Dolores del Río en Toledo

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La actriz mexicana, la primera gran estrella latina de Hollywood, visitó Toledo a mediados de 1952 acompañada por los cineastas Édgar Neville, José López Rubio y Antonio Momplet

Dolores del Río en Toledo

Adolfo de Mingo / toledo

La actriz mexicana Dolores del Río (1904-1983) ha pasado a la historia del cine como la primera gran estrella latina de Hollywood. Su exitosa carrera durante la época muda, su romance con Orson Welles y su participación en algunas de las mejores películas del cine mexicano la convirtieron en una de las actrices más carismáticas para el público de habla hispana durante los años cuarenta y cincuenta, cuando interpretó títulos tan emblemáticos como María Candelaria (1943) y Bugambilia (1945), ambas dirigidas por Emilio ‘el Indio’ Fernández.

En 1952, cuando realizó una breve visita a Toledo, alojándose en el Cigarral de Marañón, estaba inmersa en diversas adaptaciones de Galdós y Benavente, como La Malquerida (1949), nuevamente a las órdenes del Indio Fernández, Doña Perfecta (Alejandro Galindo, 1950) y Señora ama (Julio Bracho, 1954), que habría de sufrir problemas con la censura. El motivo de su viaje a España, país que no visitaba desde 1928, fue ser madrina de un hijo del director y guionista gaditano Antonio Momplet Guerra (1899-1974), recién regresado tras una larga temporada trabajando en Argentina y México. 

La revista Primer Plano recogió algunos detalles de su estancia en Madrid, El Escorial y Toledo. En la capital visitó Chicote, Botín y el Museo del Prado. Durante su visita contó con dos excepcionales guías, ambos cineastas y conocedores del primer Hollywood, donde a ambos les unió, como también a la propia Dolores del Río, su amistad con Charles Chaplin: José López Rubio (1903-1996), también dramaturgo -acababa de obtener el Premio Fastenrath- y Édgar Neville (1899-1967), uno de los mejores directores españoles de mediados del siglo XX. Con ellos conoció Madrid y viajó a Toledo, en compañía también de Antonio Momplet.

«Los pasos de Lolita (Dolores del Río) dejan huellas...» fue el titular que acompañó al reportaje que reproducimos aquí, realizado fundamentalmente por Foto Saiz. «La ciudad más representativa del itinerario espiritual de Dolores ha sido Toledo», manifestaba el breve comentario de su visita. «El ambiente es como yo lo imaginé», aseguraba la actriz mexicana, que visitó la Catedral y la Casa del Greco, posando también para el fotógrafo en el Valle (abajo): «Imágenes para un álbum de primavera: un cielo muy azul y al fondo, Toledo, todo ocre. El plano posee la impresionante belleza de un fotograma cinematográfico». Así mismo, visitó la Venta de Aires y el Cigarral de Marañón.

Curiosamente, su visita se produjo en las mismas fechas en que otro icono del cine mexicano, Pedro Armendáriz (1912-1963) -con quien Dolores del Río había coincidido en María Candelaria-, se disponía a filmar El tirano de Toledo (1953) bajo la dirección de Henri Decoin. Según el periódico El Alcázar, el actor «intentó localizarla por todas partes, pero no dio con su paradero». 

«Ella se lo perdió -continuaba el diario toledano, un tanto picado por no haber tenido la exclusiva de la visita-, pues los cocineros del Carlos V [principal establecimiento hotelero de la ciudad en esas fechas y tradicional alojamiento de gentes del cine], en atención a ella y a su compañero, les habían preparado un plato típicamente mexicano, del que Armendáriz hizo luego grandes elogios».