La población de la provincia creció en más de 7.450 residentes en el último año, desde los 687.391 vecinos de 2018 hasta los 694.844 contabilizados el 1 de enero de 2019. Se trata de un aumento notable, superior al 1% porcentual, un dato similar al de Guadalajara y muy por encima de la media española. Este incremento ratifica el atractivo residencial de Toledo. La cercanía de este territorio con Madrid, la buena conexión con la capital nacional y las zonas mediterránea y meridional del país, la existencia de buenas y cercanas oportunidades de empleo y un coste más asequible de la vivienda están detrás del repunte en los padrones municipales. 

El aumento registrado no es, sin embargo, homogéneo en la provincia. Dentro de los más de dos centenares de municipios que la integran hay fuertes desequilibrios que confirman la revisión censal del último año. Tanto la evolución de los últimos doce meses como aquella que abarca la década concluida o los dos decenios pretéritos reflejan la existencia de una Toledo a tres velocidades. En la demarcación que alberga la capital regional hay una amplia porción que se vacía y se corresponde con el oeste y el sur de la misma; otra que resiste y se encuentra alrededor de La Mancha y en aquellos municipios separados por varios kilómetros que mantienen padrones similares a los registrados en las dos décadas del siglo presente; y una tercera parte, al norte de la ciudad de Toledo, que multiplica su población y cuyos municipios han vivido una profunda transformación física que ha cambiado su condición de rural a residencial.

La despoblación amenaza a La Jara y Los Montes y se hace patente en determinados municipios de La Campana de Oropesa y La Sierra de San Vicente. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) reflejan la pérdida continuada de vecinos en estas áreas. Localidades como Los Navalmorales, Los Navalucillos, Alcaudete de la Jara, Lagartera o Navalcán, cinco de las más importantes para estas comarcas, ven menguados sus respectivos vecindarios. La provincia envejece primero y se vacía con posterioridad por el sur y el oeste.

El área de La Mancha toledana, en el cuadrante suroriental del territorio de la provincia, muestra un comportamiento estable sin reflejar cambios muy significativos a lo largo del tiempo. Esta red de agrociudades (un término usado por especialistas geógrafos y representantes políticos), varias de ellas en el entorno de los 10.000 habitantes, favorecen la concentración en los núcleos existentes. La disposición territorial de estos enclaves, alejados entre sí y con términos municipales mucho más extensos que los de otras zonas de la provincia, permiten un desarrollo agrícola e industrial notable. Municipios como Quintanar de la Orden (11.030 censados), Madridejos (10.453), Consuegra (9.998), Mora (9.718) y Villacañas (9.548) son un buen ejemplo de esta realidad. Los pueblos de este rincón de Toledo mantienen su población allá donde las capitales quedan lejos.

La población en el norte de la provincia se multiplica, siendo la comarca de La Sagra el principal foco de atracción. En los márgenes de las autovías A-4, A-42 y A-5, especialmente en los tramos más próximos al límite autonómico con la Comunidad de Madrid, se sitúan las localidades con más tirón residencial. Illescas (28.894 habitantes), Yuncos (11.222) y Seseña (25.835) forman la gran terna sagreña: se trata de tres ciudades a orillas de grandes vías terrestres (la A-42 para las dos primeras, la A-4 para la tercera) que les comunican en poco más de hora con la capital española. La pujanza de La Sagra combina oportunidades laborales endógenas con la cercanía del gran mercado de trabajo de Madrid. Otros municipios como Casarrubios del Monte, junto a la A-5 (5.681 empadronados), Torrijos (13.466) o Fuensalida (11.370) también han incrementado su población.