Una obra gafada

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En 2001 la Junta anunció la creación de una residencia universitaria para 75 alumnos, pero la obra se topó con múltiples problemas

J. Monroy | TOLEDO

Los guías turísticos dan un rodeo para evitar pasar por la céntrica calle de Los Bécquer. A pesar de que se encuentra en pleno centro histórico y muy cerca de varios monumentos, y que se podría convertir en un atajo, no quieren pasar por la que llaman «la calle de los gatos», para no mostrar su suciedad. Y eso que se trata de uno de los primeros viales catalogados como tal en la ciudad, con su historia y su leyenda y edificios importantes.

El número 3 , por ejemplo, es un inmueble de uso residencial levantado en 1857, según los datos catastrales. Cuenta con una superficie construida de 498 metros cuadrados, distribuidos en tres alturas, sobre una parcela de 188 metros cuadrados. Hoy está en semitapiado y en ruina. Su vecino número 5 es un solar sin edificar, que cuenta con una superficie de 135 metros cuadrados.

Ambos forman parte de lo que iba a ser un importante proyecto para Toledo, una residencia universitaria para 75 estudiantes en plena calle de los Bécquer, a doscientos metros de la Catedral y de Zocodover, se ha convertido en uno de los problemas más importantes del Casco histórico. Tras su compra por parte de la Consejería de Educación, el alcalde de Toledo, José Manuel Molina, cedió gratuitamente otros tres inmuebles de carácter municipal a la Junta en septiembre de 2001 para la creación de la residencia.

Una residencia, que iba a contar con 75 plazas en habitaciones individuales y dobles, además de servicio de comedor y zonas comunes, todo ello diseñado teniendo en cuenta las normas de accesibilidad.  La superficie construida serían 2.575 metros cuadrados, de las cuales útiles serían 2.123.

Sin embargo, el proyecto estuvo gafado desde el principio. Hubo que esperar a febrero de 2003 para que con todos los requisitos en regla se pudieran empezar las obras de demolición y consolidación de medianerías. Después llegó la renuncia de la empresa a la que se adjudicó la obra originalmente, cuando comprobó las dificultades que entraña acceder con maquinaria hasta el estrecho callejón. Tiempo después hubo un paréntesis debido a que casi todo el trabajo de desescombro se tenía que hacer a mano. Tampoco se pudo instalar una grúa, lo que de nuevo complicaba el movimiento de material y encarecía el trabajo. Además aparecieron restos arqueológicos, como aljibes y galerías. Más adelante el contratista se plantó tras hacer números. Se produjo un considerable aumento en el precio final del proyecto (de 1,9 a 2,5 millones) que, por ley, obligó a sacar un nuevo concurso. Pero a pesar de la nueva adjudicación, y que en enero de 2011 la reanudación de las obras se anunció como inmediata, el proyecto siguió parado desde entonces.

El tiempo fue pasando. Llegaron las elecciones y los cambios en el Gobierno regional. Se aparcó el proyecto. Hasta este mes de abril de 2013, cuando desde la Consejería de Hacienda se daba luz verde a la venta de estos inmuebles, dando así por cerrado definitivamente un proyecto que ha estado latente durante más de tres legislaturas. Una venta, además, que no llegó a producirse.