"La cocina se parece al cine porque se hace para compartir"

Juana Samanes
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Agitador cultural. Este realizador francés revoluciona la cocina y las salas con una cinta en donde reivindica la identidad gala a través de la gastronomía

El productor regresa con un trabajo que profundiza en las raíces de los restaurantes. - Foto: Charly Atelier Photographique

De carácter inquieto, el director galo Éric Besnard busca en sus  películas hacer un llamamiento «a la  vista y oído» por lo que convierte cada proyecto nuevo en  un verdadero reto. En Delicioso le interesó investigar sobre el nacimiento de los primeros restaurantes que se crearon en Francia, en los albores de la Revolución Francesa, a finales del siglo XVIII.  

 

¿Le resultó complicado encontrar documentación sobre el que fue el primer restaurante?
Fue fácil  encontrar documentos sobre la creación de restaurantes en el París del siglo XVIII, pero no en provincias. Mi interés por  centrarme en uno fuera de la capital se debe a que ya había movimientos en la época de vuelta a los productos de circuitos cortos, todo lo que está sucediendo hoy del terruño. Además, esos restaurantes de carretera forman parte de nuestros recuerdos infantiles. 

 

¿Qué comida les gustaba a los nobles del siglo XVIII? Lo que se contempla en la película eran banquetes pantagruélicos… 
Hay que comprender que en el siglo XVIII la nobleza no tenía ningún poder político, tampoco militar, así que se aburrían y vivían en el mundo de las apariencias, y en ese escenario entraba la manera de vestir, la caza y la comida. Y, por tanto, se organizaban banquetes para mostrar su poder. Se hacían siempre los mismos platos con el mayor fasto posible. Podían servirse en una comida  entre 60 u 80 platos. 

 

En la película se insinúa que los fogones en el siglo XVIII estaban en manos de hombres. ¿Cuándo entra la mujer en las cocinas?
En la segunda parte del siglo XIX. En el XVIII no había ninguna mujer en la cocina. En la primera parte del XIX se produce una revolución con la instalación de cocinas en las casas. Hasta ese momento solo había en los castillos. 

 

¿El plato que da título a la película y que el cocinero llama delicisieux, que es una especie de pastel de patata y trufa, es un plato de la época o una libertad para la cinta?
Es una ficción mía pero hasta cierto punto, porque es un recordatorio a la patata y a la trufa en el siglo XVIII. 

 

Dado que estamos ante un largometraje culinario. ¿Le gustaba la cocina antes de filmarla?
Sí, pero lo que me gustaba es que todo tiene un sentido cívico y político. 

 

¿Qué fue lo más difícil de realizar de esta película?
De lo que estoy más orgulloso es que se rodó en siete semanas y en pantalla reflejamos las cuatro estaciones del año.

 

Actualmente, se vive un auge de la alta cocina. ¿Fue uno de los motivos para hacer este filme?
A mí me cansa cuando la cocina se convierte en algo elitista, porque yo la concibo como algo para compartir, de ahí el paralelo con el cine. 

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