Soplo al corazón de Madrid

Mario Gómez
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Gómez del Pilar brinda una tarde cargada de disposición y entrega que el público venteño reconoce con sendas ovaciones. Los banderilleros toledanos Fernando Sánchez (3 y 6 ) y Pedro Cebadera (5 ) se desmonteraron por su labor

A pesar del pinchazo, una estocada media sirvió para recoger una cálida ovación, signo de que ha entrado en el corazón de Madrid. - Foto: Plaza 1

Soplaba el viento molesto de Madrid. Gómez del Pilar andaba sereno por el albero madrileño dirección a toriles. Fiel a su estilo, cruzaba el platillo mirando el gigantesco hierro que se hallaba marcado en el centro de este. La J y la E, José Escolar. 100 años de Albaserrada en Madrid. Esos grises y peligrosos astados que pastan en provincia de Ávila, y mientras tanto la ovación respetuosa y afectiva de Madrid. Pues de rodillas esperó a su primero, y al segundo, librando con una larga cambiada las embestidas y teniendo la sangre fría suficiente para erguirse de pie y lancear con garbo en terrenos de toriles a sus oponentes.

Lidió por bajo hacia los medios, y remató con una media a la cadera. Tras un no demasiado efectivo tercio de banderillas, se fue Gómez del Pilar a los bajos del 6. Buscaba el resguardo del viento además de extraer las embestidas del gris. Labor esforzada de la que logró sacar muletazos de mucho valor. De 1 en 1 y muy cruzado supo reconocer el aficionado tan difícil labor. La firmeza y el valor a raudales, hicieron que a base de tragar quedase vistosa la obra. A pesar del pinchazo, una estocada media sirvió para recoger una cálida ovación signo de que ha entrado en el corazón de Madrid.

Volvió a repetir afrenta yéndose de rodillas a la puerta de toriles. En esta ocasión el cárdeno oscuro, portaba dos lanzas por pitones. Soberano el desarrollo de la encornadura del burel, que no amedrentó al toledano. Bien picado, incluso hubo derribo del picador, ante lo que el monosabio aguantó estoicamente recibiendo una cerrada ovación. Como ovación justa fue la que recibieron Iván Aguilera y Pedro Cebadera tras parear en banderillas, siendo obligados a desmonterarse. Brindó al público no sabemos si más por convicción o por fe, pero casi ahí quedó la opción de triunfo. Una prenda que se violentaba en el embroque y con la que derrochó voluntad. No había demasiado que hacer, pero aún así se afanó Gómez del Pilar en encauzar acometidas. Otra ovación con saludos a la sincera entrega del toledano.

Fernando Robleño dio la única vuelta al ruedo de la tarde. Fue en el 4º ante el que hubo una fuerte petición para que pasease un trofeo. Mostró Fernando las virtudes que brindan el paso de los años. Además de su toreo añejo, más propio de las lidias del siglo pasado, tiró de cabeza para realizar dos faenas de diferente calado. En su primero, pechó con un animal orientado, que sabía perfectamente lo que se dejaba a su paso, y que tendía a vencerse por dentro y miraba en exceso. Sobre las piernas, tiró Robleño de oficio y a pesar de que se atascó con la espada el balance fue digno. En el 4º, buscó siempre acoplarse a las embestidas del toro. Marcó que mejor a derechas y Fernando por ahí se afanó en torear, dejando tandas casi redondas en las que buscó el encaje y el toreo por bajo. Exquisita la forma de componer y torear. Llegó a gustarse por momentos y la emoción trascendió al tendido que tras la rúbrica del madrileño pidió en buena parte la oreja. 

Completaba la tarde Ángel Sánchez. Para el madrileño era su 6º paseíllo en la plaza que le vio convertirse en matador hace casi un año. No ha sido fácil el camino por los hierros que le han tocado estoquear, pero no cabe duda que el camino está aun por andar. Sobresaliente fue su cuadrilla, pues destacaron Raúl Ruiz y Fernando Sánchez con los palos en el 3º e Iván García en la brega, así como estos dos últimos pareando al 6º. Al nobel matador se le vio con buen concepto y ganas de agradar, lanzando la moneda al aire toreando torear con mucha pureza a pesar de que el viento era un impedimento de envergadura para torear al natural. Muletazos sueltos firmó Sánchez en el 3º ante un público que se mostró muy partidario. En el que cerró plaza, el aire volvió a ser un condicionante para una faena que se realizó al amparo de toriles y en la que el animal mostró calidad por el izquierdo pero ante el que hubo que tragar mucho el espada. No permitía concesión alguna el toro, que en cuanto veía al torero confiado o descubierto arreaba.

El aire fue un claro condicionante, porque Eolo sopló a Las Ventas, pero Fernando y Noé soplaron al corazón de Madrid