Vuelve el antiguo festival de Olías del Rey

Dominguín
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Manuel Escribano, Calita y Álvaro Lorenzo fueron los espadas que desorejaron a los de Vellosino, mientras Curro Díaz y Miguel Zazo se llevaron un trofeo por coleta.

El toledano Álvaro Lorenzo cortó dos orejas en su toro. - Foto: César Erustes

Primaveral tarde la del pasado martes, para acoger la septuagésima séptima edición del festival de Olías del Rey, el segundo con más tradición y solera de España. Sólo la pandemia frenó su celebración en 2020, pero el ayuntamiento oliero, ha vuelto a apostar por la vuelta de los festejos este año a su pueblo. No se han visto los tradicionales encierros muy concurridos siempre, pero la plaza portátil acogió un espectáculo de recortes el domingo y este tradicional evento que tiene gran solera en la zona

Sonaba el pasodoble ‘La Puerta Grande’ y se abría el portón de cuadrillas para que los toreros anunciados en el festival de Olías, cruzasen la arena y cumplimentasen al presidente José Antonio Mellado. Seis animales de Vellosino esperaban en chiqueros, muy flojos de remos que condicionaron las lidias, aunque en el fondo dieron algunas embestidas claras por su nobleza y calidad.

Se abrió de capa Curro Díaz para recibir al primero del festejo con el que se gustó, pero lo mejor llegó con la muleta, donde el jienense destapo su tarro de esencias toreas y encandiló a los asistentes. Suavidad en sus muñecas que al son de la música llevó al castaño salmantino con gusto. Una oreja fue el premio a su labor en Olías del Rey.

Venía de triunfa de la Maestranza sevillana Manuel Escribano. El pasado domingo le cortó dos orejas a un Miura y la moral la tenía por las nubes. A pesar de todo ello, es entrega cada tarde, importándole muy poco el coso donde actúe, y en la portátil de Olías no se dejó nada en el tintero. Tuvo delante una gran res a la que meció de capa de salida llevándole enganchado y rematándolo con garbo. Con las banderillas fue todo un ciclón, colocando tres soberbios pares en todo lo alto del morrillo.  Luego con la muleta la cosa subió de temperatura, tiro por bajo, con temple, con la embestida de la res cosida a sus telas. Los asistentes encandilados querían más y el sevillano les dio más hasta su entrega en la suerte suprema. Dos orejas pedidas por el tendido merecidas que paseo feliz por el ruedo.

Otro que llegó arrollador fue Calita. El matador mejicano, vestido con traje charro para la ocasión desplegó su amplia tauromaquia desde que desplegó la capa. Tiene pellizco u sabor, gusto y empaque. Todo ello combinado en el ruedo fue un espectáculo, donde los espectadores del festival pudieron disfrutar de lo lindo. Cortó a la postre otros dos trofeos merecidos.

El salmantino Juan del Álamo no tocó pelo, le toco el novillo de menos fuerza, pero de mucha clase y calidad. Estuvo cuidándole toda la tarde y consiguió sacarle muletazos de mérito y hondura. Que suavidad en los trazos y que muñecas para dejar algunas auténticas pinturas. Luego la espada le cerró la puerta del triunfo, dejándolo en una ovación.

Álvaro Lorenzo quiso darlo todo, pero de salida no pudo lucirse por la escasa condición del astado. Luego con el trapo rojo ya la cosa cambió, tiene unas muñecas prodigiosas, un temple innato, u concepto del toreo clásico que destapó en sus tandas de naturales y derechazos. Sacó agua de un pozo de agua casi sin fondo, y los muletazos limpios y suaves conectaron con los asistentes. Dos orejas al final del trasteo que premiaron su tesón y entrega ante sus paisanos.

Cerró el festival el novillero Miguel Zazo de Ventas con Peña Aguilera, que dejó una gran tarjeta de visita. Sabe bien usar los engaños y engancha con el público, lo que le vale para triunfar cada tarde. En Olías tiró con firmeza del animal que cerró plaza, por ambos pitones y una oreja fue el premio a una tarde importante para el novillero venteño.