Justo cuando Marta López pasó de una ambulancia de soporte vital básico a la UVI móvil, el 1 de marzo del pasado año, comenzó la pandemia. Fue un cambio tremendamente brusco.

Llegó un momento en el que el cien por cien de los traslados que se hacían eran por Covid. Los enfermos crónicos y los tráficos desaparecieron, los pacientes tenían mucho miedo de acudir a los hospitales, y el 112 dejó de recibir otros avisos. Todos ellos estaban relacionados con la pandemia. Muchos de ellos, se lamenta, «desgraciadamente, ni siquiera llegábamos a trasladarlos».

Marta dejó de visitar a sus padres tres meses, desde finales de febrero a últimos de junio. Aunque llegó a pensar que era un sacrificio que tenía que hacer por el bien de ellos. Lo peor era «ver que había familias que no podían despedirse de los suyos».

Afortunadamente, Marta quiere reconocer que «es duro todo, pero el trabajo se hace más fácil cuando tienes el apoyo de los compañeros;ves que no estás sola, que hay mucha gente luchando contra esto y sientes un apoyo muy grande y no te vienes abajo». También reconoce Marta el apoyo de la sociedad.

Ahora Marta recuerda que pese a que esto comenzó como una «película de terror, ahora hemos bajado mucho la guardia y eso no viene bien a nadie. Hay que seguir con nuestra vida pero hay cosas que han cambiado y nos tenemos que acostumbrar. No habrá fiestas y reuniones, pero estamos haciendo este esfuerzo para que mañana sí las pueda haber».