La cuchara y otros bulos

Agencias-SPC
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La vacunación, que en España arrancó en diciembre de 2020, tiene sus detractores que intentan convencer a los demás de que no se inmunicen, utilizando para ello argumentos falsos que, en algunos casos, rozan la hilaridad

Una persona recibe una dosis de la vacuna contra la covid-19. - Foto: EFE/ Bienvenido Velasco/Archivo

Aunque en España la vacunación comenzó oficialmente el domingo 27 de diciembre de 2020, cuando Araceli, de 97 años e interna en la residencia de mayores Los Olmos de Guadalajara, ofreció a su brazo a la enfermera Carmé Carboné, 2021 será recordado como el año en que se lanzó una de las mayores campañas de inmunización para proteger a la población mundial, pero también será un hito en la historia de los negacionistas y antivacunas, que intentaron inocular el miedo y el rechazo a estos antivirales contra la COVID.

Pese al consenso científico en torno a la eficacia, la seguridad y la necesidad de los sueros, algunos desinformadores han explotado la incertidumbre que podía surgir en cada fase de la campaña para convencer a la gente de que no se prestase a la vacunación, utilizando, en algunos casos, hilarantes teorías sobre la inmunización. Estas son las principales mentiras que los antivacunas han difundido y siguen difundiendo, movidos casi siempre por unos esquemas mentales que anhelan el control sobre una realidad compleja y sentirse superiores a los demás.

 

Montaje

Una de las fotos de 2021 es la de la nonagenaria Margaret Keenan (en la imagen) recibiendo la primera inyección contra la COVID. Fue en Coventry, en el centro de Inglaterra, en la mañana del 8 de diciembre. Horas después, ya se había extendido el rumor de que su inmunización era un montaje.

Miles de mensajes difundieron una captura de la web de la CNN en la que se veía a Keenan vacunándose con la fecha del 22 de octubre. Descontextualizada y con una fecha que en realidad correspondía a otra noticia del portal de la cadena estadounidense, la imagen llevó a pensar a muchos internautas que la campaña era una farsa desde su inicio. Este relato se expandió en las siguientes semanas y se cebó especialmente con políticos en países como Estados Unidos, el Reino Unido o Argentina, donde se acusó a sus dirigentes de recibir jeringuillas sin aguja, con tapa o vacías.

Estas falsedades afectaron, por ejemplo, al presidente de EEUU, Joe Biden, y a la vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, víctimas de imágenes antiguas o manipuladas para hacer creer que rechazaban vacunarse. En Australia se acusó a la primera ministra del estado de Queensland, Annastacia Palaszczuk, de fingir inyectarse cuando en realidad había accedido a simular una inoculación a petición de los fotógrafos que no habían podido captar poco antes cómo se había vacunado.

 

Famosos

La muerte repentina de la cantante italiana Raffaella Carrà (en la imagen), de la actriz Verónica Forqué, de la escritora Almudena Grandes y del teniente fiscal del Tribunal Supremo Juan Ignacio Campos, o las dolencias cardíacas del futbolista argentino Kun Agüero y del danés Christian Eriksen, entre otros sucesos que han afectado a celebridades internacionales, han sido munición para los antivacunas y excusa para acuñar un nuevo término: la «repentinitis».

Impulsada por conspiranoicos, los difusores de la teoría sobre la «repentinitis» atribuyen falsamente a las vacunas la muerte o la enfermedad de figuras conocidas que se han inmunizado. Los negacionistas señalan expresamente a la miocarditis y la pericarditis como motivo de esas muertes supuestamente «repentinas», pero lo cierto es que solo una de cada 10.000 personas vacunadas con Pfizer o Moderna pueden verse afectada por alguna de estas enfermedades.

En cuanto a los casos citados, Raffaella Carrà murió de cáncer de pulmón; Verónica Forqué se quitó la vida; Grandes falleció tras no superar el cáncer que ella misma anunció que padecía en una de sus columnas; el fiscal Campos ya estaba enfermo durante la investigación al Rey Emérito y murió precisamente a causa de esa «larga enfermedad» que no superó; y los futbolistas Agüero y Eriksen ya tenían problemas cardíacos antes de vacunarse.

 

Magnetismo

¿Quién a estas alturas no ha oído o leído que las vacunas contienen imanes y que los inmunizados adquieren propiedades magnéticas y son capaces de atraer objetos metálicos tras inmunizarse? Es, posiblemente, el bulo más popular.

Los difusores de esta teoría inverosímil se apoyaron, sobre todo, en vídeos de recién inoculados a quienes se les pegaban cucharas en el brazo, algo que podría explicarse por el efecto de la grasa corporal, el sudor o por una burda manipulación de las imágenes.

Lo cierto es que inyectar soluciones metálicas capaces de actuar como un imán es algo técnicamente inviable en la actualidad.

 

ADN

La lucha contra el nuevo coronavirus ha alumbrado vacunas de nueva generación, en un corto espacio de tiempo, con un funcionamiento innovador. Entre ellas se encuentran las vacunas de ARN mensajero (ARNm), tecnología que emplean Pfizer y Moderna y que han sido uno de los blancos preferidos de los antivacunas.

La mentira más repetida es la de que estos fármacos modifican el ADN y transforman a los vacunados en seres «transgénicos», algo imposible porque las moléculas de ARNm no se integran en el genoma y se degradan a los pocos días de provocar la respuesta inmunitaria, como han explicado científicos y autoridades sanitarias.

 

Infertilidad

Otro de los efectos secundarios falsos más nocivos propagados por los antivirales ha sido el de que los antivirales provocan infertilidad, un rumor difundido en todos los continentes y que ha impactado especialmente en Latinoamérica y África.

Los estudios y la farmacovigilancia han demostrado que las vacunas no causan infertilidad, y los científicos han explicado en numerosas ocasiones que ni las de ARNm ni las de vector viral -AstraZeneca y Janssen- pueden actuar de esa forma en el organismo. Por contra, contraer el nuevo coronavirus sí podría afectar a la fertilidad.

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