Mabel Lozano: «La trata no es un problema, es un delito»

Á. P. González
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La cineasta toledana, ganadora de un Goya, reclama una legislación adecuada frente a la sórdida realidad que sufren miles de mujeres y lamenta la elevada presencia de clubes de alterne en Castilla-La Mancha

Mabel Lozano: «La trata no es un problema, es un delito»

Antes de que le saludara la gloria del Goya y de que los reconocimientos se hicieran habituales, Mabel Lozano (Villaluenga, 1967) había conocido el sinsabor que dejan los trabajos que no encuentran el eco esperado. En 2005 grabó el primer documental que explicaba la trata de mujeres en España. «Pasó sin pena ni gloria», rememora. Desde aquel inicial Voces contra la trata de mujeres, la cineasta toledana acumula 16 años dedicada a la misma temática. «Poniendo el foco de la cámara y abordando todos los factores que intervienen en la prostitución».

La presencia permanente de la trata en la sociedad es el punto de partida del trabajo de denuncia que realiza Lozano. La cercanía, sin embargo, no ha encendido las alarmas de la ciudadanía. «Y no se trata de paliarlo con medidas, para esto son necesarias leyes, mejores leyes». La protagonista del documental que le ha valido el Goya, Biografía del cadáver de una mujer, era una testigo protegida que pese a su blindaje legal terminó asesinada. Lozano lamenta el «escenario» creado en torno al proxenetismo, una estructura que protege la continuidad de la actividad y daña a quienes se ven obligadas a ejercer la prostitución.

«La trata no es un problema, la trata es un delito», proclama Lozano. Pide «cuidar el lenguaje» cuando se habla de los hechos que se derivan de la explotación sexual de miles de mujeres en España. Es un universo sórdido que como tal se debe presentar. «¿Qué ve la gente? Cuerpos desnudos. Pero de lo que están desnudas es de derechos». La directora sagreña afea la percepción de la trata entre la opinión pública. «La mayor parte de la gente mira para otro lado con total indiferencia». El relato, aún inexistente, es la batalla por dar.

Cuando las inmigrantes son las afectadas, y lo son la mayoría de las veces, la atención decae. La preocupación es todavía menor. «¿Pero quiénes las compran?», se pregunta Lozano. Castilla-La Mancha es un territorio alfombrado de clubes de carretera. La proporción de burdeles según la población es mayor que la de la media nacional. «Hay una carretera que se le llama del amor. Se le dice así porque está llena de puticlubes. Los hay a los dos lados de la vía». Cita también la autovía A-4 o el contorno de Valdepeñas. «Si hay tantos será porque funcionan», concluye.

Lozano defiende su propuesta cinematográfica, una carrera monográfica centrada en la narración de una de las últimas formas de esclavitud que perviven. «El cine no tiene que valer solo para entretener, aunque sea muy importante», dice mientras se declara cinéfila. «Cómo puede ser que en nuestro país se esté matando a prostitutas y que no salga en la televisión ni en las portadas». El Goya al mejor cortometraje documental condecora una propuesta vital valiente, la de la toledana de Villaluenga, y amplifica el grito de auxilio de tantas mujeres sometidas, las miles de anónimas maltratadas contra su voluntad.