Un guardia civil de la cárcel de Ocaña salva a una bebé

J.M.
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Francisco López auxilió a una madre de visita que pedía ayuda en el centro penitenciario porque la niña de un año estaba en parada. El agente realizó un masaje cardiopulmonar

Un guardia civil de la cárcel de Ocaña salva a una bebé - Foto: Yolanda Lancha

Francisco López, un guardia civil de 39 años, observaba el pasado día 3 junto con un compañero los monitores de seguridad de la cárcel de Ocaña y se alertó por una algarabía en la sala de comunicaciones, donde los familiares pueden ver a los presos. Los visitantes pedían ayuda a los funcionarios de prisiones en medio de una algarabía de carreras por las dependencias, y el agente informó a su superior de la anomalía. Acto seguido, se encaminó hacia allí y se topó con una madre con una bebé de un año en brazos. «Ayuda, que mi hija se ahoga. No respira», acierta a recordar Francisco en declaraciones a este diario. Su disposición y sus nociones salvaron posiblemente la vida a la bebé: las maniobras de reanimación surtieron efecto rápidamente y la oyó llorar. Una bendición.

El guardia civil no puede calcular el tiempo que le ocuparon las maniobras, pero esos segundos o minutos de reanimación habrán quedado grabados a fuego en la madre, que a buen seguro transmitirá a su hija de mayor cómo Francisco actuó inmediatamente con una decisión extraordinaria. El agente tumbó a la niña en el suelo y comenzó el masaje cardiopulmonar a contrarreloj. Después, una ambulancia trasladó a la víctima primero al Centro de Especialidades de Ocaña y posteriormente al Hospital Virgen de la Salud de Toledo.

Francisco lleva 11 años de servicio en la Guardia Civil y reconoce que ha cumplido así la acción «más relevante», aunque con cierta humildad concede que «cualquiera de mis compañeros lo hubiera hecho». Pero el panorama inesperado que se encontró el agente acostumbrado a los quehaceres de seguridad de la cárcel haría palidecer a cualquiera: «Busqué las constantes. Estaba desmayada. No respondía a ningún estímulo».

La niña estaba en parada cardiorrespiratoria, sin pulso y tenía las vías respiratorias libres, por lo que comenzó el masaje cardiopulmonar que había aprendido en uno de los cursos de primeros auxilios y soporte vital básico de la Guardia Civil. «Me alegré de hacer este curso», detalla el guardia civil destinado a la Sección de Seguridad del Centro Penitenciario Ocaña I y II, quien además está al corriente de la formación en este tipo de maniobras por su propia curiosidad.

«Me di cuenta de que respiraba y recuperó la mirada», afirma sobre la reacción de la bebé tras varias compresiones e insuflaciones respiratorias. Francisco parece recrearse en la frase ‘recuperó la mirada’ como si ese instante de vuelta en sí de la bebé permaneciera incólume en la memoria de los hechos.

La bebé había viajado el sábado a la cárcel de Ocaña II para visitar a un familiar junto con su madre, su abuela y una hermana de unos siete años, pero el encuentro se truncó en medio de la sala de los vis a vis. En este sentido, resultan frecuente estas visitas los fines de semana a los reclusos en este centro penitenciario que pertenece a la red de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias del Ministerio del Interior y que cuenta con 349 celdas. Construido en 1980, ocupa un edificio separado de la histórica cárcel de Ocaña I, cuya fundación data del año 1701.

El agente indica que llamó por teléfono al Hospital Virgen de la Salud de Toledo para cerciorarse horas después de que la bebé estaba finalmente a salvo. De esta manera pudo hablar con la madre y los pediatras para confirmar la recuperación.

Francisco frisa los 40 años y lleva solamente 11 con el uniforme de la Guardia Civil, pero probablemente sea consciente de que ha cumplido con una de las principales funciones de un agente de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado: ha salvado una vida.