Un héroe con las botas puestas

F. J. Rodríguez
-

La actuación de Enrique, un Policía Nacional de Toledo, fue determinante para rescatar el domingo con vida a una mujer que flotaba semiinconsciente en las aguas del Tajo tras caer del puente de Azarquiel

«Yo no sé si lo hubiera hecho», «hay que estar ahí, en ese preciso momento, y calibrar la adrenalina», «lo cierto es que le echó un par de pelotas». Son algunas de las frases que desde el pasado domingo repiten muchos de los compañeros de Enrique, el Policía Nacional de Toledo que no dudó en arrojarse a las aguas del Tajo para rescatar a una mujer que se había precipitado desde el puente de Azarquiel.

Enrique es un héroe. De eso no cabe duda. No hace falta que nadie se lo reconozca. Puso su vida en peligro para salvar la de otra persona; y solo con eso basta. El que esté dispuesto a igualarlo que dé un paso al frente.

Fue una mezcla de arrojo, inconsciencia y deber que solo el interesado sabe calibrar perfectamente, pero lo único cierto es que gracias a la actuación directa de Enrique se evitó una tragedia. Los que conocen las turbias aguas del Tajo lo saben perfectamente.

La mujer se había precipitado minutos antes al río desde lo alto del puente de Azarquiel. Un ciudadano que paseaba con su hijo vio como dejaba cuidadosamente una mochila que llevaba cerca de la barandilla y, acto seguido, nada más apartar la vista, oyó el violento golpe del cuerpo contra el agua.

La mujer, de nacionalidad rumana y unos 35 años, comenzó a flotar llevada por corriente en un estado de semiinconsciencia. El caer boca arriba ayudó también a que pudiera salvar la vida.

La Policía Local y la Nacional llegaron prácticamente a la vez. La experiencia del más veterano de los agentes ayudó a aproximarse rápido río abajo, a la zona del puente de Alcántara. La idea era poder interceptar a la mujer y sacarla del agua, pero la visibilidad era complicada.

Enrique sacó del furgón policial el equipo reglamentario para este tipo de rescates acuáticos: una boya salvavidas, un cinturón para la víctima y una cuerda para poder sacarlos a ambos. Y comenzó a equiparse.

«Quítate el cinturón, al menos»,  fue el comentario que, perplejos, acertó a decir uno de los agentes para que, acto seguido, alertados por las voces de los curiosos que presenciaban la escena a ambas márgenes del río, Enrique se arrojara al agua. Con la botas puestas y uniformado.

No es un detalle cualquiera. El tipo de bota policial llega a pesar medio kilo la unidad. Cuando se mojan pueden llegar a triplicar su peso. Son tres kilos atados a las piernas. Más la ropa empapada. Mucho lastre.

Aún así Enrique tuvo fuerza para perseverar. Logró alcanzar a la mujer, que al notar su presencia se asustó y se agitó, poniendo en peligro a ambos. Y es que, una de las reglas de oro del salvamento es  «no cuentes con que la víctima te va a ayudar en el rescate». Pasó precisamente eso; y se rozó la catástrofe.

Por fortuna, Enrique acertó a rehacerse y logró sujetar a la víctima. En la orilla, dos compañeros de la Policía Nacional comenzaron a tirar de la cuerda, pero la corriente era muy fuerte. Un agente llegó incluso a meterse en el agua, pero sin chaleco salvavidas era imposible hacer nada sin poner también en riesgo su vida.

En los últimos momentos llegaron los bomberos, totalmente equipados. Dos de ellos se tiraron al agua y ayudaron a Enrique y a la mujer a salir del agua. Fue providencial, pero la hazaña ya estaba hecha.

Fue en una fracción de segundo. Si Enrique no hubiera tomado la decisión de arrojarse al agua lo más seguro es que no hubieran tenido otra oportunidad de interceptar el cuerpo de la mujer. Habría terminado cayendo por la cascada de una cercana presa y, debido a los rápidos y a las corrientes, el Tajo se hubiera cobrado una nueva víctima. Hoy, gracias a Enrique, el final ha sido otro.