Los vecinos de Los Bécquer piden una solución a Sanidad

Justo Monroy
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Denuncian «una infección impresionante», por la plaga de gatos y palomas, a lo que se suma el tráfico de drogas y el botellón

Al inicio de la calle Los Bécquer es el olfato el sentido que alarma en primer lugar al viandante. Ya desde la entrada, hay un fuerte olor a orín de gato, que provoca asco y repugnancia. «Es mucho peor cuando llueve», afirman los vecinos, cansados ya de aguantar una grave situación de insalubridad y que después de llamar a muchas puertas, ninguna administración dé respuesta. En seguida se eleva la mirada y se contemplan los tres antiguos inmuebles propiedad de la Consejería de Educación y del Ayuntamiento, toda la acera de los impares, abandonada y en ruina, poblada por gatos, lugar de encuentro de botellón y consumo de drogas entre basura. Los inmuebles, apuntalados, están a escasos dos metros de las viviendas habitadas de la otra cera, el hogar de unos vecinos que se están cansando ya de aguantar insalubridad, malos olores, palomas, moscas, peleas de gatos y basura. De vez en cuando, alguno de los animales se cuela en su vivienda. En invierno y verano han de tener las ventanas cerradas para evitar el hedor que sale de los vecinos inmuebles. Pero eso no es lo peor. Se temen que cualquier día la basura que tienen al lado de su casa va a salir ardiendo.

Ante esta situación, los vecinos de la calle Los Bécquer y su entorno recurren a Sanidad para tratar de solventar la grave situación de insalubridad en la que viven a causa del abandono de las viviendas destinadas a la residencia. En total, son 38 vecinos los que reivindican «una actuación definitiva en estos solares abandonados para erradicar este gran problema de higiene en la calle y en las propias fincas». Porque tanto el Ayuntamiento de Toledo como la Junta de Comunidades, denuncian, «hacen caso omiso de nuestras numerosas peticiones. La limpieza ordinaria es insuficiente y no resuelve el problema».

«Si no quieren hacer la residencia o se pasan la pelota de unos a otros, por lo menos que tabiquen y nos quiten los animales que hay ahí, porque no son sólo gatos, también son ratas, ratones, palomas, insectos, moscas en verano todas las que quieras, y tienes que cerrar la ventana», explica Yolanda Merchán, que teme que si no es así, sea algún vecino el que al final tome medidas como soltar veneno.

Tras la paralización de las obras de la residencia universitaria, iniciadas a principios de siglo, quedaron abandonados los inmuebles 3, 5, 7 y 9 de la calle. «Desde hace veinte años venimos denunciando los vecinos el abandono de estas casas», explica María del Carmen de la Cruz. Ante la falta de dinero, «eso se ha convertido en un estercolero».

Hay que tener en cuenta, señalan los vecinos, que la calle «es muy típica de Toledo», es decir, tiene metro y medio de ancho. Desde sus ventanas, los vecinos muestran, casi lo pueden tocar, que el inmueble de enfrente está lleno de palomina. Junto a las palomas, manadas enteras de gatos han hecho suya esta parte abandonada de la ciudad. No tienen control de ninguna clase, y sobreviven entre basura, e incluso entre los cadáveres de sus congéneres. De hecho, existen personas que cada día se acercan a dar de comer a los gatos dos veces. Es algo ilegal, se quejan los vecinos, y la Policía lo sabe. Pero de siete a siete y media, una mujer deja allí la comida, y por la tarde otra.

Pero a los excrementos de los gatos hay que sumar el orín humano. Porque la puerta del número tres está abierta y deja el paso a un inmueble imponente totalmente en ruina. A pesar del peligro «allí entran drogadictos y se hacen botellones». El problema es que dentro hacen fuego «y a metro y medio, una chispa puede saltar a una casa y liar una tremenda», advierte Merchán, que además lamenta que no sirve de nada llamar a la Policía y denunciarlo.

No son los únicos problemas. Cuando llueve, el gran terreno baldío se convierte en una enorme piscina. De la Cruz denuncia las humedades que se están comiendo las viviendas vecinas hasta el segundo piso ya. En verano, las moscas hacen suya la calle. Es cierto, apunta Merchán, que pasan los barrenderos con la calle, aunque no todos los días, «pero el problema no es ese, tienen que sanear esta infección impresionante».

San Ginés. Los problema de Los Bécquer se extienden al vecino callejón de San Ginés. En la calle de las históricas Cuevas de Hércules, visitadas por miles de turistas y toledanos al año, se acumulan basura y orines de perros. Además, critica María José, hay música muy alta hasta altas horas. La vecina pide a la alcaldesa, Milagros Tolón, que se pase por allí y vea los problemas para solucionarlos.