Larga vida a Tolkien

Galena Koleva (SPC)
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El creador de la Tierra Media ideó todo un universo repleto de increíbles paisajes y criaturas fantásticas que siguen fascinando aún a millones de lectores en todo el mundo

J. R. R. Tolkien era muy reservado con su privacidad y nunca llegó a disfrutar de su popularidad.

Todo comenzó con un cuento que un padre, al igual otro muchos, les contaba a sus hijos antes de dormir. Pero pronto, las aventuras de un pequeño hobbit se fueron transformando en una sólida historia en la que se entremezclaban todo tipo de paisajes y criaturas. El resto, ya es historia. Así fue cómo cobró vida la gran mitología de J. R. R. Tolkien, encumbrado como el padre de la literatura moderna de fantasía al hacer resurgir un género que por aquel entonces estaba de capa caída. Ahora, cuando se cumplen 130 años de su nacimiento, su brillante capacidad imaginativa, la misma que ideó el universo de la Tierra Media, está más presente que nunca y sigue fascinando a millones de lectores en todo el mundo.

John Ronald Reuel Tolkien nació un 3 de enero de 1892 en la localidad sudafricana de Bloemfestein, donde vivió hasta la muerte de su padre en 1896. Su familia decidió trasladarse entonces a Sarehole (Inglaterra), un pequeño que cautivó e inspiró a Tolkien en su obra. Allí, el encanto de la campiña inglesa, la forma de vida de su gente, la aldea y su molino de agua y, sobre todo, muchas, muchas horas explorando los bosques junto a su hermano pequeño fueron las inspiraciones que dieron paso después a la Comarca y sus hobbits.

Pero el mundo idílico llegó de pronto a su fin cuando Tolkien se quedó huérfano con apenas 12 años al fallecer su madre. John y su hermano Hilary quedaron entonces al cuidado de su tía Beatrice en un suburbio de Birmingham, un ambiente en el que nunca acabaron de encajar. De hecho, el conocido como Black Contry (país negro) de Inglaterra, con su alto nivel de polución y las enormes chimeneas de las fábricas de la zona, inspiró al británico en su creación de Mordor, la Tierra Oscura que se convirtió en uno de los escenarios clave de su historia.

Ante la infelicidad de los pequeños, el padre Francis Xavier Morgan, un sacerdote católico que ejercía de tutor legal tras la muerte de su madre, decidió buscarles un nuevo hogar en la casa de la señora Faulkner. Fue precisamente allí donde Tolkien conoció a su gran y único amor, Edith Bratt, también huérfana. Ambos se enamoraron perdidamente cuando no eran más que unos adolescentes, quizá ante la necesidad de un afecto que solo ellos entendían y se podían proporcionar.

Y es que, si hubo alguien que inspiró a Tolkien, esa fue Edith. Un verdadero relato de amor que quedó plasmado en sus libros con historias como la de Aragorn y Arwen, o la de Beren y Lúthien. Igual que ocurre en su mundo ficticio de amores imposibles, la relación de John y Edith estuvo plagada de dificultades: el padre Francis se opuso a su relación hasta que Tolkien tuviera 21 años. Debido al aprecio que le tenía al sacerdote, el joven cumplió su promesa y se dedicó al estudio de las lenguas antiguas gracias a una beca en el Exeter College de Oxford. Llegada esa edad, por fin pudo casarse con el amor de su vida, pero el destino volvió a hacer de las suyas. Solo tres meses después, fue enviado a combatir a las trincheras del Somme, en la Primera Guerra Mundial. Allí, las sangrientas batallas marcaron también su vida. Su universo iba tomando forma.

Durante la contienda, el británico contrajo la conocida fiebre de las trincheras, lo que le permitió volver a casa, y al recuperarse de sus heridas, fue contratado como profesor de anglosajón y lenguas medievales en Oxford. Fue en esos años cuando, corrigiendo sus exámenes de literatura, anotó una frase, aparentemente surgida de la nada: «En un agujero en el suelo vivía un hobbit», cita que inspiró las historias que empezó a contar a sus cuatro hijos y que dio inicio a su saga de aventuras con El hobbit.

La historia de Bilbo Bolsón rápidamente se convirtió en un éxito después de que la editorial Allen & Unwin se interesara por su relato infantil tras una serie de recomendaciones y decidiera publicar ese primer libro en 1937. Pronto, la editorial pidió una continuación de su universo, y los magos, orcos, enanos, hobbits, elfos, y todo tipo de criaturas fantásticas llegaron en 1954 con la trilogía de El señor de los anillos. La acogida fue tan grande que La comunidad del anillo, Las dos torres y El retorno del rey dieron paso a un género que resurgió de sus cenizas y que ha inspirado (y aún inspira) a grandes autores como George R.R. Martin, J. K. Rowling o incluso, Stephen King.

Sin embargo, su «pobre prosa», según la Academia Sueca, no pareció ser suficiente para otorgarle en 1961 el Nobel de Literatura, nominado por C. S. Lewis -autor de Las crónicas de Narnia-, con quien mantenía una estrecha amistad. La crítica rechazó así su propuesta al considerar que no estaba «de ninguna manera a la altura de la narración de la más alta calidad».

 

Rechazo a la fama

Si bien Tolkien gozó de gran éxito entre sus lectores, lo cierto es que nunca disfrutó de la fama. De hecho, en 1968 decidió retirarse a la costera Bournemouth, como un intento de huida de la agobiante admiración de su legión de fans, quienes acudían a su casa a altas horas de la madrugada para saber más de la historia.

Tolkien dedicó su vida entera a escribir y vertebrar su Tierra Media a través de relatos cortos, muchos de los cuales no vieron la luz mientras estaba aún con vida. A su muerte en 1973, fue su hijo Christopher quien publicó parte de su legado literario, del que destaca especialmente El Silmarillion (1977), una especie de enciclopedia que va mucho más allá de las aventuras de Frodo, Gandalf, Gollum o Sauron.

Quizá el viejo profesor nunca podría haber imaginado que su legendarium, como se conoce su mitología, es precisamente eso, legendaria. Un legado que ha ido más allá del mundo de la literatura, conquistando también la gran pantalla con las impecables películas de Peter Jackson. En definitiva, una saga que, de seguro, perdurará para siempre.

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