Los maestros moteros de los años 60

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La Diputación reconoce por el Día Internacional de los Archivos el servicio dado entre 1957 y 1968 para instruir a los niños que vivían en fincas de la provincia. Los maestros recibían una moto para recorrer los caminos y combatir el analfabetismo

Los maestros moteros de los años 60

La Diputación de Toledo conmemora el Día Internacional de los Archivos recordando en una exposición virtual a los maestros que la Institución llevó a los pueblos más pequeños de la provincia en la segunda mitad del siglo XX para hacer llegar la enseñanza primaria a los niños más alejados de los municipios.

En esta exposición se quiere mostrar el relevante trabajo de los maestros de los años sesenta en la provincia que formaron parte del conocido como ‘Servicio de Maestros rurales motorizados’, a través de más de 50 documentos significativos, en los que se pueden apreciar fotografías de la actividad educativa, con profesores y estudiantes de la época, y otros documentos que muestran el funcionamiento del servicio.

De este modo, la Diputación rinde homenaje a la gran labor de los maestros rurales motorizados que formaron parte del servicio creado en el año 1956 para combatir el analfabetismo en fincas y caseríos agrícolas de la provincia y hacer llegar la educación elemental a los niños que vivían en ellas, así como a los adultos que trabajaban en las mismas.

Los maestros moteros de los años 60Los maestros moteros de los años 60A principios de 1957, la Diputación comenzó esta importante labor en la provincia, dirigida a los niños del campo, que se prolongaría hasta el año 1968, gracias a la vocación de los profesores, a los que la Institución dotó de motocicletas para poder desplazarse a las aldeas, fincas y caseríos y dar clases a quienes no podían acudir diariamente a la escuela.

La carencia de vivienda para el maestro se resolvió con este medio de transporte, convertido en un elemento fundamental para el éxito del programa, ya que permitía al maestro desplazarse en motocicleta desde su lugar de residencia habitual a la finca y regresar a su domicilio al finalizar la jornada, transitando por los caminos polvorientos o embarrados de la provincia.

El objetivo del conocido como ‘Servicio de Maestros Rurales Motorizados’ era facilitar gratuitamente la enseñanza en su grado más elemental a la población alejada más de tres kilómetros de los municipios, cuya situación no hacía posible la asistencia normal a clase, combatiendo al tiempo el analfabetismo en adultos.

Los maestros moteros de los años 60Los maestros moteros de los años 60La enseñanza se impartía en locales y habitaciones de las fincas que sus propietarios adaptaron como escuelas para este fin, dotándolas del mobiliario imprescindible. La Diputación facilitaba el material escolar necesario. El servicio comenzó con 18 escuelas rurales, funcionando en 1957 en las siguientes fincas de la provincia:  «El Castañar» (Mazarambroz), «Bercenuño» (Valdeverdeja), «Majada de la Perra» (Parrillas), «Ventosilla,_(Polán), «El Bravo» (Caleruela), «Machaca» (Oropesa), «Alcubillete» (Burujón), «Alimán» (Ajofrín), «Las dos Villartas» (Escalona), «Monte Jareña» (Belvís de la Jara), «El Espinar (Almonacid); «Los Parditos» (Puebla de Montalbán), «Ontanilla» (Talavera), «Los Pajares» (Santa Cruz de la Zarza), entre otras, para llegar a atender 52 escuelas en 1960.

El Archivo Provincial de la Diputación ha preparado una exposición que permite conocer el ‘Servicio de maestros rurales motorizados’, fundamental en la formación de las generaciones de los años sesenta en la provincia, gracias a los documentos textuales y fotografías del Archivo provincial. Esa muestra puede visitarse en el enlace  https://www.diputoledo.es/global/4/1640/5985.

Los más de 50 elementos reflejan la importante y novedosa actividad educativa realizada por la Diputación en la segunda mitad del siglo XX para acercar la enseñanza básica a los niños y jóvenes, que tenían su residencia habitual en el campo, resultando difícil para ellos acceder al aprendizaje elemental.

La exposición se divide en seis apartados: ‘Presentación’, que desgrana la actividad desde sus orígenes; ‘Fincas y Escuelas’, dedicado a la situación  y peculiaridades de cada uno de esos espacios reservados a la educación; ‘Maestros y alumnos’, con especial atención de los profesores y su labor formativa y los niños a los que se destinaba la educación.

Se completa la muestra con los apartados ‘Material y equipamiento escolar’, donde se muestran cuadernos, tareas y lecciones de las diferentes asignaturas impartidas; ‘Las motocicletas’, con fotografías y modelos de las máquinas utilizadas; y ‘La prensa del momento’, que recoge las noticias divulgativas del éxito de una iniciativa que prestó un servicio esencial de educación en la provincia. En el recorrido, el visitante conocerá el origen del servicio, gracias a la iniciativa del diputado provincial, Miguel Palacios García-Rojo, que consiguió que el Pleno de la Diputación aprobase la creación de un servicio de ‘Maestros rurales volantes’.

La exposición refleja la propuesta apoyada por todos los miembros de la Corporación, que votaron unánimemente a favor de dotar a la iniciativa de los recursos económicos necesarios para acometer esa tarea, que fue llevada a cabo bajo la dirección del entonces también diputado provincial, Luis Moreno Nieto.

Así nació el ‘Servicio Provincial de Maestros Rurales Motorizados’, como puede comprobarse en la muestra, resultado de la aportación económica de la Diputación, el entusiasmo y vocación de los maestros y la colaboración de dueños de fincas y dehesas que cedieron  locales  y el mobiliario indispensable para las clases. Los documentos reflejan las condiciones de trabajo, por las que la Diputación concedía una gratificación a los maestros, les dotaba de la moto si carecían de ella y de combustible, además de hacerse cargo de las reparaciones del vehículo.

En 1960, por ejemplo, la compensación económica por este servicio fue de nueve mil pesetas anuales, y mil pesetas más en concepto de desgaste de la motocicleta cuando ésta fuera propiedad del maestro.

El curso podía comenzar los meses de marzo o de abril y finalizar a finales de noviembre o diciembre. A todos los maestros se les entregaba una ‘Biblioteca viajera’, con 75 libros cada una, para cederlos a las familias de las fincas.