Miguel Ángel Dionisio

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Miguel Ángel Dionisio


La tumba vacía de Gonzalo Pétrez

19/01/2022

Tras el paréntesis producido por la pandemia, he podido regresar a Roma con el fin de dedicarme unas semanas al estudio y la investigación. Para quienes nacimos en la 'Roma mesetaria' – Jorge Bustos dixit- volver a la Urbe es como seguir en casa, con el sonido de fondo del tañido de las campanas, la umbría de los estrechos callejones o el rumor del correr del Tíber, testigo multisecular de la Historia. Pero es que, además, Roma y Toledo comparten personajes, a veces de gran relevancia. Y, a poco que indagues, te encuentras con ellos.
Es el caso de una de las figuras más fascinantes, pero por desgracia olvidada –tanto que, durante siglos ni siquiera se le ha llamado por su verdadero nombre-, del Toledo medieval,  el  primer cardenal mozárabe, el arzobispo Gonzalo Pétrez, quien, hasta que la sabiduría y el celo investigador de don Ramón Gonzálvez lo descubrió, era denominado como Gonzalo García Gudiel. Un personaje muy ligado a ese extraordinario renacimiento cultural que se dio en Castilla en el siglo XIII, personificado en la figura del rey Alfonso X, pero que incluye una pléyade de personalidades que hicieron posible todo aquel despertar de las ciencias y de las letras.
Pues bien, paseando por las naves de la basílica papal de Santa Maria Maggiore, me encontré con su cenotafio, una tumba vacía desde que, apenas pasados cuatro años de su fallecimiento, que tuvo lugar el 7 de noviembre de 1299, sus restos fueron trasladados a Toledo por el arcediano Ferrant Martínez, autor del Libro del Caballero Zifar, y enterrados junto a la Virgen Blanca. Se trata de una obra excepcional, de la que ya nos advertía Gonzálvez que mostraba el exquisito gusto artístico del arzobispo, a la sazón muerto en Roma después de renunciar a la sede de Toledo, una vez que el papa Bonifacio VIII le nombro cardenal obispo de Albano. Anteriormente había gobernado las diócesis de Cuenca y  Burgos, tras haber sido rector de la Universidad de Padua y canónigo y deán de Toledo.
La tumba se halla al final de la nave derecha, en una pequeña capilla, conformando una arquitectura gótica, obra de Giovanni di Cosma, similar a la que este escultor realizó para el sepulcro de Guillermo Durando en Santa Maria sopra Minerva. El cardenal, yacente, revestido de pontifical, aparece flanqueado por sendos ángeles que sostienen un cortinaje que desciende por detrás y debajo del prelado, cayendo por el frontal del sepulcro. Debajo aparece repetido cinco veces su escudo, y más abajo aún, sendas inscripciones señalan tanto al difunto como al artista. Un arcosolio de tracería gótica lo cubre, adornado con un mosaico del círculo de Pietro Cavallini, en el que se representa a la Virgen con el Niño, flanqueada por los santos Matías y Santiago, con el cardenal orante a los pies, revestido de rica casulla roja.
Un sepulcro magnífico, para un personaje extraordinario.

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