Editorial

Caos político cuando debería primar la estabilidad institucional

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La tramitación del divorcio del centroderecha en España provocó ayer un terremoto político de imprevisibles consecuencias, tanto en el reparto de poder territorial como en las futuras relaciones entre los partidos protagonistas de esta sacudida al tablero político nacional, incluidas las de la gobernabilidad del país. El detonante fue la moción de censura presentada por PSOE y Ciudadanos para tumbar al PP del Gobierno de Murcia, y la onda expansiva derivó poco después en una insólita batalla política en la Comunidad de Madrid. La presidenta, Isabel Díaz Ayuso, quiso esquivar una operación similar y anunció un adelanto electoral que ahora está en cuestión por la tramitación de mociones de censura de PSOE y Más Madrid. Los efectos colaterales de esta tormenta también llegaron a Castilla y León, donde el socialista Luis Tudanca confundió el río revuelto con una piscina que hoy por hoy no tiene agua, y presentó una moción de censura condenada al fracaso si no hay otro inesperado golpe de efecto como consecuencia de la batalla interna en Ciudadanos entre Francisco Igea e Inés Arrimadas.

De momento, ante las pésimas perspectivas de futuro, el partido naranja ha decidido ponerse en el ojo del huracán para intentar que le visualicen en el centro y no solo en el lateral derecho. Arrimadas necesitaba una acción disruptiva para intentar huir de la irrelevancia y de la foto de Colón. El problema es que, en medio de una pandemia y la mayor quiebra económica tras la posguerra, ha abierto una lucha de poder en varios frentes difícilmente justificable. Así que las réplicas del seísmo de ayer también pueden significar su harakiri político. Para empezar, el efecto bumerán de esa moción de censura les ha apeado de golpe y porrazo del poder en Madrid.

Ese riesgo lo corre también ahora Ayuso, su precipitación puede salirle cara. Al margen del embrollo jurídico que se avecina, aunque se ampare en dar voz a los ciudadanos no había argumentos de peso para la disolución de la Asamblea de Madrid ni menos para el adelanto electoral. Ahora, al romper todos los puentes con Cs, si Ayuso no sacase mayoría absoluta quedaría a merced de Vox, con lo que descarrilaría la actual estrategia de la dirección nacional del PP, que parece que nunca sabe por dónde le vienen los golpes. Cuanto más intenta alejarse Pablo Casado de Santiago Abascal más se acerca Ayuso.

Pase lo que pase, las maniobras de ayer tensan aún más una cuerda al borde de romperse: la de la desafección. Que se priorice una vez más el rédito partidista al interés general, sin entender que no son buenos tiempos para la inestabilidad institucional, es cuanto menos preocupante. España sigue sufriendo una pandemia, aún con muchos muertos y contagiados. Sobre todo en Madrid, donde parece que los tribunales acabarán dirimiendo si se vota un día laborable de mayo tras un puente festivo en el que probablemente seguiremos discutiendo si son necesarios o no los confinamientos perimetrales.