«Escribo para competir con autores como Cervantes»

SPC
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Con más de 50 años de carrera literaria, la pluma de la keniana Ngugi Wa Thiong'o ha brindado títulos tan célebres como 'Un grano de trigo' o 'El brujo del cuervo', así como numerosos cuentos, memorias y ensayos, además de fundar un periódico

«Escribo para competir con autores como Cervantes»

Tan alto pone el listón de su literatura, que el keniano Ngugi Wa Thiong’o, eterno aspirante al Premio Nobel y leyenda viva de las letras africanas, asegura que quiere «competir» con genios como Miguel de Cervantes.

Esos pensamientos revela un locuaz Thiong’o durante una entrevista en Karen, el frondoso barrio de Nairobi, donde el profesor, como sus paisanos le llaman con cariño, dialoga sobre el huidizo Nobel, su encarcelamiento en Kenia o su querida y maltratada África.

Su vida no ha sido fácil. En 1977, en la Kenia postcolonial, fue detenido y encarcelado sin cargos por sus compatriotas. ¿Cuán traumática fue esa experiencia?

Fui detenido por una obra que hicimos en gikuyu, Me casaré cuando quiera. Fue prohibida por el Gobierno keniano en noviembre de 1977. Y el 1 de diciembre de 1977, policías armados vinieron a por mí a medianoche y me llevaron a la prisión de máxima seguridad de Kamiti.

¿Esperaba usted esa reacción?

No. Fue la cosa más inesperada de mi vida. Jamás pensé que podía ir a la cárcel por mis libros o mi literatura o cualquier cosa. Porque no quería hacer nada malo. Para nosotros, la cárcel era algo terrible.

¿Esa Kenia independiente que le detuvo era su país soñado?

No hay nada tan horrible para un ser humano como ser controlado por otra gente, como los colonos. La independencia abrió una nueva era. Pero una nueva era llega también con sus propias contradicciones y problemas.

Mi crítica tras la independencia es que desarrollamos una nueva clase, de forma que se marginó a los campesinos, la gente corriente que eran la columna vertebral de la lucha armada en los bosques, en las aldeas. Las políticas que aplicamos no significaron el empoderamiento del campesinado en su conjunto. Mi preocupación ha sido la brecha entre la nueva clase social, que no era independiente del Occidente corporativo, y la gente corriente.

En la cárcel decidió abandonar el inglés como idioma de su trabajo creativo. ¿Por qué?

Fui detenido y encarcelado por unirme al campesinado para representar una obra en gikuyu sobre el empoderamiento de la gente.

En prisión, me pregunté por qué ocurría eso. Y me di cuenta de un fenómeno muy interesante: allá donde ha habido un poder colonial, la primera cosa que destruye o controla es el idioma de la gente. El idioma es crucial para el colonialismo y el imperialismo. Y quise escribir una novela en la cárcel en gikuyu como ejemplo de mi resistencia. Y escribí mi primera novela, El diablo en la cruz, en papel higiénico.

¿Cómo se las apañó para escribir un libro en papel higiénico?

Bueno, era el único papel disponible. Entonces ese papel no era tan suave como el que se anuncia hoy en televisión. Aquel papel era un poco áspero. Yo bromeaba con que estaba hecho para castigar a los presos. Era buen papel para escribir.

Estamos en Karen, lugar de reminiscencias literarias al llevar el nombre de Karen Blixen. ¿Qué opinión le merece esa escritora?

Es una buena literata. He escrito mucho sobre ella por el retrato racista que hace de los africanos. Ella amaba a los africanos de la misma manera que amas a una mascota. Los seres humanos quieren a las mascotas siempre y cuando éstas sigan siendo mascotas. Así es como ella quería a los africanos.

Blixen aspiró al Nobel de Literatura. Y usted figura entre los favoritos desde 2010, pero se hace de rogar. ¿Qué pasa con la Academia Sueca?

No tengo ni idea de quién integra el jurado. Sin embargo, hay algo que me agrada mucho y de lo que estoy muy orgulloso: recibo muchos mensajes de todo el mundo, de personas que me preguntan sobre el Nobel. Me desean lo mejor. Lo llamo el Nobel del corazón. Y, de verdad, lo que aprecio es ese Nobel del corazón porque viene del corazón de la gente.

Si se lo concedieran, ¿lo aceptaría?

Sí, ¿por qué no? Especialmente ahora que escribo en gikuyu. Lo aceptaría como un elogio, un gesto hacia las lenguas africanas.

El último autor negro de África en ganar el Nobel fue el nigeriano Wole Soyinka en 1986. ¿Es hora de reconocer a un africano?

La clave para nosotros como escritores, o al menos para mí, es seguir escribiendo. Yo quiero escribir el mejor libro posible. Esa es mi motivación. Si los premios llegan, como reconocimiento, son bienvenidos. Pero yo no escribo para ganar premios. Escribo para producir lo mejor y poder competir con todos los escritores. Yo quiero competir con Cervantes, por ejemplo. O con García Márquez, Shakespeare, Tolstoi... Esos son mis estándares.

África, su gran pasión, sigue con dificultades para despegar como continente. ¿Tiene aún el colonialismo la culpa?

Solo el pueblo africano puede salvar a África. Pero para salvar a África, tiene que tomar el control de sus recursos: su oro, sus diamantes. África debe dejar de ser el donante interno de Occidente. Tenemos que controlar nuestros propios recursos, y entonces podremos interactuar con Europa y el mundo sobre la base de dar y tomar en igualdad.

Hablemos de su última novela, Las nueve perfectas: la historia de Gikuyu y Mumbi.

Es la primera epopeya en gikuyu. Estoy muy orgulloso de eso. Las heroínas son las nueve hijas de Gikuyu y Mumbi (legendarios patriarca y matriarca, respectivamente, de la etnia gikuyu). Hablo de las primeras feministas, un mundo en el que las mujeres no dicen «no puedo hacer esto porque soy una mujer». Creo que si el patriarcado, el colonialismo, el catolicismo y otras cosas oprimen a las mujeres, su liberación será la liberación de todos.

Tras esa obra y a sus 81 años, ¿tiene aún sed de más literatura?

Mi mejor libro es aquel que todavía no he escrito. Durante toda mi vida he buscado ese libro. Espero seguir escribiendo hasta que lo encuentre.