Cristian Escribano pide en Illescas vuelos más altos

Dominguín
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La corrida de Pallares que repetía por segundo año consecutivo, tuvo calidad y toros de nota, destacando 'Embustero', premiado con la vuelta al ruedo. El torero de Esquivias cortó tres orejas y salió a hombros del coso illescano

Cristian Escribano. - Foto: José Manuel Lomas

Corrida de toros la celebrada en Illescas, con motivo de sus fiestas en honor a la Virgen de la Caridad en la que la empresa Maxitoro S.L., tuvo que enmendar la terna por una lesión de última hora de David de Miranda. Ocupó su puesto El Cid, viejo conocido de la afición, en la que debutó doce años atrás, donde ha redondeado grandes faenas como las que realizó a toros de Buenavista y José Luis Marca.

Quiso repetir la ganadería la empresa y embarcó un encierro de Pallares, que dio en líneas generales un juego bueno, a excepción del que cerró plaza que fue complicado por un posible reparo en la vista. Al cuarto, ‘Embustero’, herrado con número 40 se le premió con la vuelta al ruedo, tras una ligera petición de indulto. También fueron extraordinarios segundo y tercero del festejo.

El protagonista de la tarde fue el torero local, de la vecina localidad de Esquivias. A la postre paseó tres orejas, teniendo por derecho ganado su salida en volandas del coso de Illescas. Su primer animal, segundo del festejo fue un gran toro, al que recibió por verónicas que gustaron al respetable por su plasticidad y gusto. El astado que era bueno por ambos pitones, humillaba para coger la muleta hasta el final acabando por buscar su querencia natural. No obstante Escribano, lo hizo todo a la perfección, comenzando su trasteo doblándose con el animal, conduciendo sus embestidas embebidas en su muleta y llevándole hasta donde llegaba su brazo. Esto posibilitó que se afianzase el animal y se entregase de lleno al toledano. A nosotros no nos sorprende su clase y su empaque, su variedad y su torería, pero le hacía falta una tarde como la de Illescas, para reivindicar en la plaza y ante los aficionados que estuviesen viendo el festejo por la televisión autonómica, su inmejorable momento. La faena tuvo momentos estelares por ambos pitones, rematando con los aceros lo que empezó con un buen pie. Dos orejas al esportón más que merecidas que paseó entre los vítores del publico asistente.

El quinto de la tarde, segundo de Escribano, fue otra cosa. Pero ante el dio otra dimensión y firmeza que está consiguiendo el torero de la tierra en esta temporada. Muy importante su disposición y el temple que descubrió al público ante un astado que requería que le esperase con los trastos retrasados y aguantarlo, para luego llevarlo todo lo largo que le toro quería. El empeño de Cristian, hizo que fuera cogido y volteado en varias ocasiones, sin consecuencias, valorándole el esfuerzo los asistentes que le pidieron la oreja que el palco concedió al caer el animal en la arena.

Abría cartel, El Cid que fue obligado a saludar al respetable tras romper el paseíllo. El que abrió plaza hizo pasar un mal trago a los profesionales por su posible defecto de visión, pero las manos experimentadas de Manuel Jesús, minimizaron el peligro. Tiene una gran condición de lidiador y de torero poderoso con la muleta, lo que le hizo recetarle una faena cumplidora y aseada. Pudo ser de trofeo el trasteo, ya que le oficio del sevillano acabó metiendo al tendido en el canasto, pero no doblar el animal enseguida, le dejó en una ovación lo que pudo ser su primer trofeo. La oreja si se la llevó del cuarto, el toro del festejo, con el que estuvo bien, pero pudo estar mejor. El toro desarrolló su bravura con prontitud y las embestidas eran claras y firmes. Su siempre prodigiosa zurda, se encargó de hilvanar tandas por bajo, rompiéndose y llevando hasta el no va más al astado. Si hubiese acertado a la primera con los aceros, otro gallo hubiera cantado, pero marró y cuando prendió al animal lo hizo de fea manera, quedando en un trofeo lo que pudo ser más.

Cerraba el cartel Garrido que tuvo un animal boyante, con el que estuvo dispuesto y entregado. Desde que abrió su capote y lo recibió a la verónica, hasta luego tras la suerte de varas con el quite, el extremeño demostró que no venía de paso. El burel desarrolló sus embestidas por bajo, sobre todo por el pitón izquierdo, lo cual supo aprovechar con tandas rebozándose al toro en su cintura. El conjunto de su actuación calo en las gradas que le pidieron la oreja tras desplomarse el animal. No tuvo suerte con el que cerró el festejo pues un problema de visión que fue protestado por todo el mundo al palco que mantuvo al toro en el ruedo. Quiso justificarse Garrido, hasta que llegó la suerte de muerte, donde se le atascó la cosa y no acertó en el animal por más que lo intentaba, al final silencio tras su labor.