CS se aferra a su tabla de salvación

EFE
-

Los de Arrimadas se agarran al objetivo de conseguir el cinco por ciento de representación en Madrid para subsistir en el tablero nacional, ante el temor a correr la misma suerte que UPYD

El candidato naranja a la Asamblea de la Comunidad, Edmundo Bal. - Foto: EFE

Las elecciones del 4-M ponen contra las cuerdas a Ciudadanos, que se aferra al objetivo de lograr el cinco por ciento de representación y entrar en la Asamblea de Madrid para poder, así, sobrevivir en el tablero político nacional. Si no lo consigue, y no lo tiene nada fácil según las encuestas, el partido de Inés Arrimadas correría la misma suerte que UPYD, su predecesor centrista en la política.

El declive de los naranjas que empezó con la debacle del 10-N, de la mano de Albert Rivera, al dejarse de una tacada 46 escaños y pasar de 56 a 10, se agudizó con los comicios catalanes, en los que perdió 20 representantes (pasó de 26 a seis), y se remató con la moción fallida en Murcia por culpa de tres tránsfugas naranjas, lo que abrió una crisis interna sin precedentes.

De perder la baza madrileña, Ciudadanos podría convertirse en breve en el tercer partido centrista de la democracia con representación parlamentaria en desaparecer del escenario político español.

Pero si logra resistir el 4 de mayo podrá tener un respiro, aunque mantenerse en la Asamblea le va a costar, tal como pronostican los sondeos, ya que hasta los más favorables ponen en duda que consiga ese cinco por ciento necesario.

Un porcentaje que le daría entre seis y siete escaños puesto que Podemos, en las últimas autonómicas del 26 de mayo de 2019, entró en la Cámara madrileña con siete diputados y el 5,56 por ciento de votos.

Aunque sería un desastre en todo caso después de tener 26 escaños y un 19,42 por ciento de los votos, salvaría la situación y, a lo mejor, hasta podrían ser llave, según pronostican varias encuestas, que plantean un escenario en el que la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, necesite otra vez a los naranjas y a Vox para gobernar.

Y en eso está el candidato de Ciudadanos, Edmundo Bal, intentando hacer malabares para que no se le escapen votos por la derecha, que es donde sus electores se sienten más cómodos.

De ahí que esté insistiendo tanto en que no pactarán con los socialistas y morados, pero sin aclarar si llegaría a algún acuerdo con el aspirante del PSOE, Ángel Gabilondo, en el caso de que solo necesitaran los votos naranjas para gobernar, algo que, por otro lado, es bastante improbable.

Y en este escenario se ve ahora Ciudadanos, tan solo dos años después de haber tenido la posibilidad de entrar en La Moncloa con Pedro Sánchez y con una comodísima mayoría absoluta, que Rivera rechazó negociar, y tras quedarse a menos de una décima de sobrepasar al Partido Popular.

Un patrimonio dilapidado a lo que encima se ha sumado en los últimos tiempos la merma de poder territorial, al perder de un plumazo dos de las cuatro comunidades en las que cogobernaban con los populares: Murcia y Madrid.

Ahí es donde empezó el goteo de fugas de cargos -una quincena-, aunque hubo unos cuantos que se subieron al carro, sobre todo en la Asamblea madrileña, que comunicaron su marcha entre críticas a la estrategia "sanchista" de Inés Arrimadas cuando ya no eran diputados. La baja de mayor impacto fue la del que fuera coordinador de la Comunidad Valenciana Toni Cantó, fichado por el PP.