«La Transición no fue una estafa»

S.L.H
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Padilla (Málaga, 1992) ha sido galardonado con el premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias por su obra 'A finales de enero', publicada por Tusquets y que narra la historia de amor que unió a tres destacados activistas contra la dictadura

«La Transición no fue una estafa» - Foto: Ví­ctor Ballesteros

A finales de enero, XXXI Premio Comillas, narra a partir de una exhaustiva documentación el asesinato del estudiante antifranquista Enrique Ruano en 1969 y el de Javier Sauquillo en la matanza de Atocha de 1977. A ambos les unía la amistad, la militancia y un vínculo sentimental con Lola González Ruiz, marcada por las dos tragedias hasta su muerte en 2015.

¿Cómo recibió el Premio?

Fue una sorpresa porque soy muy joven y, en principio, no pensaba que fuera a tener opciones. 

Pero, ¿cómo se animó a presentarlo al XXXI Premio Comillas?

Soy de Málaga y Manuel Alberca, profesor de Literatura en la Universidad, me comentó que él había el  Premio Comillas tres años antes. Le mandé lo que había escrito y me animó a presentarlo al Premio. Si no hubiera sido por él, no me hubiera atrevido a mandarlo a Tusquets. 

¿Cómo llegó a la vida de Dolores, Enrique y Javier?

Yo estudiaba en el Colegio Mayor ‘Chaminade’ de Madrid. Cuando volví de Erasmus tuve una comida con el subdirector del colegio que es el editor de Pretextos, una editorial de poesía, donde me habló por primera vez de Dolores González Ruiz. Conocía el caso de Enrique Ruano de oídas y algo más el de Javier, víctima de la Matanza de Atocha. Pero desconocía quién era Dolores. Entonces me enseñó un obituario en El País de enero de 2015. Yo tuve esta conversación con el subdirector del colegio en enero de 2016. Fue entonces cuando empecé a investigar la vida de Dolores y pensé hacer un trabajo pero para la Universidad. Al final, acabé entrevistando a Margot Ruano, hermana de Enrique, que me dio mucha información, e incluso el sumario del caso de su hermano. De repente vi que tenía un montón de información disponible y que la historia merecía un libro. A partir de ahí entrevisté a más de 50 personas. 

¿Ha resultado complicado conocer esta parte de la historia de España o averiguar ciertos aspectos de la vida de estos tres jóvenes que vivieron en un contexto político tan complicado?

Sí. Hubo varias dificultades. Una de ellas es que yo tenía 23 años cuando empecé a investigar y algunos de los entrevistados no me daban mucha información o me trataban con condescendencia. Cuando empecé a ganar confianza en mí mismo y los entrevistados iban sabiendo de mi proyecto, me fueron tratando mejor y me daban más información. Pero luego surgió otra dificultad y es que la información que me daban no era del todo veraz. A veces, el entrevistado no quería decir toda la verdad, pero la mayoría de las veces el entrevistado hablaba de buena fe aunque la versión que daba de las cosas no era del todo fidedigna. Tendemos a situarnos como protagonistas o a minusvalorar las cosas. Fue duro porque la principal fuente que tenía eran las entrevistas. Si no hubiera sido por la ayuda de Margot Ruano, que me dio documentos y otras personas como Javier García Fernández o Héctor Maraval hubiera sido casi imposible hacer el libro porque dependía mucho de personas que confiaran en mí y me ayudaran.

Sigue en contacto con Margot. ¿Qué le ha parecido el libro?

Le ha gustado mucho. Es un encanto. Voy a tener varios actos con ella para presentar el libro. Desde el primer momento hubo muy bien feeling

¿No le ha corregido ningún aspecto de la historia?

En general está muy contenta. Ha habido algún pequeño matiz, pero cosas menores. 

¿Qué es lo que más le ha impactado de las historia de Dolores, Enrique y Javier?

Como gente tan joven hacía cosas tan duras. El contexto franquista no tiene nada ver con el de ahora. La represión franquista fue muy dura con las personas que se oponían a ella, pero también me llamó la atención cómo los círculos antifranquistas tenían tantas contradicciones internas; había muchos grupúsculos. Algunos de ellos luchaban no por una democracia representativa como la que luego se instauró. También me impactó la eclosión cultural que hubo en esa época. A los tres les pilló el mayo del 68 en Madrid y respiraron la influencia francesa. Hubo también una eclosión musical y poética. Tanto Dolores como Enrique y Javier estaban muy interesados en todos estos temas. Ha sido interesante meterme en ese ambiente. 

¿Cuál de los tres protagonistas de A finales de enero le ha tocado más?

Sin duda Lola. Sobrevivió a Enrique y a Javier. Tuvo una vida muy desgraciada los últimos 40 años de su vida y muchas contradicciones. A medida que ella y su vida iban empeorando, el país iba mejorando. El personaje de Lola es, además, el que más matices tiene y es más interesante, básicamente, porque sobrevivió mucho más tiempo. A Enrique y a Javier los mataron muy pronto. 

¿Le hubiera gustado poder contar con la visión de Dolores de esos años?

Hubiera sido una buena oportunidad. No sé si hubiera querido porque esta historia le pillaba muy de cerca. Pero creo que le hubiera gustado cómo he tratado el libro, lo he hecho con el máximo respeto.

¿Cree que lo que narra su libro puede ayudar a conocer con mayor detalle cómo se vivía durante el postfranquismo y la Transición?

El libro da un discurso matizado de la Transición y del tardofranquismo y, claramente, muestra que en las décadas de los 60 y principios de los 70 vivíamos en un régimen terrible, donde la represión que ejercía el franquismo era brutal y no había independencia de poderes. Ahora que muchas personas piensan que se vivía mejor. Y por otro lado,  está el discurso de decir que la Transición ha sido una estafa y seguimos viviendo en el mismo régimen que entonces y en el libro queda claro que la Transición una estafa no fue, vivimos mejor ahora que antes; y segundo, pone en duda el discurso dominante de que la Transición fue inmaculada y perfecta porque perfecta no fue, hubo víctimas, mucha violencia y casos sin resolver.