Dejadez en el parque de Los Gavilanes

J. Monroy
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En breve este espacio verde se colmará todos los fines de semana de familias, que se encontrarán, si la Junta no lo resuelve antes, con problemas de suciedad y falta de mantenimiento, que afecta incluso a la integridad de los árboles

Dejadez en el parque de los Gavilanes - Foto: VÁ­ctor Ballesteros

No ha llegado todavía la primavera, pero en este año de calores adelantados el parque de Los Gavilanes, en la carretera de Madrid, comienza a notar su acostumbrado aumento de visitantes durante los fines de semana. Familias y deportistas llegan por momentos a colmar unas instalaciones muy usadas, cuyo mantenimiento parece que no está a la altura de las circunstancias. Usuarios de esta zona verde, que pertenece a la Junta de Comunidades, se han puesto en contacto con este diario para denunciar los problemas con la suciedad, la falta de cuidado de los árboles, rupturas en zonas infantiles, pintadas y hasta una preocupante superpoblación de ortigas.

Los problemas comienzan en el propio aparcamiento, que algunos pensaban que podía pertenecer al establecimiento hostelero que cerró allí hace unos años, pero que los denunciantes apuntan que es del mismo parque. Es un basurero. Está totalmente repleto de latas de bebida y botellas, plásticos, papeles, ruedas y hasta alguna multa. Se trata de un espacio muy usado a diario, dado que este es el punto de quedada de grupos de trabajadores que parten juntos fuera de la ciudad. Y la suciedad es preocupante, lo cual dice mucho, apuntan los usuarios, de la administración que no limpia, pero también de quienes ensucian. Luego están las pintadas y la zona de detrás, repleta de restos de poda y broza, amenaza con arder si no se elabora una concienzuda limpieza.

La entrada en sí al parque la pillamos complicada, por los restos de un árbol caído por el viento y retirado solo en parte y un enorme charco de las últimas lluvias. Complicado, por lo tanto, el acceso a los aparcamientos interiores. Son los primeros indicios, junto a una señal metálica en el suelo, que ya marcan el estado del parque. En su día, apuntan los usuarios, han escuchado que se señalizaron otros árboles que podían caer con el viento, pero el hecho es que hoy, si así fue, no lo están. Sí es cierto que en días ventosos, alguna entidad pone una cinta para impedir el paso, pero al poco también desaparece. La realidad es que hay árboles muy altos y finos, que amenazan con caer con una fuerte ventisca. Además, se da otro problema: dado que una de las fuentes de agua carece de desagüe (totalmente roto), el agua cae hacia abajo, creando escorrentías, alguna de las cuales ha dejado al aire las raíces de uno de los pinos sobre el precipicio. Este es al menos el que parece más peligroso.

Los usuarios se temen que cualquier día pueda ocurrir una desgracia en un espacio lleno de niños por momentos, «porque aquí nunca hace nadie nada hasta que ocurre una desgracia». De momento, la Junta «sabe lo que tiene», de ahí que se ponga la cinta; el problema es que no ponga otras soluciones.

Abandono. En realidad, parece que el problema de esta importante zona verde no es tanto el vandalismo (que también, porque el abandono lo llama) como la falta de mantenimiento. Porque «desde que Bono dejó de ser presidente, esto no se cuida». En aquellos años, recuerdan, «estaba fantásticamente, supercuidado, con guarda de seguridad en los dos parques». De hecho, recuerdan que la gran reforma a los parque llegó en aquellos años de mano de la Junta, «y los tenía supercuidados». Pero desde entonces, poco a poco se ha ido deteriorando el espacio.

Se lamentan estos usuarios, por lo tanto, del abandono de un parque «que está genial», con grandes árboles, infraestructuras y bien comunicado. No es que pidan más dotaciones, ni un carril bici, «que ya sería la leche», pero al menos esperan que se mantenga en condiciones.

De las tres zonas infantiles, la primera no está en mal estado. Ya en la segunda, faltan columpios. Pero es la tercera la que está totalmente destrozada, con las maderas rotas, inutilizada para cualquier uso. En todo el parque, las farolas están rotas y sin luz desde hace años. Hay papeleras colmadas de basura sin recoger, otras directamente en el suelo, con la basura desparramada. Por todo el parque se dan maderas arracadas de antiguas estructuras. También llama la atención el estado del antiguo quiosco, inicialmente pensado como establecimiento hostelero, aunque nunca tuvo ese uso. Está lleno de pintadas.

Todavía una sorpresa más recibirá a los visitantes que se acerquen al parque los próximos fines de semana, si nadie le pone solución. Se trata de las muchas ortigas que están creciendo allí sin control y que se convierten en un problema, sobre todo, para los más pequeños y los animales. Y todavía no ha llegado la primavera, en la que es multiplicará, ni el verano donde se secará y puede llevar a un peligro mayor, el de los incendios.