José Luis, víctima de la violencia gratuita

J.M.
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Este vecino de Esquivias perdió el ojo por una paliza tras negarse a llevar a dos jóvenes de fiesta. El acusado pagará con ocho años de cárcel tras reconocer ayer los hechos en la Audiencia Provincial

José Luis, víctima de la violencia gratuita - Foto: VÁ­ctor Ballesteros

José Luis estaba citado ayer en la Audiencia Provincial como testigo y como víctima. Con las gafas de sol puestas, se sentó frente a la puerta de la sección primera a esperar el turno para relatar cómo se torció aquella noche del 14 de septiembre de 2015 que lo dejó tuerto de una paliza. Ajeno a ello, la Fiscalía y las defensas pactaban las penas para los dos acusados, uno de ellos recién bajado del furgón que lo condujo desde una cárcel madrileña al cogollo del Casco Histórico de Toledo. El proceso judicial quedó arreglado con la confesión de ambos y una rebaja del castigo. Y José Luis, esperando. Tanto, que se enteró por la prensa de que su concurso ya no era necesario.

El acuerdo de conformidad alcanzado ayer mismo dentro de la Audiencia Provincial entre las partes condenará a uno de los acusados, Abraham D. T., a seis años de prisión por el delito de lesiones y dos por el robo de uso de vehículo a motor con violencia. De esta manera, la Fiscalía ha rebajado la petición de 12 años y medio de cárcel a ocho. En cuanto al otro acusado, Ismael D. H., se enfrentará a una condena de dos años de prisión por el delito de robo de uso de vehículo a motor con violencia. El acuerdo ha supuesto una rebaja de un año y medio en la petición.

La indemnización no se toca en estos casos y se mantienen los casi 100.000 euros solicitados por la Fiscalía. El escrito de acusación pormenorizaba el porqué de esta cuantía tan alta que evidencia la gravedad de la lesión: 23.500 euros por los siete días de hospitalización y los 304 impeditivos; 52.000 euros por las secuelas, y 22.000 euros por el perjuicio estético.

José Luis, vecino de Esquivias, tomaba una consumición en un bar de Yeles aquel 14 de septiembre de 2015 y se ofreció a los propietarios para comprar unos refrescos y llenar las neveras. Los acusados le pidieron el favor de ir con él en el coche. Así, montaron los tres y, dentro del auto, lo amedrentaron para que les acercara a Illescas. Ante las indicaciones de los dos, paró a la altura de un club y le insistieron para que entrara con ellos. «No se bajaban del coche, y les dije, venga, pensando que en un descuido me iba a escapar». Llegó el momento y, antes de salir del establecimiento, Abraham lo volvió a amenazar y le pidió las llaves del coche. «Me pegó un puñetazo en la nariz y me dejó grogui. Y me dieron un golpe o un botellazo porque oí cristales y quedé sin conocimiento. Me hincharon a patadas en el suelo», relata José Luis.

La víctima fue sacada después del negocio por un tercero. Ensangrentado, buscaba «a tientas» el coche. No lo encontraba porque los acusados se lo habían llevado. Como pudo, llegó hasta las oficinas de la Policía Local hacia las cuatro de la madrugada. Mientras, horas después, los dos individuos devolvían el coche junto al bar de Yeles, entregaron las llaves al dueño del bar e incluso abonaron el dinero que el hostelero había entregado a José Luis para los refrescos. «Utilizaban el coche para irse de fiesta», comenta José Luis para multiplicar lo incomprensible de la violencia empleada.

José Luis esperaba para Abraham una condena similar a la acordada, pero es consciente de que no cobrará «un duro» del acusado. Aun así, confía en que el Estado cubra la responsabilidad civil de casi 100.000 euros. «Para compensar un poquito», dice con las gafas de sol puestas.

Bajo ellas, José Luis oculta el ojo izquierdo vacío por la paliza. Ahora este exjardinero del Ayuntamiento de Esquivias trabaja en una lavandería de Yeles que contrata a trabajadores con minusvalía. «No podría trabajar en otro lado», lamenta. Con un 43 por ciento de discapacidad reconocida, este hombre siente que «no tiene vida, no puedo salir por las noches».

José Luis ha estado atemorizado estos cinco años porque «pueden ir a por mí», como le prevenía la gente. Pero esta víctima tiene otra preocupación en mente: la Seguridad Social no le cubre la prótesis completa del ojo. Tampoco le ha cubierto un psicólogo.

«Me tengo que buscar la vida en Madrid», afirma sobre la adquisición de la prótesis que le aporte estética al rostro con la simulación del ojo que perdió aquella noche del 14 de septiembre.