Un señor de la guerra de hace más de un siglo

Charo Barrios
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Gervasio Posadas firma 'El mercader de la muerte', la apasionante biografía de Basil Zharoff, un peligroso traficante de armas

Un señor de la guerra de hace más de un siglo. - Foto: Daniel Canogar

El escritor Gervasio Posadas parece haber encontrado a un guía perfecto por el lado más oscuro de la Europa de entreguerras, un período prieto de ambigüedades por el que pululan personajes que pedían a gritos ser carne de novela.

El cicerone es un periodista mediocre, José Ortega, ni muy listo ni muy tonto, un tipo bastante normal al que le pasan cosas excepcionales y que le permite dar una visión española de los acontecimientos que sucedían entonces en otras partes de Europa. 

En cuanto a los personajes, Ortega nos desveló primero en los secretos de El mentalista de Hitler, Erik Jan Hanussen, un descubrimiento para muchos; y ahora nos lleva hasta los aposentos privados de El mercader de la muerte, Basil Zaharoff, a cuyo servicio entra como lector de El Quijote

«Nunca se sabe cuáles de las anécdotas sobre este personaje son verdaderas, pero, al parecer, Zaharoff era un apasionado de la obra cumbre de Miguel de Cervantes», dice Posadas. 

Cierto o no, cuando descubrió este dato, se dio cuenta de que la lectura de este libro podía ser un vínculo que podía unir al viejo traficante de armas con un joven periodista español, crear entre ellos un espacio de complicidad y de confidencias.

Por lo que sabemos de Zaharoff, era un traficante de armas sin escrúpulos, implacable con sus enemigos, muy codicioso, que sembraba la discordia y llegaba a provocar guerras para poder vender así sus armas. 

Como todos los grandes comerciantes, explica el autor, tenía un gran encanto personal, hablaba muchos idiomas a la perfección, era muy inteligente y poseía un don para adivinar el punto flaco de sus interlocutores. 

Gracias a su habilidad para corromper, su discreción y sus conocimientos, consiguió hacerse imprescindible para muchos de los dirigentes de la época. Hizo y deshizo conflictos, se enriqueció de forma sideral vendiendo armas, controló la producción de armamento de los aliados durante la Primera Guerra Mundial y, a pesar de todo ello, consiguió casi siempre mantenerse en un segundo plano, fuera de los titulares de los periódicos. Tanto es así que apenas nos quedan cinco o seis fotos de él. 

Para redoblar el interés que su historia personal ya suscita, España marcó indeleblemente la carrera del señor de la guerra.

Durante años, mantuvo una relación ilícita con quien al final sería su mujer, Pilar de Muguiro, hija de uno de los principales banqueros de Isabel II y sobrina de Segismundo Moret, prohombre liberal y presidente del consejo, y casada con un Borbón. 

Por ella el griego-ruso consiguió adquirir una de las principales fábricas de armas española, convertirse en proveedor privilegiado del ejército español y ser uno de los fundadores de La Naval de Bilbao. 

Además, el traficante perjudicó, y de qué manera, a Isaac Peral. Posadas explica que Zaharoff había ganado sus primeras comisiones vendiendo submarinos a vapor que no funcionaban; por eso se interesó enseguida en un proyecto solvente y que utilizaba baterías eléctricas como el de Peral. 

 

Plagios

«Primero intentó comprarle la patente y ante la negativa frontal del español, que quería que nuestra Marina fuera la única en tener su sumergible, Zaharoff trató de copiar la tecnología y más tarde saboteó ¡hasta en nueve veces! las pruebas de idoneidad del submarino. Finalmente, y usando sus contactos políticos, el traficante de armas consiguió que el Gobierno diera carpetazo a un proyecto que habría dado una gran ventaja a nuestra Armada en esos momentos», subraya el uruguayo. Esta es solo una muestra más del modo de actuar de este mercader mortífero al que nadie frenaba. 

Para añadir picante al cóctel, en la novela tiene un papel relevante Carlota de Mónaco. No la de ahora, sino su bisabuela, la madre de Rainiero, una mujer capaz de ponerse el mundo por montera… y de enloquecer a un periodista español que no acaba de creerse su suerte. 

Y es que todo transcurre en el principado monegasco, un sitio glamuroso, pero también enormemente oscuro. Y eso que las tramas más o menos siniestras se pueden tejer ya desde cualquier lado, no hace falta tener un tapete de ruleta cerca... 

Terminamos nuestra conversación volviendo a la obra de Cervantes. «Me temo ?que Quijotes hay pocos y los personajes de esta novela tienen sus propios objetivos, que distan mucho de ser altruistas. Ni siquiera Pepe Ortega, que tiene un fondo noble, está limpio del todo de intereses espurios», señala con convicción el autor de esta apasionante novela. 

Y quien desde luego no lo está es Zaharoff. Es inevitable, admite el sudamericano, que uno se acabe por encariñar con sus personajes, especialmente cuando, como en este caso, se trata de un anciano de 84 años con una vida fascinante y mucho encanto. «Pero hay que recordar siempre que debajo de las arrugas sigue habiendo un traficante de armas despiadado». No en vano, la Historia lo conoce como El mercader de la muerte.