No son sólo huesos

C.M
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Esta fue una de las conclusiones resultantes de la ponencia impartida por el arqueólogo Arturo Ruiz Taboada en el 24 Congreso de la European Archaeological Association celebrado en Barcelona

Ya que «no son sólo huesos», el arqueólogo eligió el caso toledano -inmejorable para la ocasión- en la sesión que, bajo el título ‘Issues on the archaeology of Jewish cemeteries’ -Problemas de la excavación de cementerios judíos- ofreció junto a Philippe Blanchard, del Instituto Nacional de Investigaciones Arqueológicas Preventivas de Burdeos, INRAP), y Xavier Maese, del Servicio de Arqueología del Instituto de Cultura de Barcelona.

Los organizadores del 24 congreso de la European Archaeological Association invitaron a Arturo Ruiz Taboada, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, a participar en un encuentro especializado articulado en torno a diferentes ponencias sobre la gestión de cementerios en ciudades como Lyon, Palermo, Bologna, Colonia, Barcelona o Tárrega.

Conocedor, como pocos, de los cementerios históricos de su ciudad y, sobre todo, de la «invisibilidad» de los mismos, el arqueólogo ilustró los problemas a los que hay que hacer frente en este tipo de intervenciones debido, fundamentalmente, «a la ausencia de una metodología específica para la gestión de este tipo de yacimientos». Y la mejor muestra la encontró en la experiencia atesorada en el descubrimiento y excavación -en el año 2008- el cementerio medieval judío de la ciudad.

En ese año, durante la construcción de un polideportivo en el IES Azarquiel, se excavaron un total de 107 tumbas judías un hallazgo que generó un conflicto internacional entre España e Israel tras las demandas de un grupo de judíos ultra ortodoxos que pretendían la paralización de las obras reivindicando el respeto a sus antepasados. Las protestas tuvieron amplia repercusión internacional con manifestaciones antes los consulados de España en Estados Unidos, Canadá e Israel y una serie de vigilias en el propio yacimiento.

El resultado, claro está, fue la prohibición de realizar estudios antropológicos sobre los restos, el reenterramiento de los restos humanos en el propio instituto bajo ritual rabínico, y la colocación de una placa conmemorativa en recuerdo de los difuntos que allí reposaban. De ahí que Ruiz Taboada fuera tajante a la hora de enumerar los distintos problemas nacidos en la gestión de este tipo de espacios que, en la mayoría de los casos, «carecen de información científica» y que, por ello, no suelen estar incluidos en los planes de expansión de las ciudades.

No en vano, y aprovechando el ejemplo toledano, confirmó que «hasta hace menos de una década cualquier enterramiento que se excavaba extramuros de Toledo se etiquetaba genéricamente como mudéjar», dando por supuesto que pudiera tratarse indistintamente de restos judíos, musulmanes o cristianos. Esa circunstancia, junto a la «escasez de publicaciones tanto arqueológicas como antropológicas físicas específicas», se une a la «invisibilidad de los yacimientos de los que no se conservan ni lápidas ni límites» debido a «la venta de las lápidas en tiempos de los Reyes Católicos tras la expulsión de los judíos».

Esta realidad hacedora de que «estos cementerios caigan en el olvido» más absoluto, requiere la «adopción de una metodología arqueológica única» que, entre otras cosas, «incida en la documentación individual de las fosas y evite la nociva práctica generalizada del vaciado del terreno hasta alcanzar el nivel de esqueletos». El conocimiento de las fosas, su construcción y profundidad, apreció Ruiz Taboada, «resultan clave para adscribir una tumba a una religión concreta y entender posibles superposiciones». Porque mientras «que cristianos y musulmanes se entierran en fosas más superficiales (entre 60 y 80 cm)», las «tumbas judías pueden llegar a alcanzar los tres metros de profundidad».

En cuanto a la propuesta de «incluir en los planes generales de urbanismo la localización de los cementerios históricos, extramuros de las ciudades», como medida básica de protección, sólo apuntar que en Toledo «se identifican ocho grandes áreas de enterramiento entre las que destaca el eje de la avenida de la Reconquista como necrópolis romana, Santa Leocadia de Afuera como cristiana, Circo Romano, puerta del Vado y camino de Madrid musulmana, y judía en el eje de los institutos Azarquiel, Infantes y María Pacheco».

Intervención que debería ser completada, lógicamente, con labores de sensibilización social «para que estos lugares sean convenientemente valorados frente a la idea generalizada de que son yacimientos de segunda», al «no poseer estructuras visibles y contener ‘sólo huesos’».

 

Las sensibilidades religiosas derivadas de la exhumación de ciertos cadáveres.

Recordó, en este punto Arturo Ruiz Taboada, los problemas generados con una parte de la comunidad judía que se manifiesta en contra de la manipulación de sus restos por considerar que se les priva del descanso eterno. Este tipo de asociaciones, señaló, «están muy bien organizadas y actúan a nivel europeo, aunque en España han estado especialmente activas en casos como el de Tárrega, Motjuich, Lucena, Ávila o Toledo».

Esta presión de grupos ultra ortodoxos judíos «ha conseguido que las administraciones, por regla general, cedan a sus demandas, en clara contradicción con la propia Ley de Patrimonio». En Toledo, lograron paralizar en varias ocasiones la excavación, se impidió que se estudiaran los restos y consiguieron que se levantara un pequeño memorial en el sitio. Gesto, este último, que «debería ser común no sólo para este credo sino para el resto del registro funerario, puesto que este tipo de símbolos ayudan a la difusión cultural del patrimonio». Aseveró, el profesor, que «no hay que olvidar que el conocimiento del mundo de los muertos es fundamental para entender el mundo de los vivos».

 

Actitudes ante la muerte.

Ya que «la sociedad toma diversas actitudes ante la muerte», recordó el arqueólogo el peligro «que supone claudicar ante este tipo de coacciones, ya que las otras dos religiones que tuvieron presencia en nuestra Edad Media podrían tomar la misma actitud intransigente». Así, la «comunidad musulmana empieza a mostrar tímidamente interés por la gestión de sus restos», mientras que en el caso cristiano, «pese a que en líneas generales no muestra ningún reparo en exponer sus restos» con fines comerciales, «en países como Suecia se empieza a prohibir la exhumación de sus tumbas».