«Muchas mujeres se mueren sin decir a quién aman»

I. G. Villota
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'No es mi amiga, es mi novia'. 'No compartimos piso, tenemos una relación'. Realidades que se quedan en pensamientos, porque muchas mujeres lesbianas no se atreven a pronunciar estas frases.

Sofia es activista de la asociación ‘Bolo-Bolo’ de Toledo. - Foto: Yolanda Lancha

Ocurre sobre todo en el mundo rural. En los pequeños pueblos. Todos hemos conocido a esa mujer que vive con su amiga, o se ve con su amiga, pero nadie pone el nombre a lo que ocurre entre ellas. Ni siquiera las protagonistas. Esta es la historia a la que pone cara Sofía, activista de la asociación LGTBI ‘Bolo-Bolo’ de Toledo. No es su caso personal, pero quiere arrojar luz sobre una realidad que existe y que se esconde. «Muchas mujeres se mueren sin decir a quién aman y muchas lo van a seguir haciendo, lamentablemente», sentencia. 

Una realidad «triste y dolorosa», comenta Sofía, quien indica que este es uno de los motivos por los que las semanas del ‘Orgullo’ tienen que seguir existiendo. La reivindicación no puede parar y hay que tomar las calles de nuevo como lo hace el 8-M, reivindica. «Yo nunca me he callado, desde pequeña expliqué a mis amigas primero y a mi familia después lo que sentía. Pero las mujeres, especialmente en los pueblos pequeños suelen esconder sus relaciones tras la palabra ‘amiga’. Te rompe por dentro tener que esconderte, no vives plenamente, no naturalizas los afectos», alerta. 

Ella nació en Los Cortijos, un municipio de Ciudad Real que no llega al millar de habitantes. Cuando tenía 14 años, en una reunión entre amigas, explicó que no se sentía atraída por ningún chico, que era lesbiana. «Nadie se sorprendió. Dijeron que ya lo sabían y seguimos jugando al parchís con naturalidad», bromea. Una naturalidad que se convierte en una ayuda pero que no reconforta. «Ellas hablaban todo el rato de chicos y yo no tenía a nadie que me entendiese del todo». También le faltaban referentes. Mujeres que hablasen de sus relaciones lésbicas. Ahora eso ha cambiado un poco, aunque se sigue cayendo en el tópico, avisa.

Después se marchó con su familia a Toledo y fue aquí donde habló con ellos. La respuesta también fue positiva, algo que esperaba en el entorno tolerante que se ha criado. Sin embargo entiende que las mujeres que viven en  entornos de campos, en micromundos más alejados de ciudades, tengan la necesidad de marcharse de ellos. «Muchas se van a Madrid, y me parece normal porque yo lo estaba deseando. Vives con mayor plenitud», sostiene. 

Sofía cuenta que son las propias mujeres lesbianas las que «nos invisibilizamos cuando hablamos de ‘amigas’ y no de pareja», aunque no responsabiliza a aquellas que no lo hacen porque carecen del respaldo y la seguridad necesarias para hacerlo. «Es un mecanismo de defensa, aunque nos estamos perjudicando». 

Hace poco tiempo ella vivió una relación así. La que era su chica no había salido del armario. «No estaba preparada y eso nos hacía daño a las dos. A ella mucho, pero a mí también. Es duro vivir de puertas adentro y esta es la historia del colectivo LGTBI», confiesa. 

Defiende que el colectivo debe hacer un esfuerzo por construir un discurso que no solo sea gay, algo en lo que tiene mucho que decir la corriente feminista. Y es que las lesbianas y las personas trans no encontraron su encaje dentro del primer movimiento homosexual hace 40 años y hoy todavía tienen ese reto pendiente, considera. 

«La mujer ha sido relegada a lo privado. Los afectos de la mujer han quedado en un segundo plano. Hemos tenido un papel de cuidadora y reproductora. Así que en el caso de las lesbianas... ¡imagínate!», exclama. 

Por eso entiende que «la principal revolución que debemos hacer las bolleras es mostrarnos, mostrarnos al mundo tal y como somos», recalca. 

Sofía invita a gais, lesbianas, trans, heteros, bisexuales, a todos, a vivir una «semana muy bonita» que, según su criterio, debe ser festiva pero también reivindicativa y formativa. «La educación es la clave, como en casi todo. Ahora no podemos entrar en las escuelas, y creo que hay temas de los que hablar desde bien pequeños y no con 18 años cuando la gente ya está hecha un lío y puede haber sufrido mucho».  

Hay una noticia que se ha clavado en su corazón. Se lo esperaba, pero no ha dejado de hacer daño a esta activista. Se trata del rechazo de Vox Toledo a que la bandera arcoíris cuelgue de la fachada del Ayuntamiento. «Se muestran en contra de los derechos humanos, no lo entiendo, esto no es algo privado. Al final de todo estamos hablando de machismo, en mayúsculas, y eso hay que combatirlo», sentencia.