Este año «ha sido horrible y sigue siendo horrible» para Inmaculada Echanove, enfermera en la residencia de mayores Benquerencia, y sus compañeras. Allí lo peor ha sido la tercera ola, «que ha sido un infierno», con muchos muertos entre los residentes y muchos contagios entre los trabajadores.
Inmaculada fue una de ellas. Ha estado tres semanas muy mal, con todos los síntomas, totalmente sola «y con la sensación de que no podía ir con mis compañeras cuando más me necesitaban». Menos mal que días antes dejó de comer y cenar con sus hijos adolescentes, y a sus padres no los ha visto. A su juicio, los contagios no han sido por falta de trajes EPI, sino porque había ya mucha carga viral en el ambiente, con muchos pacientes contagiados «y nosotros hemos ido cayendo, daba igual los medios». Han sido la mitad de las enfermeras y el médico.
Después de quince años en la residencia, Inmaculada considera como suyos a sus pacientes, muchos de ellos crónicos, y lo ha pasado muy mal cuando se han muerto en esta tercera ola.
«Ha sido horrible porque, por más que hacías, se te morían», se lamenta. Ha habido turnos en los que se han muerto tres o cuatro personas y las enfermeras veían que a pesar de sus esfuerzos, no podían impedirlo. A partir de ahí, además, las familias no se han podido despedir. Algunas familias con otras personas a cargo, no han acudido a despedirse «y nosotras veíamos que se morían solos y no podías hacer más».