Diorama de las tropas de la Romana y Hans Christian Andersen

Enrique Rontomé Notario
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El desembarco de las tropas españolas al mando del marqués de la Romana, en 1808, en miniatura y cómo influyó el gran escritor danés

Diorama de las tropas de la Romana y Hans Christian Andersen

Cuando, en 1862, el gran escritor danés Hans Christian Andersen, durante su viaje a España,  visitó  el Alcázar de Toledo, se encontró con un gran edificio en ruinas que invitaba al viajero a perderse por sus sótanos y caballerizas en busca de leyendas y escenarios pintorescos, como así hizo el autor de los grandes clásicos de la literatura infantil.

Imaginemos ahora, en la línea del propio Andersen, un viaje en el tiempo del gran dinamarqués al edificio actual del Alcázar, sede del Museo del Ejército. Sin duda, se sorprendería al encontrar en uno de aquellos sótanos una gran colección de soldaditos de plomo. Esbozando una sonrisa, recordaría el año 1838, cuando publicó su famoso cuento para niños ‘El soldadito de plomo’. En esa época, el mundo asiste al auge de las producciones alemanas de soldaditos de plomo o Zinnsoldaten. Se presentan en cajas de 25 figuras (oficial, abanderado, corneta, tambor y 20 soldados)  El inicio del cuento dice así:

«Éranse una vez veinticinco soldados de plomo, todos hermanos, pues los habían fundido de una misma cuchara vieja. Llevaban el fusil al hombro y miraban de frente; el uniforme era precioso, rojo y azul. La primera palabra que escucharon en cuanto se levantó la tapa de la caja que los contenía fue: ¡Soldados de plomo!»

Diorama de las tropas de la Romana y Hans Christian AndersenDiorama de las tropas de la Romana y Hans Christian AndersenDesde entonces, el soldadito de plomo se convertirá en uno de los juguetes infantiles más populares, hasta que a mediados del siglo XX, el plástico va sustituyendo gradualmente al metal. Sin embargo, los niños que jugaron con estas figuritas van a evolucionar hacia el miniaturismo, pasión coleccionista nutrida de grandes formaciones históricas reproducidas fielmente con sus uniformes y equipos. Entre los ejemplos de esta afición, podemos encontrar en nuestro museo un gran diorama perteneciente a uno de estos coleccionistas. Eduardo Bartrina creó este diorama utilizando las figuras de dos grandes fabricantes, Almirall y Ramón Labayen.

En la escena se representa el desembarco de las tropas españolas al mando de D. Pedro Caro Sureda, Marqués de la Romana, en 1808, como consecuencia de los pactos firmados entre el Príncipe de la Paz y Napoleón, en virtud de los cuales un contingente del ejército español participaría en la campaña del norte al servicio del general Bernadotte. Entre las unidades de esta división del Norte se encontraban, entre otros,  los Regimientos de Infantería Zamora, Guadalajara, Asturias y los de caballería de la Princesa, Villaviciosa y Almansa, así como artillería y zapadores. Al llegar a Dinamarca las noticias del levantamiento de los españoles contra Napoleón, se iniciaron contactos secretos a espaldas de los franceses con la flota británica para retornar a España y luchar junto al resto de compatriotas en la que luego sería conocida como Guerra de la Independencia.

Y es aquí donde el escritor danés se llevaría la segunda gran sorpresa. En su biografía El cuento de mi vida, Andersen relata el encuentro, a la temprana edad de cuatro años, en su Dinamarca natal, con los soldados españoles del Marqués de la Romana:

Diorama de las tropas de la Romana y Hans Christian AndersenDiorama de las tropas de la Romana y Hans Christian AndersenUn buen día me alzó un soldado español en mis brazos y apretó contra mis labios una medalla de plata que llevaban colgando sobre su pecho desnudo.

A partir de ahí subraya la simpatía de los daneses hacia los españoles, amables, bondadosos y estrepitosos, en contraposición a la actitud altanera de las tropas francesas. Son, por lo tanto, estos soldados, que ahora puede contemplar con sus vistosos uniformes en la vitrina del Museo, los que tan profunda huella dejaron en su niñez. Años después, como el mismo reconoce, la simpatía causada por estas tropas influiría de manera determinante en su deseo –realizado- de conocer España.