todo el pueblo español. Así que como escribió Dante en La Divina Comedia, «Perded toda esperanza», nada se pueda hacer en este momento para enviar a este personaje nefasto a su casa de la que nunca debió salir. Se dispone pues a seguir utilizando todos los resortes del Estado para gobernar a su albedrío de forma dictatorialmente democrática, es decir, con etiología residente en las urnas, pero con actuaciones absolutamente autocráticas. Él y su compañero de viaje en el Frente Popular, Pablo Iglesias, van a pasar el trago de las Cuentas amparándose en toda la patulea que tiene por fin confeso la destrucción del país del que, entre otras cosas, cobran sustanciosos emolumentos. Los sucesores del terrorismo feroz, los secesionistas y los leninistas acompañan a Sánchez en este tenebroso viaje en el que todavía se convocan episodios que disfrazan la realidad iliberal que dibujamos.

 Ahora, de aquí al 14 de febrero, tratan de apañar unas elecciones, las de Cataluña, en las que tienen acordada la siguiente maniobra: «Vosotros -dice Sánchez a sus cómplices de ERC- gobernareis en la Generalidad, nosotros os daremos cobertura y a cambio, vosotros nos la dais a nosotros en Madrid». Ni más, ni menos. Cuando pasen el fielato de los Presupuestos, y al tiempo que se cumple el trámite catalán, los complotados se va a ocupar de desarrollar lo que ellos mismos califican como «agenda social». Un proyecto que tiene dos patas: una, la promulgación de leyes rompedoras de la moral pública: una eutanasia que, en opinión de los profesionales médicos, se parece a un asesinato en masa sin muchos disimulos, un aborto del que podrán disponer incluso niñas de 15 años, y una censura de medios que ellos revisten de fiscalización de la mentira. ¡Ellos! Esta es una pata, la segunda es la reducción del margen de maniobra que cada español tiene consagrado en la Constitución. La Ley Celáa o la posibilidad de que el fisco derribe la puerta de nuestras casas para revolver, como cacos en nuestros cajones, son exponente de este nuevo proyecto para dentro de nada, para el día siguiente en que se apruebe, como se van a aprobar, los Presupuestos.

Un tipo sin principios

Pocos resistentes existen ante tamaña vulneración del bienestar social que este país conquistó en la Transición. Queda el Rey al que estos mismos días han querido situar ya como víctima propiciatoria del maldito virus. Me dicen que Felipe VI permanece al tanto de si las confesiones de lealtad que le ha hecho Pedro Sánchez, tienen, aunque solo sea, un punto de verosimilitud. En algún momento, parece, el aún presidente le ha dicho amicalmente al Monarca: «Oiga, por mí no se preocupe». Desconoce este cronista la respuesta, pero dada su sensible inteligencia no sería extraño que haya puesto entre asteriscos esta contestación. Al final, Sánchez, como recoge el libro sobre Rubalcaba que ayer mismo presentó en Madrid el ex-director de El País, Antonio Caño, es además de todo, un «inconsistente», un tipo sin principios, ni fundamentos que aplica recetas solo cuidando por su conveniencia. Esos días hemos visto (antes lo hemos escrito) cómo él y su Gobierno se han contradicho en solo 24 horas en tres decisiones. Hace un par de semanas, la secretaria de Estado de Defensa proclamaba en el Senado la imprescindibilidad de que el Ejército permaneciera en Guipúzcoa; mentira, ya le han echado. El lunes mismo, el aún presidente aseguraba que él, solo él y los que él dijera, entre los que nos estaba Iglesias, administrarían «nuestros» fondos europeos de recuperación; mentira, ya estaña como intendente de todos ellos el comunista Iglesias. Tampoco hace tanto tiempo de que en el Congreso, el presidente anunciara una revisión de los desahucios para acabar con esta lacra incompatible con el derecho a la propiedad; mentira, ya ha cedido, el propósito se ha ido al garete. 

 El lunes, algunos patibularios de la especulación, bien engrasados en la factoría fake news de Iván Redondo, iban vendiendo por Madrid la falsa especie una remodelación del Gobierno para adecentarlo a los tiempos. Otra falsedad: en Moncloa no se piensa en eso, por más que, según transmiten, los ministros modo Sánchez no se hablen con los del modo Iglesias. Nada de eso es cierto: el día en que Sánchez transmute la realidad de este plurigobierno de incapaces, será, porque a la vera misma de las elecciones, sus compañeros de viaje le quieran acuchillar. Mientras tanto seguirá vendiéndoles a España; a ellos y a los leninistas. Faltan ya adjetivos para calificar esta conducta.