El 65% de los toledanos deportados murió en los campos nazis

Marta García
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El libro-registro de Benito Bermejo y Sandra Checa recoge 271 toledanos deportados. El 87,4% fue trasladado a Mauthausen. No se ha encontrado mujeres de Toledo, pero tampoco se puede afirmar que no las hubiera. El censo continúa vivo

El 65% de los toledanos deportados murió en los campos nazis

Miguel Contador Casas, de Consuegra, fue uno de los más de 235.000 prisioneros que fueron deportados a la imponente fortaleza de Mauthausen y llegó allí en los primeros trenes de españoles el 6 de agosto de 1940 junto a seis toledanos más. A la lista se sumaron 18 días más tarde otros seis más tras un agónico trayecto de cuatro días desde el campo de trabajo de Angulema. Fue el primer convoy de civiles y familias enteras españolas.

El 8 de septiembre también recibieron su número y su pijama de rayas nueve jóvenes de Almonacid, ocho de ellos murieron pasado año y algo en Gusen, uno de los subcampos más mortíferos. En diciembre se repitió la operación con cientos de republicanos, entre ellos 39 toledanos. El tren, el hacinamiento, la desesperación, el cerrojazo y la salida a culatazos de fusil en dirección a la fortaleza volvieron a repetirse.

Varias fechas completan el censo de deportados de la provincia a distintos campos de concentración, una larga lista de, al menos, 271 hombres que ingresaron en distintos campos de exterminio nazi entre 1940 y 1944, según recogieron los historiadores Benito Bermejo y Sandra Checa en ‘El libro memorial’, publicado en 2006 con la colaboración del Ministerio de Cultura. No se descarta que el número de deportados fuera más alto, puesto que muchos españoles perdieron su nacionalidad y buena parte de la documentación se extravió.

Las cifras tienen su importancia más allá del número de registro que recibían los deportados a la llegada a los campos nazis porque han permitido averiguar datos. Gracias a la investigación de ambos historiadores, se calcula que hubo 8.700 españoles prisioneros en Mauthausen, un campo de concentración de categoría III, reservado «a los culpables de acusaciones realmente graves, incorregibles, asociales y convictos por causas criminales, es decir, gente en custodia preventiva, con pocas probabilidades de poder ser reeducada», como explicaba un decreto oficial entonces.

Sin embargo, no fue el único destino de estos 271 toledanos, de los cuales únicamente sobrevivió a la hambruna, las torturas, los trabajos forzados y el gélido invierno un 34,3% de los deportados, de los cuales se especifica en los documentos que 40 de los prisioneros fueron liberados en el KLM (Komando Liberación Mauthausen). El resto, 178 prisioneros, murió a los pocos meses de su llegada, aunque los hubo que superaron los dos años antes de terminar en la enfermería, en las cámaras de gas, en las alambradas o acurrucados en mitad del patio. En los registros no se especifica la causa de la muerte, pero la documentación que se ha conservado desvela hasta 35 formas diferentes de morir en los campos de exterminio. Una de las más repetidas fue gaseando en masa en las propias instalaciones y en vehículos preparados para esta macabra práctica.

En este libro no consta el traslado a los campos de ninguna mujer toledana, aunque tampoco se puede afirmar que no las hubiera porque las investigaciones continúan abiertas. Un equipo de la Universidad Pompeu Fabra, dirigido por Alfons Aragoneses, encontró tres años después datos de otros 450 españoles, entre los que hay castellano-manchegos, tras bucear en archivos de distintos campos de exterminio y en el Internacional Tracing Service de Alemania.

El investigador explicó a La Tribuna las dificultades que existen para sacar a la luz más información porque la Ley de Protección de Datos no permite publicar la afiliación política, las enfermedades y otras informaciones de los deportados hasta pasados 25 años de su muerte. Además, no todos los españoles llegaron a los campos nazis procedentes de las filas de la resistencia francesa contra los alemanes, algunos aterrizaron directamente de Alemania. También los hubo que perdieron su nacionalidad y quedaron registrados como franceses.

A estas restricciones también hay que añadir la pérdida y desaparición de archivos a pesar de que un pequeño grupo de españoles con tareas en la oficina de Mauthausen durante meses consiguió preservar la documentación tanto del campo central como de sus anejos: Gusen, Ebensee, Gunskirchen, Melk, Steyr…

destino. De los 271 toledanos contabilizados por Bermejo y Checa, el 87,4% fue trasladado al campo austríaco de Mauthausen y la mayoría, en concreto 160 toledanos, se desplazó a los pocos meses a Gusen, un hórrido campo satélite situado a cuatro kilómetros. Si bien, no fueron los únicos, ya que en el castillo de Harteim, un campo austríaco que registró más de 18.000 exterminaciones, ingresaron unos 500 españoles procedentes de Mauthausen y de Dachau, entre los que se encontraban 18 toledanos; por Buchendwald sólo tres, como por Wöbbelin. Los registros contabilizan también uno en Linz, otro en Steyr, uno más en Ebensee, dos en Allach y otro en Klagenfurt.

En esta larga lista figuran 107 pueblos de Toledo como lugares de origen de los deportados y llama la atención que algunos de ellos compartieran el mismo tren y destino. Constan nueve deportados de Tembleque que fueron trasladados a Mauthausen el 13 de diciembre de 1940, de los que únicamente sobrevivieron dos. También hubo nueve de Almonacid que llegaron al mismo campo cinco días antes y murieron todos meses después salvo uno de ellos. Y hubo tres toledanos de Villatobas y otros tres de Valmojado que también compartieron fecha y destino.

El hecho de que muchos deportados fueran de un pueblo u otro no garantizaba que los agruparan y transportaran juntos. En el caso de Toledo capital, donde aparecen documentados 22 toledanos, figuran trece fechas distintas en el libro de Bermejo y Checa, aunque algunos de ellos compartieron vagón hasta Mauthausen. Más de una decena sufrió torturas y murió en Gusen.

También Talavera de la Reina se repite varias veces en los registros por la deportación de diez vecinos, el mismo número que los desaparecidos en Menasalbas en 1940. Sin embargo, en el primer caso resalta el cruel destino de tres hermanos apellidados Aceituno Malagón que murieron a los dos meses de su llegada a Mauthausen. Los trasladaron desde el campo de prisioneros de Fallingbostel el 27 de enero de 1941 y fallecieron en Gusen. Guillermo, el más joven, con 35 años, a finales de octubre. Los otros dos en diciembre, Francisco con 40 años y Senén con 38.

El de Talavera de la Reina no es el único caso. La documentación señala a dos hermanos de Aldeanueva de San Bartolomé, Claudio y Fermín Rodríguez Román, que figuran como fallecidos meses después de su llegada. El mismo final corrieron otros dos hermanos de Almonacid, dos más de La Mata, otros tantos de Mohedas de la Jara, de Puerto de San Vicente y de Valmojado. Además, se detalla la deportación de dos hermanos de Mocejón, Domingo y Paulino Pérez Maganto, el primero de ellos liberado; y otros dos, Emiliano y Víctor García Arévalo, de Magán. El segundo sobrevivió a Mauthausen tras cuatro años de infierno.

Las cifras oficiales hablan de 35.218 víctimas mortales en este campo austríaco entre 1939 y 1945. Así constó en los largos juicios de Nuremberg meses después y en el informe del fiscal Dodd que llevó el caso, pero hubo muchos más y parte permanece todavía en el anonimato por falta de documentos.