Editorial

El cálculo partidista condena a España a la inestabilidad en el peor momento

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Las Cortes de Castilla y León debaten hoy una moción de censura histórica. La primera desde que se instauró la autonomía. El PSOE intentará conseguir in extremis los apoyos necesarios para arrebatar la Presidencia de la Junta a Alfonso Fernández Mañueco -21 meses después de ser investido presidente gracias al acuerdo entre el Partido Popular y Ciudadanos- y que su lugar lo ocupe el socialista Luis Tudanca. El foco de la política nacional se va a centrar este lunes en una comunidad autónoma gobernada desde hace 34 años por la derecha después de una semana frenética que ha estado monopolizada por el intento fallido de socialistas y naranjas de desalojar del gobierno de Murcia al PP y por el adelanto electoral en Madrid.

La moción de censura es una estrategia legítima para intentar llegar al poder aprovechando los resortes de un sistema parlamentario donde la clave está en lograr los apoyos necesarios para conformar gobiernos, una vez que las mayorías absolutas han quedado reducidas a la mínima expresión. Sin embargo, los últimos ejemplos de mociones no son un ejemplo de transparencia y negociación entre partidos. Su éxito o fracaso depende del capricho de unos tránsfugas. En Murcia, un acuerdo entre las direcciones del PSOE y Ciudadanos terminó en fiasco por la rebeldía de tres diputados díscolos con el cambio de estrategia de la guardia pretoriana de Inés Arrimadas y acogidos en el seno del ejecutivo autonómico. En Castilla y León, en ningún momento han trascendido a la opinión pública conversaciones entre socialistas y liberales para intentar alcanzar un acuerdo que dé lugar a una mayoría que permita el triunfo de la moción. En este caso, el éxito de la misma también depende de aquellos procuradores de Ciudadanos que no estén dispuestos a respetar la disciplina de un partido que lleva semanas acumulando ridículos. Todo ese mercadeo indecente contribuye a seguir agrandando la distancia que separa a la clase política de la sociedad .

Los ciudadanos asisten atónitos e indignados a este caprichoso juego de tronos en medio de la peor crisis sanitaria, económica y social que ha sufrido nuestro país en las últimas décadas. Cuanto más necesaria era la unidad y la estabilidad, los partidos se han ocupado en generar más división y enfrentamiento por sus aviesos intereses en lograr o afianzarse en el poder a cualquier precio. La política, la vieja y la nueva, sale muy mal parada de los últimos acontecimientos. Esa falta de compromiso con el bien común y sus estrategias cortoplacistas solo van a servir para generar más crispación y ahondar en la desafección de los españoles con unos representantes que se han olvidado de sus verdaderos problemas.